Thalyss; El Ojo Del Abismo

Capítulo 13: El Rostro del Ojo

El cuerno sonó poco después de medianoche, rasgando el silencio como un aullido de guerra.

Las torres se iluminaron de rojo cuando las nubes se abrieron en un círculo perfecto sobre el reino, y en el centro… un ojo gigantesco, formado por luz negra y fuego carmesí, miraba al mundo desde el cielo.

El Ojo estaba allí.

Por fin.

Las murallas temblaron con un rugido que hizo que los soldados cayeran de rodillas. En las colinas, las criaturas de sombra —espectros y bestias— surgían por centenares, lideradas por algo más grande, más antiguo, más horrible.

El Ojo descendía lentamente, su iris ardiente moviéndose en todas direcciones, su pupila tan profunda que uno sentía que podía caer en ella para siempre.

Lyara se quedó congelada en medio del patio, con los cabellos revolviéndose por el viento.

En su pecho, la marca brilló con una intensidad que casi le arrancó un grito, pero esta vez no la hizo retroceder.

Esta vez… sintió que la escuchaba.

Que le respondía.

—Ahí está —murmuró Ashar junto a ella, con una sonrisa torcida que no alcanzaba a ocultar la tensión en su mandíbula—. Supongo que es hora de morir, ¿no?

Gareth le lanzó una mirada fulminante.

—No hay morir aquí. Solo pelear —dijo, ya desenvainando su espada.

—Claro, siempre tan optimista —bufó Ashar, mientras desenvainaba dos dagas.

Lyara tragó saliva, sus manos ardiendo con una luz verde y dorada.

—No esta vez —dijo ella, en voz baja.

Y dio el primer paso hacia la bestia.

El Horror Desatado

El Ojo habló. No con palabras, sino con un rugido que fue a la vez un grito de guerra y una carcajada.

Las murallas se rompieron como arcilla, las torres estallaron, y del iris del Ojo emergieron brazos oscuros como ramas de un árbol podrido, que se extendían para aplastar a quienes se atrevieran a mirarlo de frente.

Los guerreros formaron un círculo.

Nahlia invocaba ráfagas de fuego; Cyras levantaba escudos de hielo que se rompían casi al instante.

Ashar bailaba entre los espectros con una gracia desesperada, cortando sus gargantas una tras otra.

Y Gareth se abrió paso con su espada, su voz firme, protegiendo a los soldados más cercanos.

Pero el Ojo seguía avanzando.

Lyara sintió cómo la energía en su interior la consumía, como si todo su cuerpo fuera una antorcha.

Por un segundo pensó que iba a explotar, que la magia la iba a devorar frente a todos.

Pero no.

Algo cambió.

Cerró los ojos y escuchó la voz de su madre —o quizá era solo su memoria— diciendo: No eres destrucción, Lyara. Eres luz. Aprende a nombrarte a ti misma.

Abrió los ojos.

Y esta vez… no tembló.

El Poder Despierta

De sus manos, y luego de todo su cuerpo, brotó una luz blanca y verde que cegó a todos.

El aire tembló cuando un círculo de runas antiguas se formó bajo sus pies, envolviendo a las bestias más cercanas y desintegrándolas como ceniza.

Las garras del Ojo se detuvieron, casi confundidas, mientras ella alzaba la mirada directamente hacia su pupila.

—Tú… no me posees —dijo, su voz más firme de lo que jamás la había oído.

El Ojo rugió, y los soldados gritaron.

Pero ella dio un paso más, levantó ambas manos… y una columna de luz atravesó el cielo, alcanzando al Ojo y arrancándole un rugido de dolor.

Por primera vez, retrocedió.

Las sombras a su alrededor temblaron, como si dudaran.

Todos la miraban: Gareth, con la boca entreabierta y los ojos llenos de algo que se parecía a orgullo; Ashar, con una mueca que ocultaba miedo y admiración; Cyras y Nahlia, incapaces de pronunciar palabra.

Lyara dio un segundo paso y la luz aumentó.

—Este es mi reino —dijo—. Y yo no me inclino.

El Ojo rugió una última vez, y luego, con un latigazo de sus brazos, se desvaneció en las nubes, dejando un rastro de fuego en el horizonte.

Las criaturas de sombra chillaron y huyeron tras él, desapareciendo en la noche.

Silencio y Temor

Por un largo momento, nadie habló.

Luego Ashar soltó una carcajada seca y caminó hacia ella, deteniéndose a pocos pasos.

—Bueno… —murmuró—. Eso fue lo más jodidamente aterrador y hermoso que he visto en mi vida.

Lyara jadeaba, la marca en su pecho palpitando aún, aunque más calmada. Se dejó caer de rodillas, agotada, mientras Gareth se arrodillaba a su lado para sostenerla.

—Lo lograste —dijo él, su voz apenas audible.

Ella lo miró, sin fuerzas para contestar.

Pero en lo profundo de sus ojos había una chispa… una pequeña llama que ninguno de los dos podía ignorar.

Ashar se quedó un poco atrás, con la mirada baja y los puños apretados, como si odiara y adorara al mismo tiempo lo que acababa de ver.

Un Final Incierto

En lo alto, las nubes giraban lentamente, como si la pupila del Ojo todavía los espiara.

No había sido destruido.

No todavía.

Y todos lo sabían.

—No terminó aquí —murmuró Cyras, limpiándose la sangre de la mejilla.

Nahlia, todavía temblando, añadió:

—Solo se está divirtiendo con nosotros.

Lyara se incorporó, con la ayuda de Gareth, y miró el cielo una última vez antes de que las nubes volvieran a cerrarse.

En la penumbra, la voz del Ojo —suave, casi cariñosa— susurró en su mente:

“Quédate fuerte, pequeña luz. Aún no has visto nada.”

Un escalofrío la recorrió. Pero cuando miró a sus compañeros —Gareth, Ashar, Cyras, Nahlia— supo que no estaba sola.

Por ahora.




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