CAPÍTULO 7
La puerta del departamento se abrió de golpe casi a la una de la madrugada, y Ha-eun —medio dormida— escuchó un suspiro soñador seguido de pasos exageradamente felices.
—Ha-eun... Ha-euuuuun... —canturreó Jisoon.
Ha-eun apenas levantó un párpado.
—Dios mío... ¿qué hora es? —murmuró enterrando la cara en la almohada.
Jisoon cayó sentada en la cama de Ha-eun con expresión de princesa enamorada.
—Adivina quién pasó la noche ASÍ de cerquita de un príncipe de cuento... —dijo juntando sus dedos y moviéndolos como si fueran lucecitas mágicas.
—Déjame dormir... —gimió Ha-eun, jalándose las cobijas—. Tengo que ir al trabajo mañana.
—¡Pero fue increíble! Dohan es tan... tan... ¡es como si Disney lo hubiera fabricado con pan rallado y luz celestial!
Ha-eun soltó un gruñido.
—Me alegro por ti... mucho... pero mañana el señor tengo acidez me va a despedir si llego con una ojeras del tamaño de un estadio.
—¡Ah! ¡Es cierto! —Jisoon se metió debajo de las cobijas como una niña curiosa—. ¿Y cómo te fue con el señor tengo acidez?
Ha-eun presionó la almohada contra su cara.
—Prefiero no hablar de eso...
—Cuéntameeeee —pidió Jisoon sacudiéndola como un bebé gigante.
—¡Ya basta! —Ha-eun se incorporó con los pelos parados—. ¡Necesito dormir! Si no, Kang Min-jae me va a echar del trabajo antes de empezarlo oficialmente, ¿sí? ¡Buenas noches!
Jisoon cruzó los brazos y frunció la boca como niña regañada.
—Jum... está bien. Pero mañana quiero detalles —dijo bajando el tono mientras ya se quedaba dormida—. Do-han... príncipe... pan dulce... saranghae...
Ha-eun suspiró.
La noche sería corta.
A la mañana siguiente...
Un despertador sonó como si quisiera destruir el mundo.
Ha-eun abrió un ojo.
Luego el otro.
Pero su cuerpo no cooperaba.
Se levantó de la cama como un zombie recién salido de la tumba, arrastrando los pies hacia el baño.
En la otra cama, Jisoon dormía profundamente.
Tan profundamente que...
Se estaba chupando el dedo como un bebé.
—No... Dohan... esa dona es mía... —balbuceó dormida, abrazando una almohada como si fuera un pan.
Ha-eun rodó los ojos con ternura.
Cinco minutos después, salió del departamento sosteniendo un café que parecía su única razón de existir.
En el Bakery
Cuando llegó, casi se cae hacia adelante del sueño.
Y ahí estaba él.
Kang Min-jae.
Impecable.
Serio.
Mirándola de arriba a abajo como si estuviera examinando un objeto defectuoso.
—Llegó temprano —dijo, aunque sonaba más a "más te vale" que a felicitación.
Ha-eun enderezó la espalda como pudo.
—Sí... claro... ordene, jefe...
—Empiece acomodando todo. Y trate de mantenerse despierta.
Ella asintió con los párpados medio cerrados.
Kang chasqueó los dedos justo frente a su rostro.
Ha-eun dio un brinco.
—¡Sí mamá ya desperté! —soltó sin pensar.
El rostro de Kang fue un poema trágico.
—No soy su madre. Y usted necesita aprender a ser más eficiente.
Ella asintió, pero incluso su asentimiento pareció lento.
Durante toda la mañana él se la pasó regañándola:
—Eso va ahí, no allí.
—No derrame el azúcar.
—Deje de bostezar encima de la masa.
—Trabaje más rápido.
—Concentración, Ha-eun.
Ella solo pensaba:
No puedo renunciar... le debo dinero... soy su esclava salarial...
Más tarde
—¡Buen día! —entró Dohan con su sonrisa radiante.
Ha-eun tenía la cara apoyada en la mano, literalmente quedándose dormida de pie.
—Bienvenido a Bakery... uh... Bakery... —dijo a medias, sin recordar el nombre.
Dohan soltó una carcajada.
—Ha-eun, ¿por qué viniste tan temprano?
Ella bostezó tan fuerte que casi se le dislocó la mandíbula.
—El señor Kang dijo que debía llegar muy temprano... —respondió como niña castigada.
—No puedo creerlo —dijo Dohan negando con la cabeza—. Ese hombre es insufrible.
Ha-eun quiso responder, pero solo suspiró.
—Tranquila —dijo él—. Yo me encargo de la caja. Tú puedes entregar las órdenes, ¿sí?
Ha-eun le sonrió como si él acabara de salvarle la vida.
—Gracias... eres un ángel...
Ha-eun tomó un café con cuidado...
Demasiado cuidado...
Casi ceremonial.
Era una orden para una clienta.
Pero cuando giró hacia la mesa...
Su pie se enredó con nada.
Con el universo.
Con el aire.
—No... no... NOOO... —susurró en terror.
En ese mismo instante, Kang Min-jae salió del área de trabajo buscando a Dohan.
Y entonces...
PLOOOOSH
El café voló...
Y cayó directamente en su traje.
Caliente.
Muy caliente.
—¡AH! ¡AAH! ¡ESTÁ CALIENTE! —soltó Kang agitando las manos como si hiciera un baile extraño para expulsar un espíritu maligno.
Ha-eun quedó paralizada.
Luego entró en modo pánico exagerado.
—¡PERDÓN, PERDÓN, LO SIENTO, AYY, VOY A MORIR, QUÉ HAGO, QUÉ HAGO! —chilló con voz aguda.
Kang seguía sacudiéndose, más rojo que una remolacha.
Y en su desesperación...
Ha-eun tomó una jarra de agua y...
SPLAAASH
Le echó el agua encima.
Enterito.
De pies a cabeza.
Quedó empapado.
Goteando.
Destrozado.
Con café y agua mezclándose.
—Yo... yo quería apagar... lo caliente... —susurró Ha-eun con horror.
Kang apretó los dientes.
—Ha-eun... —dijo con tono de amenaza divina y con un ojo parpadeando solo como si tuviera un tic nervioso — usted es... un peligro para la sociedad—añadió señalándola con un dedo acusador.
Ella se tapó la cara con ambas manos, casi llorando.
—Lo siento mucho, muchoooo, soy una desgracia...
—Ahora no solo me debe dinero —continuó él, seco—. También un traje nuevo. Este traje cuesta más que dos meses de renta de su departamento—reconoció poniendo esa cara de acidez extrema que lo caracterizaba.