Sinceramente no creo poder retener ningún alimento en mi estómago justo ahora.
Frente a mí hay un plato de papás fritas y una rebanada de pizza esperando a que los devore, y cualquier otro día lo haría sin pensarlo, pero no hoy.
Denver me regala una sonrisa.
Fue muy amable de su parte dejar que me sentara con él en vista de que no conozco a nadie más. No es que haya superado por completo lo que pasó en la tienda, pero no creo poder lidiar con alguien más hoy.
Mi mirada regresa a la comida, quizá no debí tomarla en primer lugar, tal vez debí haber ido a mi habitación directamente y no haber dejado que la chica en la recepción me arrastrara hasta aquí.
Escucho una silla arrastrarse seguida de un plato chocando contra la mesa. Parris se sienta junto a Denver tomando el tenedor y el cuchillo que traía consigo.
—¿Ahora la nueva se sentará con nosotros?—pregunta antes de llevarse un trozo de carne a la boca.
—No conoce a nadie más, Parris, déjala tranquila.
—Solo digo que quizá no sea buena idea—él ni siquiera me mira, como si no fuera consiente de que soy capaz de escucharlos.
Suspiro y me levanto de la mesa.
Es demasiado infantil, pero no me importa. Salgo de lugar sintiendo unas cuantas miradas sobre mí, de cualquier forma no miro hacia atrás.
El aire fresco que golpea mi rostro al salir hace que me relaje. Mis piernas se mueven solas y me llevan hacia el lago.
Me dejo caer sobre el césped, abrazando mis rodillas y recargando mi mentón sobre las mismas. Mi cabeza sigue repitiendo una y otra vez que esto no es real, que debo volver a casa, pero muy dentro sé que es donde debo estar.
—Es interesante encontrarte aquí—una mujer y un hombre se acercan a mí con pasos calmados, igual a alguien que no quiere asustar a un pajarito que acaba de posarse en el suelo—, Chelle y yo solíamos venir aquí todo el tiempo cuando nos conocimos.
Chelle...
—Supongo que ustedes son los Marci, ¿cierto?—los evalúo con la mirada rápidamente. Él es más alto que ella, Chelle tiene el cabello de un tono rubio fresa muy similar al mío.
Por su parte, Woodrow tiene el cabello rubio platino y ojos azul eléctrico, del mismo color que mis globos oculares.
—Skylar—la voz que sale de los labios de Chelle es débil, suplicante. Sus ojos se llenan de lágrimas, para cuando me doy cuenta, sus brazos están rodeando mi cuerpo.
Me quedo inmóvil.
A pesar de la incomodidad que siento no me alejo de ella porque estoy segura de que esto es importante para su corazón.
Woodrow aparece en mi campo de visión y le pone una mano en el hombro a Chelle dándole a entender de que es hora de que se aparte de mí, le agradezco con la mirada aunque no sé si podrá ser capaz de interpretarlo de ese modo.
—Creímos que tardarían más en encontrarte, te perdimos la pista hace un par de años—se pasa una mano por el cabello, lo hace porque claramente intenta ganar tiempo para pensar en sus palabras—, debes estar un poco confundida.
Una risa amarga burbujea en mi garganta y sale de mi boca antes de que pueda evitarlo.
—¿Un poco confundida?, acabo de descubrir que mis padres biológicos están vivos, y que de hecho sabían dónde hallarme hasta hace dos años. Pero no solo eso, ahora estoy atrapada aquí con un montón de gente que habla de magia y cosas raras—giro mi cabeza para no seguir viéndolos—, así que disculpa si siento que "un poco confundida" no me define por completo en estos momentos.
—Sabemos que fue difícil, Sky y lamentamos mucho por lo que tuviste que pasar.
—¿Lo lamentan?, ¿qué parte exactamente?—fijo mi mirada en el agua.
—Todo, seguramente fue duro para ti crecer sin tus verdaderos padres, en un mundo totalmente ajeno a lo que eres.
—No solo fue duro—me levanto aún sin mirarlos—, tuve que encontrar la forma de sobrevivir, quizá no son conscientes de ello, pero cuando un niño entra en el sistema del gobierno, le pagan a las familias para que los cuiden—las imágenes de mi infancia pasan igual que una película en cámara rápida—, cuando alguien al fin estuvo dispuesto a darme un hogar verdadero para sacarme del albergue, tuve que lidiar con adictos, todo eso sucedió cuando tenía seis años, y hui de mi primer hogar de acogida a los siete.
—Intentábamos protegerte.
—No salió muy bien, ¿verdad?—lleno mis pulmones de aire, tragándome las lágrimas que amenazan con salir de mis ojos y tomando el valor suficiente para verles de nuevo—, ustedes deben tener sus razones, pero no puedo oírlas ahora, necesito tiempo.
Chelle está llorando, un llanto silencioso que hace que mi corazón duela sin saber bien por qué.
Camino hacia el edificio en el que se supone está mi dormitorio y busco el cuarto 8723. Al final descubro que está en la tercera planta.
La puerta se abre sin que la toque, algo que parece ser bastante normal aquí. Lo que veo al otro lado me deja con la boca abierta.