El aire del bosque era distinto cuando Lyara regresó.
No más víctima. No más duda.
Ahora cada hoja, cada sombra y cada mirada parecían inclinarse ante ella, temerosos y expectantes a la vez.
Ashar y Gareth la flanqueaban. Tan opuestos como siempre: el fuego oscuro de Ashar y la luz implacable de Gareth.
Pero ambos callaban, incapaces de apartar la vista de ella.
Ya no era Aria.
Ya no era sólo Lyara.
Era algo más grande.
—¿Segura de esto? —gruñó Ashar, con una media sonrisa torcida, aunque sus ojos ámbar la recorrían con intensidad.
—Por fin parece que tienes espina… —añadió, pero no era burla, sino admiración disfrazada.
—Debemos protegerla —interrumpió Gareth, su voz baja y fría, pero sus dedos se cerraban inconscientemente sobre la empuñadura de su espada—. Ese… poder, si no lo controlas, destruirá más que lo que salve.
Lyara se volvió hacia ellos y, por primera vez, sonrió.
—No necesito que me salven —dijo, su voz tan firme que incluso el bosque pareció enmudecer—. Esta vez… soy yo quien decide.
Ashar arqueó una ceja, divertido y fascinado a la vez.
Gareth frunció el ceño, con el miedo brillando detrás de su mirada severa.
Entonces, el cielo se desgarró.
No lentamente, no con advertencia: sino como un grito, un estallido de luz y sombra a la vez.
Las grietas carmesí y doradas que habían visto en el Abismo se abrieron ahora sobre el reino mismo, y de ellas descendió ella.
La Reina.
Ya no disfrazada de bondad.
Ya no vestida de blanco.
Su vestido era ahora negro y rojo, hecho de humo y brasas, y a su alrededor giraban criaturas imposibles: alas rotas, dientes de sombra, garras de cristal.
Su corona brillaba como un cuchillo al sol.
—¡LYARA! —rugió su voz, que era todas las voces a la vez—.
—Devuélveme lo que es mío.
La tierra tembló. Soldados de la Luz y de las Sombras emergieron de las grietas y del bosque, enfrentándose entre ellos, pero todos convergiendo hacia ella: la que tenía el destino en sus manos.
Los cielos tronaron con el choque de espadas y alaridos de las criaturas.
Lyara se irguió en el centro del caos, las manos temblando pero sin ceder.
Gareth se adelantó a su lado, espada desenvainada, su armadura reluciendo, dispuesto a defenderla aunque se partiera en dos.
Ashar, a su otro lado, conjuró fuego líquido en sus tatuajes y murmuró entre dientes:
—Si piensas arrodillarte ahora, princesa… olvídalo. Te arrastraré a las profundidades yo mismo antes de verte ceder.
Los ojos de la Reina se clavaron en Lyara, llenos de odio y deseo.
—Tú no eres nada sin mí —escupió la Reina, avanzando, cada paso suyo quebrando el suelo—. Yo te di forma. Yo maté por ti. Y ahora abrirás la Puerta y devolverás el poder a quien lo merece.
Lyara tragó saliva, pero no retrocedió.
Sintió a los dos hombres a cada lado, la tensión eléctrica entre ellos —la lealtad de Gareth, la devoción peligrosa de Ashar— y comprendió, por fin, que ninguno decidiría por ella.
—Te equivocas —dijo, su voz creciendo en fuerza—. Yo no soy tu llave.
—Yo no soy de nadie.
Abrió las manos, y la luz del Thalyss —la marca que ardía en su piel desde el Abismo— se extendió por todo su cuerpo.
Por un instante, el bosque se iluminó como un sol nuevo, cegando incluso a la Reina, que retrocedió, furiosa.
Ashar soltó una carcajada baja.
—Ah, ahora sí… ahí está ella.
Gareth miró con una mezcla de asombro y miedo.
—¿Qué estás…? Lyara, ¡espera!
Pero ya no escuchaba a ninguno de los dos.
Dio un paso al frente y la tierra se resquebrajó a su alrededor.
Las grietas crecieron, devorando árboles, soldados, y extendiéndose hacia el trono vacío que la Reina había dejado en su propio reino. Las criaturas chillaban, el aire olía a magia pura y a sangre.
La Reina gritó su nombre, enloquecida, mientras intentaba detener la avalancha de luz y sombra que Lyara había desatado.
Pero Lyara, con los ojos ardiendo y la sangre latiendo como un tambor en sus oídos, no se detuvo.
Y cuando por fin la grieta la alcanzó a ella, Lyara abrió los brazos, cerró los ojos… y saltó.
El mundo estalló en blanco.
Y entre el caos, una última mirada de Ashar —ardiendo en orgullo y peligro— y otra de Gareth —perdida entre miedo y amor—, la siguieron hasta el borde de todo.
#1836 en Fantasía
#322 en Magia
magia aventura accion simbolismo, magia bikremly misterio mundos magicos
Editado: 25.07.2025