CAPÍTULO 4 –
La mansión estaba más silenciosa de lo normal cuando Kang Min-jae entró. Esa clase de silencio elegante que solo existe en casas con demasiado dinero, demasiado espacio... y muy poca gente viviendo dentro.
Colgó las llaves, dejó el maletín y caminó hacia el salón principal.
No dio ni dos pasos cuando escuchó la voz de su abuela, esa voz aguda, alegre y llena de vida que él no había heredado en absoluto.
—¡Min-jae, mi niño amargado favorito! —exclamó la anciana desde el sofá, tejiendo algo que probablemente jamás terminaría.
Kang suspiró.
—Hola, abuela.
Ella lo miró con una sonrisa traviesa.
—¿Cómo va el negocio? ¿Ya son famosos? ¿Ya tienes novia?
Min-jae frunció el ceño.
—Abuela, no empieces de nuevo, no tengo novia y eso no tiene nada que ver con el negocio —aclaró él en voz baja.
— Para mí sí tiene que ver, lo de la novia es parte del negocio...–hizo una pausa—de tu corazón, ja, ja, ja—
La abuela se reía tanto que sus hombros temblaban.
Min-jae frotó el puente de su nariz.
—No pasa nada nuevo en la bakery. Todo sigue igual.
—No exactamente —intervino Lee Dohan, que entraba en ese momento con una bandeja de té y demasiada sonrisa.
Min-jae lo fulminó con la mirada. Porque ya iba de soplón con la abuela.
Dohan, claramente, no captó el mensaje. O decidió ignorarlo como de costumbre.
—Contratamos a una nueva empleada —dijo alegremente.
La abuela dejó el tejido.
—¿Una chica? —preguntó levantando las cejas—. ¿Es guapa?
Antes de que Min-jae hablara, Dohan sonrió como quien disfruta provocar desastres.
—Bueno... digamos que el señorito Kang se interesó bastante. Aunque sea solo porque... ella es todo lo que a él le molesta.
La abuela abrió la boca en una gran sonrisa.
—Oooh, entonces...
Luego, sin piedad, le dio un codazo cómplice a su nieto.
—YA VEO... —canturreó—. ¡Entonces sí es guapa!
Min-jae se atragantó un poco.
—¿Qué...? ¡No! ¡No estoy interesado! Ella es... un desastre. Literalmente. Torpe. Habladora. Insoportable. No sabe hacer café. ¡Hizo explotar la máquina!
La abuela parpadeó.
—¿Hmm y por qué la contrataste?
Min-jae abrió la boca.
No salió nada.
—Yo... no lo sé —dijo finalmente, frustrado—. ¡No lo sé! Y no me interesa una novia, ¿está claro? Mucho menos esa... Ha-eun... Es un peligro para la sociedad, incluso para ella misma...
La abuela y Dohan intercambiaron una mirada cargada de "este hombre está enamorado y no se ha enterado".
Kang quiso protestar, pero la vergüenza le ganó. Su cuello estaba rojo.
—Yo me voy a mi habitación —murmuró.
Se fue sin mirar atrás.
La abuela soltó una carcajada.
—Está perdido —le dijo la abuela a Dohan.
—Completamente —asintió Dohan.
Y En la habitación de Kang Min-jae: crisis existencial en progreso
Min-jae se dejó caer en el sillón.
Se pasó la mano por el cabello, molesto consigo mismo.
¿Por qué la contraté?
¿Por qué no puedo dejar de pensar en la idiota que golpeó mi auto?
¿POR QUÉ es tan desastrosa y habla tanto?
Se levantó indignado.
—Ni siquiera me interesa—se dijo así mismo pensando en los comentarios de Dohan y la abuela.
Tocaron la puerta.
—Min-jae —llamó Dohan con voz tranquila.
—¿Qué?
—¿Quieres salir a despejarte? Hay un club bueno en el centro.
—No —respondió él cortante—. Eso es una tontería.
—No sales desde hace dos años, Min-jae.
—Estoy trabajando.
—Pareces un anciano —añadió Dohan.
Min-jae sintió un impacto emocional.
De repente, en su mente, se vio a sí mismo con barba larga, bastón, espalda encorvada... arrastrando pantuflas.
—¡No soy un anciano! —dijo señalando a Dohan indignado.
—Entonces ven conmigo —le respondió su amigo encogiéndose de hombros.
Min-jae suspiró.
—Voy solo para que no vayas tú solo —murmuró.
Dohan sonrió triunfante.
—Perfecto.
En el club nocturno: luces, música... y cero entusiasmo...
El club era uno de esos lugares famosos de la ciudad, lleno de luces de neón, música fuerte y gente bailando como si no existiera el mañana.
Min-jae pasó por la entrada sin emocionarse ni un poquito.
—Relájate —le dijo Dohan—. Voy por bebidas.
—Está bien —respondió Min-jae con total indiferencia.
Se quedó parado junto a una baranda, observando todo con expresión de "no quiero estar aquí".
La música retumbaba.
Las luces bailaban.
La gente reía.
Y él ahí, rígido como una estatua.
¿Por qué vine...?
Miró hacia un costado... justo cuando alguien chocó contra él con fuerza.
—¡AH! ¡Cuidado! —gritó la voz femenina.
Algo cayó.
Un bolso rodó por el piso.
Y la chica se tambaleó hacia adelante, agarrándose del blazer de Min-jae para no caer.
Min-jae bajó la mirada.
Y vio a ella.
A Park Ha-eun.
Con el cabello suelto, maquillada, ropa bonita... y la misma expresión de desastre absoluto.
Los ojos de ella se agrandaron.
—¿Tú...? ¡¿QUÉ HACES AQUÍ?! —preguntó señalándolo como si fuera un fantasma.
Min-jae apretó la mandíbula.
—Yo podría preguntarte lo mismo.
—¡¡ME ESTÁS SIGUIENDO!! —acusó ella dramáticamente.
—¡No te estoy siguiendo!
Ha-eun soltó su blazer y trató de recoger su bolso... pero al hacerlo, golpeó la mesa de atrás, tiró una bebida, resbaló y—
¡PUM!
Cayó sentada frente a él.
Todos alrededor voltearon a verla.
Min-jae se pasó la mano por la cara.
—Eres... un peligro público —murmuró.
Ha-eun lo señaló con indignación desde el suelo.
—¡Y tú eres un imán para mis accidentes!
Kang Min-jae cerró los ojos.
¿Por qué siempre terminaba así con ella?
Pero cuando abrió los ojos...
la vio riendo nerviosamente, con mejillas rojas, sentada en el suelo del club.