Thalyss: El Final de Sorhael

Epílogo: Siempre yo

El mundo había cambiado desde aquella guerra.

Las ruinas habían dado paso a flores.

Las grietas se habían sellado con luz.

Y en medio de todo eso, Lyara había encontrado algo que jamás creyó posible: paz.

El jardín donde una vez juraron arder juntos se había transformado en su refugio.

Los cristales brillaban suavemente bajo el cielo estrellado, y las luciérnagas revoloteaban alrededor, pintando de azul las sombras.

Lyara estaba allí, sentada sobre una manta, con un vestido blanco que caía como agua y un brillo en su piel que hacía que incluso las estrellas parecieran apagadas en comparación.

Su cabello, suelto, danzaba con el viento; su sonrisa, tranquila y peligrosa a la vez, era más poderosa que toda la magia del reino.

Ashar estaba a su lado, recostado de espaldas en la hierba, con los brazos detrás de la cabeza y esa sonrisa arrogante que nunca había perdido… aunque ahora tenía un toque de paz en ella.

—Sigues distrayéndome —murmuró él, mirándola de reojo—. Me dijiste que dejarías de lucir como una maldita diosa, y no lo has hecho.

Ella soltó una carcajada suave, rodando los ojos.

—Y tú sigues siendo insoportable. Nada ha cambiado.

—Oh, claro que ha cambiado —respondió él, girándose hacia ella con una sonrisa más cálida de lo normal.

En ese momento, algo pequeño y risueño corrió hacia ellos desde entre los cristales: un niño de apenas tres años, con el cabello oscuro y rebelde de Ashar y los ojos de fuego suave de Lyara.

El pequeño saltó directo al regazo de Lyara, riendo, mientras ella lo recibía con los brazos abiertos y una mirada que solo una madre podía tener.

—Mamáaaa —balbuceó el niño, escondiendo la cara en su cuello.

Ashar se sentó y le revolvió el pelo con una sonrisa orgullosa y peligrosa al mismo tiempo.

—Eres igual de escandaloso que tu madre —le dijo al pequeño—. Eso me preocupa.

El niño se giró hacia él con una mueca desafiante.

—¡Papá gruñón!

Lyara soltó una carcajada y le besó la frente a ambos.

—Es tu hijo, Ashar. No te quejes.

En ese momento, Gareth apareció por el sendero, vestido de blanco, con una sonrisa más serena que nunca.

El niño corrió a él y se abrazó a su pierna con entusiasmo.

—¡Tíoooo!

Gareth se inclinó y lo levantó en brazos, riendo con esa ternura inquebrantable que siempre había tenido.

—Sigues prefiriéndome a tu gruñón padre, ¿eh? —bromeó, lanzándole una mirada a Ashar.

Ashar le devolvió la mirada con un gruñido y un destello en los ojos.

—Solo porque todavía no te he derrotado en ese maldito duelo pendiente, Gareth.

Lyara lo miró a ambos, riendo, y negó con la cabeza.

—No cambiarán nunca, ¿verdad?

Ambos hombres respondieron al unísono, con una sonrisa cargada de promesas:

—Nunca.

Esa noche, cuando el niño se durmió sobre la manta y Gareth regresó al pueblo, Lyara y Ashar se quedaron solos, mirando el cielo, las manos entrelazadas.

Ella lo miró con una sonrisa tranquila, mientras él la miraba como si todavía no pudiera creer que la tenía a su lado.

—Nunca imaginé —murmuró ella— que encontraría algo a lo que aferrarme.

—Nunca imaginé… que ese algo serías tú.

Ashar arqueó una ceja y se inclinó hacia ella, con esa sonrisa peligrosa y tierna a la vez.

—Eres más fuerte de lo que jamás fui —le dijo—. Y la más hermosa.

Ella rió suavemente y apoyó la cabeza en su hombro.

—No importa quién fui. Ni lo que el linaje intentó imponerme. Ni las cadenas.

—Solo importa esto.

—Que yo soy mía.

—Que siempre lo fui.

—Que siempre lo seré.

Ashar le besó la frente con delicadeza y murmuró en su oído:

—Y aunque arda por ti cada día, nunca olvidaré que tú eres dueña de ti misma. Y eso es lo que más amo.

Ella sonrió y lo besó de una manera feroz, cálida, que encendió de nuevo la chispa que siempre había estado ahí entre los dos.

—Prométeme —susurró ella contra sus labios— que, pase lo que pase, seguiremos ardiendo juntos.

Ashar sonrió con esa maldita arrogancia suya, pero esta vez con la dulzura de quien lo dice en serio.

—Siempre.

En el horizonte, un leve rugido se alzó, como una advertencia de que el mundo aún no había terminado de intentar derrumbarse.

Pero Lyara lo ignoró.

Ashar lo desafió con una carcajada.

Y juntos, con las manos entrelazadas, miraron las estrellas como si nada pudiera con ellos.

Porque nada podía.

Porque ahora, más que nunca, Lyara sabía quién era.

Y era suficiente.

Fin.



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En el texto hay: magia, magia amor fantacias

Editado: 04.08.2025

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