Lyara cerró los ojos.
El Thalyss ardía entre sus manos, y la luz la devoró por completo.
Cuando los abrió, estaba en otro lugar.
O en todos los lugares a la vez.
Un cielo de cristales flotantes y ríos suspendidos en el aire se extendía a su alrededor. Islas de tierra se mantenían suspendidas sobre la nada, unidas por puentes de luz. Torres cubiertas de estrellas giraban lentamente en la distancia, y un viento cálido traía ecos de voces, carcajadas y llantos entremezclados.
El suelo bajo sus pies brillaba con el mismo patrón de sus marcas.
Era… hermoso. Y terrible.
De pronto, escuchó un murmullo a su espalda. Se volvió y los vio.
Decenas de figuras con su mismo rostro. Hombres y mujeres, niños, ancianos, soldados, reyes y reinas, todos con la misma marca luminosa recorriendo su piel. Sus verdaderos padres estaban al frente, mirándola con lágrimas en los ojos: su madre con un vestido de fuego y su padre con una corona de sombra y oro.
—Lyara… —dijo su madre, con voz quebrada—. Hija nuestra. Heredera de todo lo que fuimos. Guardiana de todo lo que vendrá.
Lyara sintió las lágrimas caer sin darse cuenta.
—¿Por qué… por qué me dejaron sola? —preguntó, su voz pequeña frente a ellos.
—Para que fueras libre —respondió su padre—. Si hubieras crecido entre nosotros, nunca hubieras tenido la oportunidad de elegir. Habrías heredado nuestra lucha, no tu propio destino.
Ellos le mostraron las ruinas del antiguo reino: las ciudades cubiertas por la guerra, los cielos partidos, los reinos destruidos por la codicia de aquellos que intentaron obligar a la sangre a decidir.
Y también le mostraron lo que su elección podría traer: un mundo reconstruido sobre las ruinas, un nuevo equilibrio. O un final sin regreso.
Las imágenes se arremolinaban a su alrededor: su linaje huyendo en la noche para salvarla, un último sacrificio para mantenerla viva, sus padres cayendo juntos mientras el reino ardía.
Ella… siendo depositada en el círculo de luz, protegida por el Thalyss, enviada al mundo de los hombres para esperar el momento.
Su madre le acarició la mejilla, como un susurro de viento.
—No olvides quién eres. Ni quién puedes llegar a ser.
Su padre le sonrió con tristeza.
—El reino… no eres tú. La profecía… no eres tú. Tú eres el puente, Lyara. La posibilidad. Siempre lo has sido.
Las islas de luz comenzaron a desvanecerse lentamente. Los ríos se apagaron, las estrellas se apagaron una a una.
El Thalyss, entre sus manos, comenzó a cerrar sus páginas.
Una última voz —quizá la de ambos— le susurró al oído mientras el cielo se resquebrajaba:
—La marca no es una carga. Es un hogar que camina contigo. Un reino entero vive en ti… si decides reclamarlo.
Y entonces, la luz la tragó.
Cuando volvió en sí, estaba de rodillas en el bosque plateado, exactamente donde todo había comenzado.
Las dos lunas colgaban sobre ella, igual que la primera noche. Su pecho ardía con las respuestas que ahora conocía: cada latido una historia, cada respiración un reino.
Frente a ella, los tres la esperaban.
Gareth, con la espada en la mano y la mirada de alguien dispuesto a darlo todo por ella.
Ashar, apoyado en un árbol, sus ojos ámbar brillando con ironía, pero también con algo que no era burla esta vez.
Y la Reina, serena y cruel, con las manos cruzadas sobre su regazo, como si supiera que había perdido el control.
Lyara levantó la cabeza, sintiendo las marcas encenderse en su piel, sabiendo ahora que cada una era un nombre, una vida, una historia que había llevado consigo todo este tiempo.
Y en ese silencio espeso del bosque, con los soldados de luz y sombras rodeándolos, ella sonrió apenas.
Sabía quién era.
Sabía lo que debía hacer.
Pero también sabía que lo más difícil estaba por venir.
La esperanza le pesaba en el pecho, tan fuerte como el miedo, y mientras las hojas plateadas caían a su alrededor, supo que el destino no era una trampa… era una puerta.
Y que ella, por fin, tenía la llave.
El aire tembló cuando dio un paso hacia ellos, su voz clara y firme:
—Ya sé quién soy.
Y entonces, el viento aulló, los árboles se inclinaron y el futuro se abrió como una grieta ante ella.
Todo lo que había sido, todo lo que sería… estaba a punto de empezar.
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Editado: 25.07.2025