Una alarma me despierta, no es lo suficientemente fuerte para que mi pulso acelere su ritmo, pero si para que mis ojos se abran y deje salir aire de mis pulmones.
Las ventanas dejan entrar la luz del sol en la habitación. Parece que afuera hay un día hermoso, es una lástima que no pueda disfrutarlo como debería.
Me pongo de pie provocando que mis huesos crujan, quizá la postura en la que me quedé dormida no fue la mejor y ahora mi cuerpo me lo reclama de la única manera en la que sabe: dolor.
Me doy una ducha rápida, por suerte la regadera funciona igual a la de mi pequeño apartamento, por lo que el único problema que tengo es el de entender los distintos frascos de shampoo sobre las repisas.
Al final me decido por un frasco naranja con un letrero que dice: "brilla como las hadas" porque, ¿nadie podría resistirse a eso, no?
Cuando salgo enredo mi cabello en una de las toallas y voy al vestidor. Hay un montón de opciones, pero algunos colores son tan chillantes que incluso tengo que entrecerrar los ojos ligeramente para que no me lastimen la vista.
Al final encuentro un vestido negro con cuello blanco que combino junto a unas medias y botas negras. No es precisamente lo más deslumbrante, pero nunca he sido de las que se obsesionan por la ropa.
Me quito la toalla de la cabeza para desenredar mi cabello y mientras lo cepillo noto que hay algo raro ocurriendo.
Quizá el brillo de hadas no es tan sutil como creí.
Parece que me lanzaron un bote de purpurina encima. Respiro un poco, esto es un desastre, pero uno que no voy a poder deshacer sola.
Me rizo las pestañas y no les pongo mascara porque tengo miedo de que pase algo más.
Escucho unos golpes en la puerta.
Chelle y Woodrow están parados en el recibidor, no tengo idea de cómo entraron, pero si me alivia verlos.
Creo que el dormir sí me sirvió para aclarar mis ideas, al menos para decidir que quiero escuchar su lado de la historia.
—Supimos que harás tu examen de asignación de elemento, creímos que necesitarías apoyo—asiento agradecida—, te llevaremos hasta el aula.
Los sigo por el pasillo y luego fuera del edificio. Me es imposible ignorar la forma en la que las personas se giran para mirar a los Marci con admiración en el rostro, como si fueran algún tipo de celebridad en Thantia.
—¿Estás nerviosa?—Chelle me mira mientras aferra su mano con la de Woodrow—, yo lo estaba cuando entré aquí—suspira—, no tienes nada que temer, ese examen es fácil.
—¿Para qué es exactamente?
—Bueno, para poder estar aquí necesitas que te asignen un elemento—sonríe, parece complacida de que esté interesada en saber más sobre esto—, al principio, cuando Avram Thantia fundó el campus creía que solo eran cuatro: agua, aire, fuego y tierra.
—Pero conforme avanzó el tiempo—continúa Woodrow—, se dio cuenta de que el poder de los elementos iba más allá—llegamos al edificio principal y sostiene la puerta para que nosotras podamos pasar—, así se crearon los sub-elementos.
Asiento intentando absorber la información.
Elementos y sub-elementos, suena sencillo cuando lo explican de esa forma, demasiado real incluso.
El aula diez está en la segunda planta, una mujer nos espera fuera del aula y hace una reverencia hacia nosotros cuando estamos cerca.
Es más alta que Chelle y yo, puedo ver que es demasiado bonita, aunque su rostro me recuerda a alguien más, solo que mi cerebro no logra dar con la persona correcta.
—Buenos días, Skylar, soy la profesora Eiran, me encargaron hacer tu examen hoy y, por lo general, es un proceso que hacemos sin audiencia, pero la directora ha hecho una excepción—le da una mirada a Woodrow—, entren para que podamos comenzar.
El salón es amplio, lleno de bancas de dos plazas y un escritorio al frente junto a una pizarra verde de las que necesitan tiza. Después de todo lo que vi, esperaba algo más extraordinario, supongo que no todo tiene que ser tan pues... mágico.
Los Marci toman asiento en primera fila mientras la profesora posa delicadamente una mano en mi espalda y me dirige a una silla solitaria al frente del aula.
—Voy a aparecer diferentes objetos frente a ti y lo que tienes que hacer es elegir uno para tirarlo al caldero, ¿vale?
—Vale.
Aplaude y un caldero grande de metal aparece frente a mí.
Mira unas hojas y apunta su dedo hacia el caldero, este se llena con un líquido verde burbujeante que desprende humo con olor a menta.
Los primeros objetos son confusos. Tres piedras aparecen frente a mí, la primera es plateada y desprende un brillo sobrenatural que me hace desconfiar, la segunda, por otro lado, es morada y opaca provocando que si no la miras con atención se vea casi negra, igual a la obsidiana; la última es color aqua con pedazos blancos, no brilla demasiado, pero aún así hay algo en ella que parece encantador.
Elijo la piedra aqua, solo basta que le dé un ligero toque para que caiga al caldero salpicando un poco de su contenido.
Los siguientes tres son un poco más comunes, por lo que me veo obligada a elegir entre una horquilla para el cabello, un bolígrafo de tinta negra y una esfera de navidad.