Thalyss: El Final de Sorhael

Capítulo 13: Donde las sombras despiertan

La grieta rugía como un monstruo hambriento.

Del abismo emergía algo tan vasto y antiguo que incluso las paredes de la cámara parecían inclinarse, temblorosas, ante su presencia.

Una forma imposible de describir: alas de ceniza, garras de cristal negro, una corona de fuego apagado sobre un rostro que no era del todo humano… ni del todo real.

Lyara sintió cómo sus rodillas cedían cuando esa mirada sin ojos se posó en ella.

Podía sentir cómo su propia marca respondía, latiendo con fuerza, como si reconociera a esa criatura.

Como si la estuviera llamando.

Ashar y Gareth la alcanzaron justo cuando ella dio un paso hacia la grieta, el humo enroscándose en sus tobillos como serpientes.

—¡No te atrevas! —gruñó Ashar, sujetándola por el brazo, su sombra extendiéndose como un escudo.

—¡Lyara! —llamó Gareth, poniéndose frente a ella, espada en alto, aunque sus manos temblaban—. ¡Míranos!

Ella los miró a ambos, pero sus ojos ya parecían muy lejos de allí.

La voz de la criatura resonó en lo más profundo de la cámara —y de su alma—, como un trueno:

—Al fin. Sangre mía. Ven. Reclama tu lugar.

Las palabras la atravesaron, encendiendo cada herida, cada duda.

Y por primera vez sintió que estaba cayendo, que quizá ya no quedaba nada que pudiera salvarla de sí misma.

Las sombras del monstruo se alzaron para envolverla.

Y ella no las rechazó.

Pero entonces Ashar se interpuso, con la sombra de su propia oscuridad combatiendo las del abismo, y rugió con una voz que sacudió las brasas:

—¡No importa quién creas que eres! ¡No importa lo que intente hacerte! ¡Yo siempre… voy a recordarte quién eres en realidad!

Las sombras retrocedieron un instante, como si sus palabras tuvieran filo.

Gareth no se quedó atrás. Se colocó al otro lado de Lyara, su espada brillando con un resplandor desesperado y desafiante.

—¡Aunque todo esto te devore! —gritó, con la mandíbula apretada y los ojos fijos en ella—. ¡Aunque tú misma te pierdas, Lyara… yo siempre te voy a encontrar!

Ella parpadeó, las lágrimas resbalando por su rostro mientras la grieta bajo sus pies se cerraba poco a poco, como si sus palabras tejieran un puente para traerla de regreso.

La criatura rugió, furiosa, las alas desplegadas con una furia imposible, pero ya no pudo alcanzarla.

Las sombras comenzaron a fracturarse, la cámara a resquebrajarse, y el humo a disiparse.

Lyara, jadeando, cayó de rodillas, con Ashar y Gareth a su lado, ambos con las manos en sus hombros.

Ashar se inclinó hacia ella, susurrándole con una voz ronca y feroz:

—No importa qué intenten hacerte. Aunque tengas que romperte cien veces, yo estaré aquí para recordarte cada pedazo.

Gareth apoyó su mano en la suya, añadiendo con una sonrisa triste, cargada de esperanza:

—Y aunque la oscuridad te esconda de nosotros, yo juro que voy a encontrarte. Siempre.

Lyara los miró a los dos, todavía temblando, con el humo envolviendo los restos de la cámara.

Por primera vez en mucho tiempo, aunque rota, no se sintió sola.

Y mientras las brasas agonizantes iluminaban el suelo y las grietas se cerraban lentamente bajo ellos, la voz del monstruo rugió una última vez, lejana y terrible, prometiendo que aquello no había terminado:

—Podéis recordarla todo lo que queráis. Pero al final…

ella misma olvidará.

El silencio que siguió fue espeso, pesado, y en ese instante Lyara cerró los ojos, entre los dos hombres que se habían convertido en sus guardianes, con una última lágrima ardiendo en su mejilla… y con el corazón latiendo entre la esperanza y el miedo.

Y así, entre el humo, las ruinas y las brasas aún encendidas, quedó claro:

La batalla apenas comenzaba



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Editado: 04.08.2025

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