Thalyss; El Ojo Del Abismo

Capítulo 2: La grieta y el velo

El aire al otro lado del portal era más denso, más frío. Cada respiración de Lyara levantaba una neblina plateada que tardaba demasiado en disiparse. El sendero de piedra se extendía ahora sobre un vacío negro salpicado de luces lejanas, como si caminaran sobre un pedazo de cielo roto.

Las runas del suelo parpadeaban bajo sus pies con un ritmo extraño, como un lenguaje olvidado que intentaba advertirles algo.

Kael avanzó primero, con su arco listo, su voz apenas un murmullo.

—Hay huellas recientes. Alguien cruzó antes que nosotros. Dos… no, tres. Pesadas. No son amigos.

—¿Podría ser una trampa? —preguntó Lyara, su voz firme aunque por dentro algo frío le recorría la espina.

—Todo aquí es una trampa —respondió Ashar con su característica sonrisa torcida—. La verdadera pregunta es: ¿quién de nosotros caerá primero?

Gareth lo fulminó con la mirada.

—No es momento para bromas.

Ashar se acercó un poco más a Lyara y se inclinó apenas, como si conspirara en secreto con ella.

—¿Y cuándo es momento para bromas, guerrero honorable? Si no se ríe ahora, la muerte se lo tragará con la boca abierta.

Lyara no pudo evitar sonreír, aunque apartó la vista rápidamente cuando los ojos grises de Gareth se clavaron en los suyos, fríos pero intensos. Durante unos segundos, ambos hombres parecían retarse solo con estar allí, uno a cada lado de ella.

Más adelante, Erynn se detuvo frente a un arco natural de roca, cubierto de hiedra negra.

—Aquí está la grieta del velo —anunció—. Más allá, la realidad es más… inestable. Lo que ves no siempre es lo que es. Y lo que eres… no siempre sobrevive.

Erynn apoyó la mano sobre la roca y un resplandor púrpura iluminó el paso. Lyara sintió un escalofrío. Al tocar la hiedra para atravesar, una pequeña espina le rozó la piel.

Una voz invisible —la misma que había escuchado antes— susurró con un dejo de burla:

”¿Por qué sigues corriendo, Lyara? El final te está alcanzando.”

Trató de ignorarlo y siguió adelante, pero de pronto la losa bajo sus pies crujió. Un instante después, un trozo del sendero se quebró bajo ella.

—¡Lyara! —gritó Gareth, saltando hacia adelante y tomándola del brazo.

Pero la piedra se desmoronó por completo y ella cayó, apenas sujetándose de un borde resbaladizo mientras el vacío negro rugía debajo.

—¡No la sueltes! —ordenó Kael, corriendo hacia ellos mientras Ashar ya se inclinaba con una mano extendida hacia ella.

—No planeo hacerlo —gruñó Gareth, tensando los músculos mientras la sostenía con toda su fuerza.

Ashar, sin perder la oportunidad, se arrojó junto a Gareth y le lanzó una mirada desafiante.

—¿Vas a subirla o piensas morirte con ella aquí abajo? —espetó, agarrando la otra mano de Lyara y guiñándole un ojo—. Qué dramatismo el tuyo.

Entre los dos la izaron de vuelta al sendero mientras la grieta terminaba de colapsar detrás de ellos. Lyara cayó de rodillas, jadeando, con la respiración temblorosa.

Erynn los alcanzó con el ceño fruncido y revisó su mano herida por la hiedra.

—Tienes suerte —murmuró—. Si hubieras caído más abajo… no habrías vuelto.

Lyara se quedó callada, aún procesando la sensación del abismo bajo sus pies y las manos que la habían sostenido. Gareth permanecía de pie a su lado, serio, su respiración controlada, pero ella notó que no apartaba los ojos de su herida.

Ashar, en cambio, se inclinó hacia ella y susurró con una sonrisa apenas perceptible:

—Si sigues cayendo así, tendré que empezar a cobrarte por cada rescate.

Ella sintió una oleada de calor y frustración a la vez, apartando la mirada para ocultar la expresión que se le escapó. Kael fingía concentrarse en las huellas, pero más de una vez su mirada también se desviaba hacia ella con una preocupación mal disimulada.

Erynn conjuró una esfera de luz y la sostuvo en la palma.

—La grieta no está lejos —anunció, con voz baja—. Pero hay algo más aquí. Algo… que no esperaba.

Gareth se acercó a Lyara y bajó la voz para que solo ella lo escuchara:

—No debes separarte de mí. No importa qué veas o qué escuches, ¿entendido?

Ella asintió, tragando el nudo que sentía en la garganta, consciente de cómo sus dedos temblaban todavía.

Pero entonces algo brilló en el aire sobre la grieta. Un símbolo rojo, idéntico al de la carta, apareció por un segundo y desapareció con un susurro de viento.

“Bienvenida, Lyara. Te hemos estado esperando.”

La voz hizo eco en sus pensamientos, demasiado clara para ser solo un recuerdo.

Gareth desenvainó su espada con un movimiento preciso, su mirada oscura fija en el vacío adelante.

Ashar frunció el ceño, por primera vez sin una sonrisa, y murmuró:

—Esto… huele a mentira. Y a sangre.

Lyara los miró a ambos y sintió el peso de sus miradas sobre ella. Y por un instante, breve pero innegable, pensó en qué significaban para ella esos dos hombres tan distintos: la seguridad de Gareth, que la protegía aunque le costara admitirlo; y el peligro fascinante de Ashar, que no la protegía… pero no permitía que nadie más la dañara tampoco.

Ella enderezó los hombros y dio el primer paso hacia la grieta.

—Sea lo que sea —dijo con voz firme—, no pienso huir.

Y aunque ninguno de los tres lo admitió, en ese momento, los tres pensaron exactamente lo mismo: que si ella caía, ellos también lo harían.

El silencio se rompió cuando las sombras comenzaron a moverse a su alrededor, como si un enorme ojo invisible hubiera vuelto a abrirse.

Y la senda hacia el Ojo del Abismo se volvió aún más peligrosa.




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