Thalyss: El Final de Sorhael

Capítulo 16: La grieta en el cielo

El mundo entero parecía haberse roto.

El suelo ya no era suelo, sino un campo de brasas y humo.

El cielo ya no era cielo, sino una grieta de luz carmesí por la que descendían alas negras, bestias con fauces de hierro y soldados hechos de ceniza.

Y en medio de todo, Lyara, Ashar y Gareth… aún de pie.

Todavía vivos.

Sôrhael avanzó sobre ellos, cada paso haciendo temblar la tierra.

Su cuerpo había dejado de parecer humano por completo: alas rasgadas, cuernos de fuego, y su corona brillando como un sol muerto.

Su mirada estaba fija en Lyara, y cada palabra que pronunciaba llenaba el aire de cuchillas.

—Ya no eres más que un capricho de tu propia sangre —gruñó—. Y cuando acabe contigo, cuando acabe con ellos… el mundo no recordará ni tu nombre.

Pero Lyara no se apartó.

Con la piel cubierta de sangre y polvo, con el corazón latiéndole como un tambor de guerra, levantó la cabeza y respondió:

—Y yo me aseguraré de que recuerden el tuyo… para odiarlo.

Y entonces, todo se desató.

Las huestes de sombras cargaron primero.

Un muro viviente de garras y colmillos, cayendo sobre ellos como una marea negra.

Ashar estalló en carcajadas mientras su sombra lo cubría por completo, convirtiéndose en un demonio imposible de distinguir entre las filas enemigas.

—¡Eso es todo! —rugía entre golpes—. ¡Denme una razón más para destrozarlos!

Gareth, frío como el hielo, bailaba entre las criaturas, su espada dejando una estela de luz que partía en dos a los enemigos.

Su respiración era tranquila, pero en sus ojos ardía una furia apenas contenida.

—No los dejaré tocarte, Lyara —murmuró para sí—. Ni uno solo.

Y Lyara… Lyara desató lo que quedaba dentro de ella.

Su magia estalló con tanta intensidad que la tierra se abrió bajo sus pies y el cielo pareció ceder.

Columnas de luz y oscuridad surgieron a su alrededor, incinerando docenas de criaturas con cada pulso.

Su cabello flotaba como fuego líquido, y sus ojos parecían dos estrellas a punto de colapsar.

Pero entonces, la grieta en el cielo rugió.

Una lanza de sombras cayó desde lo alto y atravesó el suelo entre ellos, levantando un muro de humo.

De ese humo surgió algo que ninguno esperaba:

Una figura encapuchada, más alta que cualquier ser en el campo, con una máscara de hueso y manos como cuchillas.

Su mera presencia les arrancó el aire de los pulmones.

Ashar, por primera vez, se quedó inmóvil.

—Tú… —murmuró, con una mezcla de rencor y miedo en su voz.

La figura inclinó la cabeza.

—Siempre estuve aquí —dijo con una voz imposible de ubicar: masculina, femenina, infantil y anciana a la vez—. Solo esperé a que ella se quebrara.

Lyara sintió cómo el frío le trepaba por la espalda.

Las cadenas invisibles intentaron cerrarse sobre su cuello otra vez, pero ella las rompió con un rugido.

—No soy tuya —jadeó—. No soy de ninguno de ustedes.

Pero la figura encapuchada alzó una mano, y una herida invisible se abrió en el costado de Lyara, tan profunda que hasta la luz de su interior titiló.

Cayó de rodillas, jadeando, mientras Ashar y Gareth corrían a cubrirla.

La batalla se volvió caótica.

Bestias aladas descendieron, el suelo se quebró en abismos, columnas de fuego y sombra se entrelazaban y explotaban, y el humo era tan espeso que apenas podían verse entre sí.

Ashar rugía mientras sus sombras chocaban con las de la figura encapuchada.

Gareth protegía a Lyara, derribando a cualquiera que se atreviera a acercarse mientras ella, herida, se levantaba una y otra vez.

El enemigo parecía invencible.

Pero ellos también.

En un instante que pareció eterno, Lyara logró ponerse de pie de nuevo.

Su costado sangraba, pero su luz se encendió más fuerte que nunca.

—No me romperás —susurró, aunque sus labios temblaban.

Ashar y Gareth se colocaron a su lado, uno a cada flanco.

Ashar con una sonrisa desafiante, sus ojos rojos brillando como carbones.

—Que vengan todos. No importa cuántos. Yo los destruiré por ti.

Gareth, con una determinación serena, su espada en alto y su mirada fija en ella, añadió:

—Aunque el mundo entero trate de arrancarte de ti misma… siempre te recordaremos quién eres.

Ashar apoyó su mano en su hombro, y con un gruñido feroz, completó:

—Y aunque intentes perderte… te encontraremos.

—Siempre —cerró Gareth.

Lyara los miró a ambos, las lágrimas mezclándose con la sangre en su rostro, y por un instante… supo que no estaba sola.

Nunca lo estaría.

La grieta en el cielo rugió una última vez.

Sôrhael extendió sus alas, la figura encapuchada levantó las manos, y el campo entero tembló mientras un nuevo ejército descendía como una tormenta.

Lyara apretó los puños, con Ashar y Gareth a su lado, y levantó la mirada al enemigo.

—Que venga —dijo, con voz firme—. Que vengan todos.

El humo los envolvió, las sombras chocaron contra la luz, y el capítulo terminó en medio del caos…

la guerra rugiendo a su alrededor.

Abierto para lo que aún estaba por venir.



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Editado: 04.08.2025

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