Thalyss: El Final de Sorhael

Capítulo 6: La grieta y el susurro

El santuario colapsaba.

Las piedras caían como cuchillas desde las alturas, las sombras se alzaban como paredes vivas, intentando tragarlos mientras la carcajada de Sôrhael llenaba el aire.

Lyara apenas podía mantenerse consciente en los brazos de Ashar, y Gareth, cubierto de heridas, golpeaba con su espada a cada criatura que intentaba acercarse.

—¡Tenemos que salir ya! —gruñó Gareth, esquivando una garra de sombra que se estrelló contra el suelo, abriendo un cráter a sus pies.

—¡El pasillo se cerró detrás de nosotros! —espetó Thyara desde atrás, su báculo chisporroteando, creando un escudo de luz que apenas resistía los embates.

Ashar no respondió.

Su sombra se agitaba como un huracán a su alrededor, devorando cada bicho que intentaba tocar a Lyara.

Pero el suelo se quebraba más y más, y una grieta gigantesca se abrió justo delante de ellos, tragándose un par de estatuas y columnas.

Desde abajo ascendía un humo púrpura y frío… y una voz.

—¿A dónde creéis que vais? —murmuró Sôrhael, ahora sin carcajadas, más cerca, más profundo, más cruel—. El equilibrio… no escapa.

Ashar levantó la vista, y por un segundo lo vio.

Entre el humo y las sombras, los ojos rojos más grandes que los cielos, y un cuerpo imposible de describir: hecho de alas rotas, colmillos, cadenas y una negrura que no tenía fin.

Lo observaba con una calma asesina.

Y con una sonrisa lenta, simplemente susurró:

—Volved cuando estéis listos para morir de verdad.

El humo se cerró de golpe y las grietas rugieron, obligándolos a saltar por un corredor lateral que Thyara había abierto a la fuerza con su báculo.

El santuario se derrumbó detrás de ellos con un rugido final, y el eco de la risa de Sôrhael todavía les seguía hasta los huesos.

Corrieron sin mirar atrás, con la adrenalina empujándolos más allá del dolor y el miedo.

Las criaturas no paraban de surgir de las paredes, del techo, del suelo, intentando detenerlos a cada paso.

Pero incluso agotados, seguían luchando.

Cada golpe de Ashar era una sombra cortante que partía a las bestias en dos.

Cada estocada de Gareth era un destello cegador que derribaba a las hordas.

Thyara y Kael mantenían los flancos, cubriéndolos mientras huían a través del laberinto retorcido de Thalyss.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, llegaron a una grieta en la pared, disimulada detrás de un muro de raíces y humo.

Kael la descubrió casi por instinto, y la abrió a golpes con su lanza.

Detrás de la grieta, se extendía una cámara pequeña y silenciosa, con un estanque en el centro que brillaba con una luz tenue, casi plateada.

No olía a muerte ni a ceniza.

Era… diferente.

Frío, pero limpio.

Y lo más importante: nada los atacaba allí.

Como si ese lugar estuviera oculto incluso de Sôrhael.

—Aquí —jadeó Gareth, dejándose caer de rodillas con la espalda contra la pared—. Aquí… por ahora.

Ashar no dijo nada.

Depositó a Lyara con cuidado junto al estanque y se arrodilló a su lado, mirándola con una expresión que era mitad furia, mitad desesperación.

—No cierres los ojos —murmuró, la voz rota, mientras pasaba la mano por su cabello—. Quédate conmigo, maldita sea.

Lyara apenas abrió los párpados y sus labios temblaron en una sonrisa débil.

—Siempre estoy… contigo —susurró, antes de desmayarse otra vez.

Ashar apretó los dientes, luchando por no perder la calma.

—No puedo más con este infierno —escupió Gareth desde el otro lado, limpiándose la sangre del rostro—. Pero no me iré sin ella. Cueste lo que cueste.

—Nadie se irá sin ella —respondió Ashar, con una sombra peligrosa en los ojos.

Un silencio espeso se extendió entre ellos mientras cada uno curaba sus heridas como podía.

El estanque parecía aliviar el ardor de sus cuerpos, y la tenue luz de la cámara les dio apenas un respiro.

Pero entonces…

Un susurro se filtró por las grietas de la piedra.

Un susurro suave, imposible de ignorar.

Y esta vez… no era una burla.

Era una promesa.

—Os estaré esperando. —La voz de Sôrhael resonó en el aire, baja, áspera, con un toque de satisfacción tenebrosa—. No importa cuánto corráis. Siempre regresaréis a mí. Porque ella… siempre regresa a mí.

El aire se volvió gélido, y por un segundo todos sintieron cómo unos ojos invisibles los atravesaban desde la oscuridad, evaluando, saboreando su miedo.

Ashar se puso en pie de golpe, con la sombra latiendo a su alrededor, como si quisiera retar al propio abismo.

Gareth se enderezó también, su espada brillando tenuemente.

Thyara levantó su báculo y lo apoyó en el suelo.

Kael, con la lanza apoyada en el hombro, sonrió con amargura.

—Entonces que nos espere. Porque vamos a hacer que se arrepienta.

Ashar alzó la mirada a las sombras, los ojos ardiendo.

—Esto aún no termina.

Y mientras el estanque temblaba levemente bajo sus pies, y el eco de la risa de Sôrhael se apagaba, supieron que esa cámara solo era un breve respiro.

La verdadera batalla aún los aguardaba más allá de esas paredes.

—Por ahora… —dijo Gareth, entre dientes— …que intente detenernos.

Y las sombras del techo comenzaron a agitarse de nuevo, como si el mismísimo Thalyss se estuviera preparando para devorarlos cuando salieran.

El silencio que siguió fue peor que cualquier rugido.

El aire seguía tenso.

El peligro seguía allí.

Y nada estaba resuelto todavía.



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En el texto hay: magia, magia amor fantacias

Editado: 04.08.2025

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