Thantia

VIII

Aferro fuertemente la maleta negra que los Marci me dieron para guardar mis cosas mientras los espero fuera del edificio principal.

Axis está inquieto y molesto dentro de su jaula, no puedo culparlo, creo que se ha acostumbrado a su libertad.

La gente pasa a mi lado despidiéndose entre ellos y dándome algunas miradas de recelo por el camino. Todos parecen haber notado que el campus no necesitaba renovación alguna y no encuentran una mejor forma de expresar su descontento que dándome "empujones accidentales".

Estoy completamente sola y eso no mejora la situación en absoluto. Parris y Denver se fueron temprano por la mañana con la profesora Eiran.

Por supuesto que me enteré de ello por Danya, quien se fue hace media hora cuando su familia pasó a recogerla.

  —Quizá se olvidaron de nosotros—Axis emite un sonido estando de acuerdo conmigo.

Un carro negro se estaciona frente a nosotros.

La primera en salir es Chelle quien se acerca a mí y me da un abrazo bastante fuerte al que respondo torpemente. Woodrow me quita la maleta y la sube al auto.

Tomo la jaula de Axis y me meto en el vehículo que me parece lo más normal que he visto desde que llegamos aquí.

  —No se ofendan, pero esperaba algo más... mágico.

Woodrow deja salir una risa que hace a Chelle sonreír para mirarlo con ojos de colegiala enamorada.

El gesto casi me hace elevar las comisuras de mis labios, casi.

  —Bueno, no todo aquí abajo es muy diferente al mundo exterior, Skylar—se abrochan el cinturón al mismo tiempo, como si fuera una acción que hubieran practicado un millón de veces—, hay muchas cosas aquí que tomamos de allá arriba.

Pone en marcha el motor y comenzamos a alejarnos de los edificios del campus.

Estoy emocionada por ver el resto de Thantia, tengo un cosquilleo en la nuca que hace que mi estómago se revuelva y mis pulmones sientan que no tengo aire suficiente.

Pero mientras nos alejamos lo único que captan mis ojos son montañas que extrañamente se encuentran nevadas a pesar de que la temperatura es cálida.

No hay señal alguna de civilización.

El camino está desolado y mentiría si dijera que no estoy decepcionada al respecto, aún así intento que mi rostro no lo demuestre demasiado para que los Marci no lo noten.

Con todo y lo que siento me permito disfrutar del paisaje mientras dejo que mi mente divague.

De vez en cuando puedo sentir la mirada de Chelle por el retrovisor, pero finjo que no es así.

Una violenta sacudida hace que agarre con fuerza la jaula de Axis y me aferre al asiento. Una luz amarilla atraviesa el coche y hace que me estremezca un poco.

Entonces me doy cuenta.

Ya no hay rastro de lo que antes parecían unas simples montañas, en cambio puedo ver una gran ciudad con edificios igual de grandes que los rascacielos de Nueva York.

Mi boca se abre con admiración.

Hay tantas cosas sucediendo en la calle que me parece imposible concentrarme en una sola de ellas.

Algunos niños juegan lo que parece ser una versión mejorada de piedra, papel o tijera, donde lanzan alguno de los elementos principales y luego ven cuál de ellos le gana al otro.

Los adultos que no caminan preocupados en sus propios asuntos, hacen la función de vendedores ambulantes ofreciendo toda clase de pócimas o productos extraños que mi ojo inexperto no logra identificar.

  —Como puedes ver, esto no es diferente a las grandes ciudades de allá arriba—miro a Woodrow con una sonrisa—, el edificio de ahí es el parlamento de Thantia.

Señala una estructura ancha y no tan alta, pero que se ve bastante lujosa. Tiene la apariencia de un palacio antiguo aunque los colores son ciertamente más pintorescos de lo que podría haber adivinado.

Azul marino y rojo se combinan a partes iguales para hacer resaltar el edificio entre todos los demás.

Puedo decir sin temor a equivocarme que lo lograron.

Woodrow sigue manejando hasta que diez minutos después apaga el motor enfrente de un enrejado negro que lleva el mismo símbolo del Sol y la Luna que vi en el sobre que recibí hace unos días.

Pasa un segundo hasta que el enrejado se mueve para que el carro pueda pasar.

Lo siguiente que mis ojos ven es un jardín enorme lleno de flores de todos los colores y con algunos árboles que le dan un toque irreal.

Y luego mi boca vuelve a abrirse con sorpresa.

La casa de los Marci es enorme, igual a una de esas mansiones que salen en las películas de Hollywood. Está pintada de un blanco tan inmaculado que parecería que pagan a alguien para asegurarse de que se mantenga así. Hay algunas aplicaciones doradas en las cornisas y las columnas que no me extrañaría saber que son de oro.

Subimos unas escaleras para poder llegar a la entrada. Hay dos puertas grandes y altas de madera con el símbolo de los Marci grabado en ellas.

  —Esta casa ha estado en mi familia durante siglos—Chelle sonríe dulcemente—, ha pasado de generación en generación a través de los años y, algún día, será tuya—dice con voz soñadora dándome un medio abrazo.

Woodrow es el que se encarga de mover la puerta para que podamos entrar.



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En el texto hay: elementos, academia, thantia

Editado: 11.10.2019

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