Thalyss ; La Elegida de las sombras

Capítulo 1: La Extraña

Aria no encajaba. Lo sabía desde siempre, aunque nunca supo por qué.

Cada mañana tenía esa sensación que no podía explicar ni siquiera a sus padres. Siempre había soñado cosas inimaginables, pero últimamente el sueño era el mismo. Despertaba preguntándose el motivo, aunque nunca encontraba una respuesta.

La ciudad era un desfile gris: caras serias, pasos apurados, ruido constante. Para ella, todo era igual. Mismo café, misma calle, mismas rutinas que se repetían como un maldito bucle mal editado.

Iba a clases cada mañana. Escuchaba a los profesores, o al menos fingía hacerlo. Tomaba apuntes sin mirar el cuaderno. En realidad, su atención estaba siempre en la ventana: los árboles, las nubes… siempre buscando algo que no sabía cómo nombrar.

Se preguntaba, una y otra vez, por qué no podía encajar. Por qué siempre se sentía tan desubicada. Por más que había intentado cambiar, algo dentro de ella no se lo permitía.

A la hora del almuerzo buscaba el rincón más alejado de la universidad. Con su típica comida de cafetería —que rara vez devoraba por completo— se perdía en pensamientos absurdos, a veces casi poéticos. Pero últimamente nada le distraía más que la recurrencia de aquel sueño.

Siempre el mismo bosque. Niebla espesa. Ramas que crujían. Un murmullo al fondo. Y esa voz.

—Lyara…

Despertaba con el nombre en los labios. No era suyo, pero se sentía como si lo fuera.

Era un nombre extraño y al mismo tiempo familiar. Lo había escrito ya varias veces en su diario: Lyara. Esa voz desconocida, casi reconfortante, la llamaba así, y la hacía estremecerse.

Después de un día entero entre risas ajenas, bromas y gente estresada, Aria solo quería llegar a casa, darse un baño caliente y tomar una siesta, aunque eso significara volver a soñar lo mismo.

Camino a la parada de autobús sintió cómo el aire gris recorría su cuerpo. Respiró hondo, dejándose llevar por la paz momentánea de ese instante. Sin mirar atrás, caminó como si algo —algo que no comprendía— la guiara por la ciudad. Aunque estaba agotada, no ofreció resistencia.

Aquella noche no quiso volver directamente a casa. Se bajó una parada antes, sin pensarlo. Sus pasos la llevaron hasta el parque. No solía hacerlo, pero algo tiraba de ella, como un imán bajo la piel.

El aire estaba más frío de lo normal. El cielo, despejado. Un silencio extraño lo cubría todo, como si el mundo entero contuviera el aliento.

Pasó entre los árboles sin mirar el reloj ni el teléfono. Nada más importaba. Solo avanzaba. Hasta que lo vio.

Un claro.

No recordaba haberlo visto antes, aunque había venido a ese parque desde niña. En el centro, un círculo de piedras cubiertas de musgo. Sobre ellas, símbolos que no entendía, pero que parecían moverse si los miraba demasiado.

La atracción era demasiado intensa. Sus pies no podían detenerse. Al llegar, los símbolos giraron y un grito interno escapó de su garganta antes de darse cuenta de que estaba conteniendo la respiración.

Aria dio un paso más. El corazón le golpeaba el pecho como si supiera algo que ella aún ignoraba.

—Lyara…

La voz otra vez. Esta vez no venía de un sueño. Venía del claro.

Giró en seco. No había nadie.

Pero el aire temblaba. Las piedras parecían esperarla. Todo a su alrededor la observaba y la llamaba, como si su propio cuerpo supiera la verdad.

No sabía qué hacía ahí, ni por qué no huía. Solo sabía que algo estaba a punto de comenzar…

Y que ya no había forma de volver atrás.




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