Thalyss; El Ojo Del Abismo

Capítulo 14: Luz en la oscuridad

El aire se llenó con un zumbido agudo cuando el Ojo se agrietó una vez más. La criatura temblaba, sus mil iris retorciéndose con una ansiedad palpable. Ya no era el depredador seguro que había dominado el campo de batalla; ahora jadeaba, la desesperación desbordándose como una sombra densa que intentaba envolverlo todo.

—¡Dámelo! —vociferó el Ojo, con una voz que resonó como cuchillas chocando—. ¡Dame tu poder, Lyara! ¡Me pertenece!

Pero Lyara no retrocedió. Su cabello se agitaba como si el viento mismo la defendiera, y en sus ojos brillaba una calma aterradora. Avanzó un paso, sintiendo cómo las llamas de su energía interna rugían por salir.

—No eres digno de él… y nunca lo serás —susurró ella.

La oscuridad del Ojo se extendió por el suelo como tentáculos hambrientos, buscando atraparla. Por un momento, parecía que la engulliría por completo… hasta que algo cambió.

Desde el corazón de Lyara brotó una luz. Al principio fue pequeña, un tenue resplandor que hizo retroceder los tentáculos. Luego se expandió como una explosión silenciosa: un manto de luz pura y cálida que se extendió por toda la arena.

Los gritos del Ojo llenaron el aire, agudos y enloquecidos. —¡No! ¡Eso no! ¡No puedes…! —Su forma comenzó a desintegrarse, trozos de sombra cayendo como ceniza mientras la luz lo atravesaba.

Pero la luz no se detuvo en él.

Se extendió sobre los cuerpos caídos de los guerreros heridos, sobre los amigos de Lyara, sobre enemigos y aliados por igual. Donde tocaba, las heridas se cerraban, la sangre desaparecía, los músculos se llenaban de fuerza. Un susurro de alivio recorrió a todos cuando la pureza de su poder los llenó, devolviéndoles la vitalidad que habían perdido.

El Ojo gritó una última vez antes de desvanecerse entre chispas de sombra, dejando solo un silencio pesado tras su destrucción parcial.

Lyara se quedó en el centro de ese mar de luz, su respiración entrecortada, la piel pálida, las piernas temblorosas. Intentó dar un paso, pero su fuerza se desvaneció junto con la última onda de purificación. La luz se extinguió poco a poco, dejando a la muchacha arrodillada… y luego desplomándose sobre el suelo, inconsciente.

—¡Lyara! —la voz de Ashar fue la primera en romper el silencio, lleno de angustia.

—¡No, no, no…! —Gareth llegó junto a ella, su rostro descompuesto mientras se arrodillaba a su lado.

Ambos la tomaron con cuidado, como si temieran que se rompiera en sus brazos. Ashar buscaba su pulso con manos temblorosas, mientras Gareth la llamaba una y otra vez, con la desesperación de quien ve desvanecerse lo más valioso que tiene.

Las lágrimas apenas contenidas en sus ojos y el temblor en sus voces resonaron en la penumbra que quedaba, mientras el ejército entero observaba en silencio, demasiado atónito aún para reaccionar.

El campo estaba iluminado todavía por pequeños restos de aquella luz purificadora, flotando como luciérnagas. El aire olía a ozono y esperanza.

Pero Lyara no despertaba.

—Tienes que estar bien —murmuró Ashar, apretando su mano—. Por favor, quédate…

—No puedes dejarnos ahora —añadió Gareth, con la voz rota, inclinándose sobre ella.

Y mientras la sujetaban entre ambos, su respiración era apenas un hilo, y su expresión plácida pero agotada. La batalla había terminado… por ahora.

Sin embargo, en algún rincón de la oscuridad, un murmullo apenas audible se filtró, como una promesa siniestra.

“Esto… aún no ha acabado…”

El viento se llevó esas palabras mientras la luz de Lyara seguía apagándose poco a poco.

Y el destino de todos quedó suspendido en ese instante.




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