Tham Luang

5

Los minutos siguientes transcurrieron en silencio. Mew parecía concentrado en el camino que se volvía más empinado a cada paso. Pero aunque ninguno de los dos decía nada, Mew no soltó la mano de Gulf en ningún momento. Y cada dos ó tres pasos se daba vuelta, miraba a Gulf y le regalaba una sonrisa extremadamente dulce.

Ya casi habían completado una hora de caminata cuando un nuevo temblor los hizo detener. Se pegaron instintivamente a una de las paredes rocosas : la espalda de Gulf rozando la fría superficie y un Mew de frente a él, con su rostro pegado al rostro de Gulf y abrazándolo como buscando protegerlo.

Mew sentía todo el cuerpo de Gulf temblar. Y sabía que no era por el temblor, un temblor que tenía claramente el doble de intensidad que los anteriores. Acercó su boca al oído de Gulf y le habló con extremada dulzura :

—¿ Conoces la leyenda de Tham luang?

Gulf clavó sus ojos en los ojos de Mew y trató de olvidarse de los temblores y concentrarse en lo que aquella voz comenzaba a narrarle ahora...:

— Esta cueva pertenece a la cadena montañosa de Doi Nang Non, que literalmente significa la montaña de la mujer dormida. Hace mucho tiempo atrás una joven, algunos dicen que era una princesa, se escondió dentro de una de estas cuevas con el hombre al que amaba y cuando su padre mandó soldados a matarlo, ella se suicidó y las piedras adquirieron la forma de su cuerpo dormido ...

Aún cuando la voz de Mew sonaba extremadamente sensual, Gulf comenzó a temblar más.

Si los dos amantes habían muerto allí adentro, ¿ Qué posibilidades tendrían ellos dos de salir de allí con vida?

Mew se mordió el labio al ver el rostro de Gulf en la semi penumbra. No había sido una buena idea hablar sobre aquella leyenda. Lo que pensó en un primer momento que podía ser mágico y romántico, ahora le parecía la peor de las historias.

Otro temblor comenzó a agitar todo alrededor. Entonces Mew miró a Gulf y preguntó :

—¿ Aceptarías tener una cita ...?

Gulf tragó saliva nervioso.

—¿Con ... quién?— preguntó confundido.

Aún le costaba trabajo convencerse de que a quién a aquel hermoso joven Mew había besado había sido él. Y había sido un beso real, no una ensoñación. Aún sentía el fuego en sus labios. Mew se acercó más a Gulf y volvió a sonreír.

— Conmigo ... tú y yo... cuando salgamos de aquí ... una cita ...

Gulf respiró del aliento de Mew como si se tratara del único aire disponible. Mew, al ser consciente de lo que el Gulf hacía, pegó con suavidad sus labios a los labios de aquel jovencito tembloroso y pálido y lo besó con delicadeza.

— Hay un lugar cerca de la ruta a Myanmar que tiene un mirador y hay un sitio donde preparan el mejor Satay gai de la región ...

— Soy ... vegetariano ...— pronunció Gulf apenas despegando los labios de Mew.

— Que sea Tom Yum, entonces. La mejor sopa del norte de Tailandia ...

Gulf quiso decir que sí pero en vez de hablar en un impulso lo besó como toda respuesta.

— Tenemos una cita, entonces ...

— Tenemos una cita ...

— Mientras jugábamos no podía quitarte la vista de encima, llamaste mi atención desde que entraste al campo de juego. — confesó Mew en un arrebato y volvió a acercarse a Gulf.

Pero justo cuando el beso se hacía más intenso y profundo, un estruendo retumbó en el estrecho pasillo y en un impulso, ambos treparon a una pequeña cámara que se abría cercas y se elevaba unos diez metros del suelo que ahora se convertía en un caudaloso y helado río.

Mew y Gulf se abrazaron, mientras se dejaban caer contra una pared húmeda en silencio. Sólo se oía al avance del agua y sus corazones retumbando nerviosos.

Mew se quitó su campera deportiva azul y se la pasó por los hombros a un Gulf que no dejaba de abrazarlo.

— La princesa nos cuidará ...— le susurro Mew mientras cerraba los ojos— la princesa sabe qué ... tú y yo nos amamos ...

Gulf se estremeció ante las palabras de Mew.

—¿ Te gusta el Tom jump?— susurró Mew quedándose dormido, rendido por el hambre, el cansancio y el frío.

— Me gustas tú ...— respondió Gulf en otro susurro, mientras caía en un sueño profundo en el que Mew no dejaba de sonreírle y le decía cuánto lo amaba.

La luz de la linterna finalmente se extinguió la temperatura descendió varios grados abruptamente. Y horas después las paredes de roca dejaron de temblar mientras una risa delicada retumbaba entre los recovecos de la cámara oscura y rodeaba a los dos jovencitos dormidos como si los arrullara con tierno cariño.




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