Thalyss; El Ojo Del Abismo

Capítulo 11: A un Latido del Abismo

El palacio estaba inquietantemente silencioso esa noche, como si incluso las piedras contuvieran la respiración ante lo que estaba por venir.

Lyara no podía dormir.

Sentada en el alféizar de su balcón, con la carta aún en la mano, miraba el horizonte. Las colinas estaban cubiertas de sombras que parecían moverse, como si algo más allá del ojo humano acechara desde la oscuridad.

La pregunta seguía resonando en su mente, con una voz que no era la suya:

”¿Estás lista para mí?”

Sus dedos temblaban mientras apretaba el sobre, sintiendo de nuevo la quemadura en su pecho. Esa marca, ese vínculo con el Ojo, le recordaba que no era del todo libre. Cada vez que intentaba controlar su poder, lo sentía retumbar, como un volcán bajo la superficie, y temía… temía que la próxima vez no podría detenerlo.

Un suave golpeteo en la puerta la sacó de sus pensamientos.

—Adelante —susurró.

Gareth entró, con la armadura desabrochada y el cabello revuelto por el viento.

Por un segundo, no dijo nada. Solo la miró, su expresión dura como siempre… pero sus ojos, en cambio, parecían tan heridos como los de ella.

—Te estás castigando otra vez —dijo finalmente, acercándose—. Lo veo en tu mirada.

Ella apartó la vista.

—No lo entiendes.

—Haz que lo entienda —respondió él, con voz baja pero firme.

Ella soltó una risa rota, vacía.

—¿Cómo explicarte lo que ni yo comprendo? —dijo, con un nudo en la garganta—. Tengo un fuego dentro que quema todo lo que toca. Y no sé si alguna vez podré… apagarlo.

Gareth se quedó quieto un momento. Luego dio un paso más, colocándose frente a ella.

—¿Sabes lo que yo veo? —preguntó suavemente—. Veo a alguien que ya ha salvado más de lo que ha destruido. Y que carga sola con un peso que debería compartirse.

Sus dedos rozaron su mejilla, un gesto casi inconsciente, y ella lo miró sorprendida. Su mirada era intensa, cargada de algo que nunca había querido mostrarle.

—No tienes que hacerlo sola, Lyara —murmuró—. No mientras yo esté aquí.

Ella sintió que las lágrimas amenazaban con romper la máscara de fuerza que había mantenido. Pero antes de que pudiera responder, un rugido sordo retumbó en la distancia.

Ambos giraron la cabeza hacia el horizonte.

Las sombras en las colinas se agitaban como un mar furioso, y un resplandor rojizo empezaba a teñir las nubes. Las trompetas sonaron, primero una, luego varias, hasta que todo el reino vibró con un clamor de alarma.

Gareth apretó los dientes y retiró su mano.

—Ya vienen.

El Inicio de la Batalla

Los pasillos se llenaron de soldados corriendo, el choque metálico de espadas y armaduras resonaba como un trueno. Cyras y Nahlia ya estaban en el patio, discutiendo mientras lanzaban hechizos de protección sobre las murallas.

—Dije que necesitábamos más tiempo —gruñó Cyras, levantando un muro de hielo que se agrietaba casi al instante—. No estamos listos para esto.

—El enemigo nunca espera a que estemos listos —escupió Nahlia, invocando un círculo de fuego a su alrededor.

Ashar apareció junto a Lyara, su sonrisa torcida más forzada de lo habitual.

—Supongo que aquí es donde nos matan a todos —dijo, y luego, en voz más baja, mirándola de reojo—. Quédate cerca. No dejes que nadie te toque.

Ella asintió, pero su pecho ya estaba latiendo desbocado. Podía sentirlo. Esa presencia en la distancia, acechando como un depredador, empujando a sus criaturas hacia las murallas. Un ejército de espectros, bestias de sombra y fuego, avanzaba como un río infernal.

Y debajo de todo eso… algo más. Algo que aún no se mostraba.

La Desesperación de Lyara

Intentó reunir su magia. Intentó invocar esa luz que antes había estallado en el jardín. Pero esta vez solo consiguió una chispa débil antes de que el dolor la doblara en dos.

—¡No! —susurró—. No ahora… por favor…

Ashar la sostuvo por el brazo para que no cayera. Su mirada, por primera vez, no tenía burla ni arrogancia. Solo preocupación… y miedo.

—No tienes que probar nada esta noche —murmuró—. Ya nos has salvado antes.

Pero Lyara negó con la cabeza, los ojos empañados.

—¿Y si no puedo? ¿Y si soy solo… un error?

Ashar la miró, sus dedos apretando los suyos. Y con una calma desconcertante, dijo:

—Entonces… seré el bastardo que arregle ese error contigo. Y Gareth será el otro idiota que te saque a rastras si hace falta. Porque no vamos a dejar que esto acabe así, ¿me oyes?

Ella tragó saliva y, a pesar del terror, le devolvió una pequeña sonrisa.

—Idiota… —susurró.

—Ya lo sabes.

Las Sombras Rompen las Murallas

Un estallido gigantesco los interrumpió.

Las murallas exteriores cedieron bajo la presión de las bestias del Ojo. Un rugido sobrehumano llenó el aire, haciendo que todos se cubrieran los oídos.

Las sombras se derramaron dentro del reino como una marea.

Gareth gritó órdenes mientras los soldados formaban una línea. Cyras y Nahlia luchaban espalda con espalda, todavía discutiendo incluso mientras lanzaban hechizos que iluminaban el cielo.

Lyara se obligó a levantarse. Su cuerpo temblaba, su magia chisporroteaba sin control, pero no iba a quedarse mirando.

—¡Por favor, no todavía! —murmuró a su propio poder—. Solo un poco más…

Caminó hasta el centro del patio, alzando las manos para invocar una barrera que detuviera a las criaturas… pero la marca en su pecho brilló y la magia la rechazó, lanzándola de espaldas.

Ashar corrió hacia ella, esquivando las garras de un espectro para llegar a su lado. Se arrodilló junto a ella, su expresión una mezcla de furia y miedo.

—¡No intentes salvarlos tú sola, maldita sea! —gruñó—. No eres su salvadora. No eres un arma. Eres… tú.

Lyara, jadeando, lo miró a los ojos y por un momento creyó ver algo más profundo en ellos, algo que le atravesó el alma. Una promesa silenciosa. Un miedo que él no se atrevía a nombrar.




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