CAPÍTULO 3 –
Ha-eun salió de la bakery casi flotando.
—¡¡NO PUEDO CREER QUE TENGA UN TRABAJOOOO!! —gritó mientras agitaba los brazos como si estuviera espantando palomas invisibles.
Jisoo, que venía detrás, la imitó.
—¡¡Y NO CUALQUIER TRABAJO, SINO UNO FANCY, DE BAKERY CARÍSIMAAAAA!!
Las dos comenzaron a dar saltitos en la acera, como si estuvieran grabando la escena final de un drama donde todo sale bien.
Cuando terminaron la mini coreografía de victoria, Jisoo la tomó de la mano.
—Amiga... esto hay que celebrarlo.
Ha-eun parpadeó.
—¿Celebrar? Pero— no sé... estoy cansada, tengo que ahorrar... y—
—¡Tonterías! —interrumpió Jisoo—. Hoy salimos. Bailamos. Gritamos. Me enamoro de alguien. Tú también si quieres. O te sientas a juzgar mis decisiones. Es nuestro día.
Ha-eun apretó los labios, dudosa.
Pero luego recordó su currículum sobreviviendo al escrutinio mortal de Kang Min-jae... su prueba de café explosivo... su vida de desastre constante.
Sí. Sí había motivos para celebrar.
—Bueno... —sonrió—. Quizás sí. ¿Bailar un rato?
Jisoo chilló.
—¡¡ESO! Vámonos a tu departamento, nos arreglamos, y luego ES DE NOCHE, BEBÉ.
Las dos comenzaron a caminar como si fueran protagonistas de un videoclip, con el viento inexistente moviendo sus cabellos.
El ascensor del edificio se abrió con un ding suave.
Entraron.
Jisoo inmediatamente apoyó la espalda en la pared, cruzó los brazos y soltó:
—Hablemos de algo IMPORTANTE.
Ha-eun la miró desconfiando.
—¿Qué?
Jisoo ladeó la cabeza, sus ojos brillando.
—Dohan.
Ha-eun se llevó la mano a la frente.
—Ya empezamos...
—Es que, amiga... —Jisoo puso las manos en las mejillas— ¡ERA TAN GUAPO! Tenía esa sonrisa encantadora, como de chico bueno que te invita a comer panecitos recién horneados. Yo... yo podría enamorarme ahora mismo.
Ha-eun le dio un codazo inmediato.
—¡Jisoo! Ni se te ocurra conquistar al gerente. ¡NI LO PIENSES!
—¡Auuuch! ¿Por qué no?
—Porque —respondió Ha-eun con dramatismo extremo— si llegas a enamorarte de él, hacer tonterías, o romperle el corazón... ¡ME DESPIDEN A MÍ! ¿Sabes lo que me costó ese empleo? ¡Dos riñones, tres costillas y la dignidad!
Jisoo rodó los ojos.
—Ay, exageradita. Solo dije que era bonito. Además... —la miró con picardía— ¿y si él se enamora de mí primero?
Ha-eun la volvió a golpear con el codo, más fuerte.
—¡NO! ¡PROHIBIDO! ¡VETADO! ¡TACHADO! ¡BORRADO! ¡NADA DE AMOR EN MI LUGAR DE TRABAJO!
Jisoo apretó los labios para no reírse y luego dijo, cambiando de tema:
—Bueno, entonces hablemos del otro. Del dueño. Del señor "Me-visto-con-trajes-de-un-millón-de-won". Kang Min-jae.
Ha-eun puso cara de "no quiero hablar de eso".
Jisoo levantó una ceja. Y empezó a golpearla con el codo, diciendo:
—Eh. Eh. Eh. Admítelo. Está muy guapo.
Ha-eun infló las mejillas, derrotada.
—Sí es guapo... PERO —levantó un dedo— tiene cara de estar sufriendo siempre. Como si tuviera acidez crónica.
Jisoo explotó de risa.
—¡JAJAJAJA! ¡DE ACIDEZ!
Ha-eun también rió, satisfecha con su comparación.
—Es verdad. Tiene esa expresión de "todo me molesta, incluso respirar". Seguro su hobby es juzgar a la gente desde lejos.
—Bueno, pero igual está muy guapo —insistió Jisoo, moviendo las cejas de manera ridícula.
Ha-eun abrió la boca para responder cuando—
¡DING!
El ascensor llegó.
La puerta se abrió al piso de Ha-eun.
Las dos dieron dos pasos hacia afuera... y se congelaron.
A unos metros, parado como un guardia medieval, estaba el dueño del departamento de Ha-eun.
Un hombre de unos cincuenta, cejas gruesas, mirada severa, y dedos acusadores diseñados exclusivamente para señalar inquilinas morosas.
Ha-eun sintió cómo su sangre se evaporaba.
El hombre levantó el brazo.
Y la señaló.
Directo.
Como si fuera una bruja a punto de ser quemada en la plaza del pueblo.
—¡TÚ! —exclamó con voz grave, eco dramático incluido.
Ha-eun sonrió... con una sonrisa nerviosa que temblaba como gelatina.
—Ehhehehehe... lo siento... piso equivocado...
Empezó a retroceder como un cangrejo asustado, mientras apretaba frenéticamente el botón del ascensor.
—Vamos, vamos, vamos, VAMOOOOS —susurraba en pánico.
El hombre dio un paso hacia ella.
—¡PARK HA-EUN, TIENES QUE—!
—NO ESCUCHO, NO ESCUCHO, NO ESCUCHO —cantó Ha-eun, sin dejar de dar golpes al botón.
Jisoo estaba tan nerviosa que también apretaba botones al azar, incluso los que no existían.
—¡Ha-eun, viene! ¡VIENE! —gimió.
El dueño empezó a acelerar.
Ha-eun soltó un chillido dramático.
Las puertas comenzaron a cerrarse lentamente... demasiado lentamente.
El dueño estiró la mano.
—¡¡PARK HA-EUUUUUUN—!!
¡CLACK!
Las puertas se cerraron justo antes de que él llegara.
Silencio.
Ha-eun y Jisoo respiraron como si hubieran sobrevivido a un terremoto, una invasión alienígena y un final sorpresa de drama coreano... todo al mismo tiempo.
Ha-eun se dejó caer en el piso del ascensor.
—Voy a morir —jadeó—. Mañana me va a sacar las tripas. Voy a llegar y todas mis cosas estarán en bolsas negras.
Jisoo se deslizó junto a ella, igualmente cansada.
—Bueno... —dijo entre risas— por lo menos esta noche celebramos antes de que te desahucien.
Ha-eun la miró con horror.
Pero luego ambas comenzaron a reírse como locas.
Porque sí, era una tragedia.
Pero una tragedia muy, muy divertida.
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Hello, nuevamente yo y no paro de reír con las locuras de estas dos jajajaja Ha-eun es una loquilla y ni hablar de Jisoo ambas son la combinación perfecta. Por cierto muero con el apodo de Kang jajaja (señor cara de acidez crónica) jajajaja sin duda alguna esto es muy gracioso y ya veremos que pasará en el siguiente capítulo. Chaito.