Thalyss: El Final de Sorhael

Capítulo 2: Ecos de su grito

El camino a Thalyss no aparecía en ningún mapa.

No había sol que lo alumbrara, ni luna que lo vigilara. Era un sendero que se dibujaba sólo cuando uno lo tomaba… y aún así parecía que él mismo intentaba tragarte con cada paso.

La tierra se curvaba bajo sus pies, cuarteada y negra como carbón. Árboles retorcidos, secos, extendían sus ramas como manos buscando carne. Y en el aire flotaba un murmullo constante, como si cientos de voces susurraran nombres que ninguno quería reconocer.

—Bonito lugar —murmuró Gareth, rompiendo el silencio con un humor ácido mientras apartaba una rama que intentaba enredarse en su cuello—. Creo que hasta huele a muerte.

—No, eso eres tú —respondió Ashar, con su sombra extendiéndose a cada lado, empujando las tinieblas para abrirles paso—. Te estás pudriendo por dentro desde que naciste.

Gareth sonrió, afilado como siempre. —Y tú desde que te enamoraste.

Ashar no respondió, pero el brillo en sus ojos oscuros fue suficiente para que Thyara, unos pasos más atrás, suspirara y mascullara:

—Y pensar que decidí acompañar a estos dos románticos suicidas.

A su lado, Kael, con la lanza apoyada sobre el hombro, dejó escapar una carcajada baja. —Al menos es entretenido.

Avanzaron durante horas, encontrándose con criaturas imposibles: lobos de cuatro ojos y bocas que se abrían hasta el pecho, sombras que se levantaban del suelo para pelearles, e incluso una manada de esqueletos envueltos en fuego verde que intentó arrastrarlos a las grietas.

Cada uno cayó bajo una combinación de acero, sombra y luz, con comentarios venenosos entre los dos protagonistas en medio del combate.

—¿Era necesario cortarle la cabeza? —se burló Ashar mientras lanzaba su sombra para aplastar a un lobo enorme.

—Me miró feo —contestó Gareth, atravesando el torso de otro con un giro elegante.

Kael soltó otra carcajada, y hasta Thyara sonrió entre dientes.

Pero la atmósfera se volvió más densa a medida que avanzaban.

El aire se volvió pesado, pegajoso, y entonces lo escucharon.

Un grito.

Ashar se detuvo en seco, los dedos crispándose sobre su espada.

Era la voz de Lyara.

Pero no era un simple grito… era un rugido de dolor, tan crudo que arrancó un escalofrío a todos.

El suelo tembló y la sombra frente a ellos se curvó en un arco… y allí apareció una figura hecha de tinieblas, enorme, con garras como cuchillas y ojos rojos como brasas.

Era Sôrhael.

O, al menos, una proyección suya.

—Así suena —dijo su voz, profunda, burlona— cuando la última de su linaje se rompe.

Y con un gesto, la oscuridad se partió como un espejo, mostrando a Lyara, encadenada a un muro de obsidiana, el cuerpo arqueado por el dolor, las cadenas brillando con un fuego maldito mientras ella gritaba su nombre:

—¡Ashar! ¡Gareth!

Los dos se lanzaron hacia la imagen, pero sus armas sólo atravesaron el vacío.

Los gritos continuaron, retumbando en sus cabezas, tan vívidos que Ashar cayó de rodillas, con los puños apretados y la sombra temblando a su alrededor, mientras Gareth retrocedía, con el rostro endurecido y los ojos llenos de una furia helada.

—Déjala —rugió Ashar, la voz ronca de impotencia.

Sôrhael soltó una carcajada que hizo temblar las rocas. —Entonces venid. Si podéis soportarlo.

Y la imagen desapareció, dejando la tierra agrietada bajo sus pies.

Ashar se incorporó lentamente, los dientes apretados tanto que parecía que iba a partirse la mandíbula.

Gareth lo miró de reojo, con la misma rabia, pero sin la sombra para disimularla.

—Voy a arrancarle los malditos ojos —murmuró Gareth.

Ashar sonrió, sombrío, con una chispa de locura en la mirada. —Yo no seré tan misericordioso.

Thyara alzó una ceja. —Si ya terminaron con las amenazas poéticas, quizá quieran mirar.

Señaló con el báculo al horizonte. Más allá de una cordillera de rocas retorcidas y cubiertas de neblina púrpura, se alzaba la silueta de una ciudad imposible: torres retorcidas, puentes flotando en el aire, puertas de hierro negro abiertas como fauces.

Y en lo alto, una luz rojiza palpitaba, como un corazón latiendo sobre un altar.

Kael inspiró hondo. —Thalyss.

El viento trajo otro grito de Lyara, tan débil y desgarrador que a Ashar se le crisparon los dedos.

—Es allí —dijo él, sin apartar la vista—. Y no pienso detenerme hasta arrancarla de sus manos.

—Ni yo —añadió Gareth, girando su espada con un brillo decidido.

Thyara soltó un suspiro resignado. —Y yo, por supuesto, no tengo nada mejor que hacer.

Kael sonrió con su enorme lanza en mano. —Parece que la diversión empieza ahora.

Las sombras a su alrededor comenzaron a agitarse mientras la ciudad rugía en la distancia, con criaturas emergiendo de las grietas, preparándose para defender el umbral de Sôrhael.

Ashar y Gareth intercambiaron una última mirada, ambos cargados de desesperación, odio y una determinación brutal.

Y sin otra palabra, se lanzaron hacia adelante, las sombras y la luz chocando en un estallido mientras Thalyss les esperaba con los colmillos desnudos.

El grito de Lyara volvió a retumbar, y esta vez, ambos respondieron al unísono:

—¡Aguanta!

El aire se llenó de rugidos, acero y magia mientras la primera línea de bestias caía sobre ellos… y la batalla apenas comenzaba.



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Editado: 04.08.2025

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