Thalyss; El Ojo Del Abismo

Capítulo 12: Entre las Cenizas

La luz de la mañana se colaba por los ventanales, tibia pero apagada, como si incluso el sol estuviera cansado después de la noche anterior.

Lyara abrió los ojos lentamente, sintiendo por primera vez en días que podía respirar sin que el peso en su pecho la aplastara.

Se incorporó con cuidado. La quemadura sobre su corazón seguía allí, como un eco persistente del Ojo, pero la magia en su interior se sentía… más tranquila. Como un animal herido que por fin se deja curar.

Aun así, el miedo no desaparecía. Sabía que no estaba libre. Podía sentirlo en lo profundo de su piel: el Ojo todavía la miraba.

—Por fin despierta la reina del drama —dijo una voz desde el umbral.

Ashar estaba allí, apoyado en la puerta, con los brazos cruzados y esa sonrisa burlona que tan bien conocía. Pero había algo más en sus ojos, una preocupación que no lograba esconder del todo.

—Vine a asegurarme de que no hubieras explotado —añadió—. Aunque por un momento tuve esperanza.

—Gracias por tu preocupación —respondió ella, rodando los ojos con una pequeña sonrisa.

Ashar se acercó, inclinándose lo suficiente como para que ella sintiera su calor y murmuró:

—Siempre me preocupo… aunque no lo creas.

Antes de que pudiera contestar, la puerta se abrió de golpe y Gareth entró. Llevaba una camisa limpia y los cabellos todavía húmedos por la lluvia de la madrugada. La tensión entre los dos hombres fue inmediata.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Gareth, ignorando a Ashar mientras se acercaba a la cama.

—Mejor… creo —dijo ella, bajando la mirada—. Mi poder está más… tranquilo.

—Pero no desaparecido —añadió Gareth, con el ceño fruncido.

Ella asintió, sintiendo cómo su garganta se cerraba.

El Reino Respira

Más tarde, al salir del salón, Lyara se obligó a caminar por el reino.

El aire estaba impregnado de olor a ceniza y tierra húmeda. Los soldados reparaban las murallas mientras las mujeres colgaban nuevas banderas, rojas y doradas, sobre las torres. Niños corrían por las calles, ajenos a la guerra que se avecinaba.

Nahlia y Cyras discutían frente a la fuente central.

—…si no hubieras congelado toda la plaza no habría tenido que prenderle fuego a medio mercado —gruñía Nahlia.

—Si no hubieras invocado llamas dentro de mis runas, habríamos acabado antes —replicó Cyras, con una calma gélida.

—Oh, por favor —intervino Ashar, que había aparecido detrás de ellos con una manzana en la mano—. ¿Por qué no se besan de una vez y nos ahorran a todos el sufrimiento?

Nahlia lo fulminó con la mirada mientras Cyras rodaba los ojos.

Gareth, que supervisaba la distribución de víveres, los interrumpió.

—Deberíamos centrarnos —dijo con sequedad—. Puede que solo tengamos horas antes de que el enemigo regrese.

Ashar arqueó una ceja y murmuró a Lyara mientras caminaban juntos:

—Y luego dicen que yo soy el insoportable.

Explorando las Calles

Lyara se alejó del grupo para explorar por su cuenta.

Las calles estaban llenas de vida pese a la devastación. Artesanos reparaban estatuas quebradas, mercaderes ofrecían talismanes de protección, y un viejo ciego le tomó la mano al pasar.

—Tienes la luz de una estrella… y la sombra de un eclipse —le susurró—. Cuídalas a ambas, niña.

Ella se quedó helada, pero antes de poder preguntar nada, el hombre ya se había perdido entre la multitud.

Una Aventura Ligera

Por la tarde, Gareth organizó una expedición pequeña para buscar suministros en las ruinas de una aldea cercana. Lyara insistió en ir con ellos, pese a las protestas de Ashar.

—No vas a dejar que me divierta solo —dijo él, acomodando su chaqueta mientras caminaba a su lado.

—No es diversión, Ashar —le recordó Gareth, lanzándole una mirada.

—Todo depende de con quién vayas —replicó Ashar, sonriendo.

El camino estuvo lleno de bromas entre Ashar y Cyras, discusiones entre Nahlia y Gareth sobre la estrategia, y momentos en los que Lyara sentía que podía reír, aunque fuera un poco, entre ellos.

Encontraron hierbas curativas, armas abandonadas y un cofre con pergaminos antiguos. Pero también encontraron huellas frescas de algo enorme que había pasado por allí.

Las marcas de garras en la piedra eran profundas, casi imposibles.

—Esto no era del Ojo —murmuró Gareth, arrodillado junto a las marcas.

Ashar silbó, agachándose junto a él.

—Pues tiene manos más grandes que las tuyas. Eso ya da miedo.

Lyara se arrodilló para tocar las huellas. Un escalofrío recorrió su espalda.

—Lo que sea que hizo esto… aún nos está mirando.

Por primera vez, nadie bromeó.

El Triángulo Respira

De regreso al palacio, Lyara decidió subir a las almenas para ver la puesta de sol. El cielo se teñía de púrpura y oro, y la brisa fresca despeinaba su cabello.

Gareth apareció primero, en silencio, y se colocó a su lado.

—Has sido valiente hoy —dijo él, finalmente—. Aunque sigas pensando que no es suficiente.

Ella lo miró de reojo.

—¿Tú crees que algún día lo será?

Gareth bajó la vista, y sus dedos se cerraron sobre los suyos, solo un instante.

—Ya lo es —murmuró.

Unos pasos interrumpieron el momento. Ashar llegó con una sonrisa torcida, pero su mirada era más suave de lo habitual.

—Espero que no esté interrumpiendo nada —dijo, con fingido sarcasmo.

Lyara soltó una risa nerviosa y sacudió la cabeza. Pero su pecho latía desbocado, incapaz de ignorar cómo ambos la miraban. Distintos, opuestos… pero igualmente peligrosos para su corazón.

El Ojo Acecha

Esa noche, mientras todos dormían, Lyara sintió que algo la observaba desde la ventana. Se levantó despacio y abrió las cortinas, pero no había nadie.

Solo el sonido del viento… y una sensación helada en su nuca.




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