Thantia

XXIX

Puedo sentir la mirada de la señora Eiran clavada en mi rostro y, por mucho que trato de ignorarla, la incomodidad se instala en mi pecho.

  —¿Sucede algo?—la miro con mi mejor cara de aburrimiento—, o es solo que está tratando de memorizar mi rostro para inmortalizar mi belleza en su memoria por siempre.

Mi voz llama la atención de todos los Eiran.

  —¿Dónde lo conseguiste?

  —¿El qué?—digo haciéndome la desentendida aunque sé perfectamente de lo que habla.

  —El anillo, ¿dónde lo conseguiste?

  —¡Oh!—levanto mi mano para que pueda verlo mejor—, tengo que admitir que al principio no me gustaba tanto la combinación plata-rubí, pero ahora me parece simplemente fantástica.

  —¿De dónde lo tomaste?—la rabia se asoma en sus palabras.

  —No tuvo que tomarlo de ningún lado—comenta Lucian con aburrimiento—, fue Parris quien se lo dio.

  —Eso es imposible, la tradición...

  —Siempre supimos que Parris no sería leal a la causa, Talitha—los hombros de la señora Eiran se tensan—, fuiste la única que se negó a verlo, pero ahora, con él fuera del camino, todo será más sencillo para ti.

Me sorprende darme cuenta de que el rostro de la señora Eiran se llena de preocupación.

Una pequeña esperanza se enciende en mi pecho, ¿sería posible que haya algo de amor maternal en ella que pueda ayudarme?. La señora Eiran me descubre mirándola y entonces su expresión se vuelve neutra de nuevo.

Mis ojos se desvían hacia la ventana del auto.

Esta parte de Thantia es, probablemente , la más despoblada. No hay demasiados árboles y el suelo está lleno de tierra roja que no me parece demasiado fértil. Incluso el cielo luce un poco muerto.

Quizá soy solo yo relacionando todo con mi situación.

El auto se detiene y mi ceño se frunce cuando noto que lo que hay frente a nosotros es una especie de cabaña de madera que parece fuera de lugar con todo lo que he visto de Thantia hasta ahora.

Y entonces me doy cuenta.

He estado aquí antes, en una de esas veces en la que Lucian se metió en mi cabeza.

  —Me alegra que lo recuerdes—dice Lucian y no tengo que preguntar para saber que se ha metido en mi mente—, no esperaba menos de ti.

Los guardias aparecen de nuevo y me obligan a bajar del auto.

La puerta de la cabaña se abre sin que nadie la toque como invitándonos a entrar y lo que hay dentro me desconcierta, el lugar parece más una casa de campo que una bóveda.

Bajamos unas escaleras hacia el sótano y entonces nos encontramos con una puerta de madera similar a la de la bóveda en el parlamento.

Titubeo un segundo antes de tomar el pomo de la puerta. Vuelvo a sentir la energía fluyendo por mis venas, recorriendolas como si fueran parte de mi sangre.

  —¿Por qué esos cristales son tan importantes de cualquier forma?

  —No son los cristales—la puerta se abre y los guardias me impiden entrar en la bóveda tomándome de los brazos—, es lo que se puede hacer con ellos—Lucian toma el pequeño saco en medio de la habitación con delicadeza—, como controlar la magia en Thantia.

Una sonrisa aparece en sus labios, pero no le dura mucho, un gran estruendo se deja oír afuera de la cabaña y mi corazón da un vuelco.

¿Qué demonios?

Los guardias me sueltan y salen corriendo de la cabaña aparentemente dispuestos a atacar, corro detrás de ellos más por curiosidad que por otra cosa.

Denver y Danya están parados uno junto al otro con expresiones muy serias en el rostro.

  —No habrán empezado la fiesta sin nosotros, ¿o si?

  —Tienen que ir al parlamento, Parris y su abuela...

  —Lo sabemos—las manos de Danya se levantan—, están a salvo.

Un par de chorros de agua salen disparados de sus palmas impactando directo en el pecho de los guardias noqueandolos.

  —Me preguntaba cuánto tardarían en hacer algo así—Lucian habla detrás de mí—, debo admitir que tardaron menos en llegar de lo que pensé—me giro un poco para verlo. Los cristales ahora están en sus manos y, juzgando por la cantidad que tengo a la vista, puedo decir que los ha juntado ya con los que consiguió de la base de Rutherglen—, bueno, esto naturalmente anula nuestro acuerdo.

El alma se me cae a los pies.

  —No, hice lo que querías, y tú dijiste que...

  —Atacaron a dos guardias, no es algo que puede quedar impune, los ciudadanos de Thantia...

  —¡Oh, vete al diablo!

Denver hace un movimiento de manos y espera un segundo, pero nada sucede. Su rostro pierde color mientras repite el movimiento.

  —¿Qué sucede, muchacho?—Lucian toma uno de los cristales que comienza a tornarse negro—, ¿hay algo raro con tus poderes?

La burla en su voz es evidente.

  —Dijiste que si te ayudaba con los cristales, los dejarías tranquilos.

  —Claro que lo hice, pero la gente cambia constantemente—los tres Eiran restantes salen de la cabaña—, y ahora mismo siento que no puedo dejar cabos sueltos—mira a Danya y a Denver con una media sonrisa—, nada personal, muchachos.

Una serpiente de fuego sale de su cuerpo y se transporta por el aire como acechandolos. Mis piernas se mueven, trato de alcanzarlos antes que la serpiente, pero el fuego es más rápido que yo.

Denver abraza a Danya y trata de protegerla con su cuerpo, pero, afortunadamente, una barrera plateada se forma justo antes de que el fuego los atrape.

Respiro hondo antes de ver más allá donde mis padres caminan hacia ellos con rapidez.

  —¡Ah!, qué gusto que se nos unan—Lucian guarda los cristales en sus bolsillos—, sabía que sería así.

Chasquea y de algún lugar dentro de la cabaña comienzan a salir varios guardias y personas que jamás había visto.

Lo que me sorprende es que de detrás de los Marci también comienza a aparecer gente. Creo reconocer a la familia de Danya entre ellos por el parecido que tienen con ella.



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En el texto hay: elementos, academia, thantia

Editado: 11.10.2019

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