CAPÍTULO 8 –
Kang Min-jae entró a su oficina goteando, dejando un rastro de café diluido con agua por todo el piso. Cerró la puerta de un portazo y soltó un sonido entre gruñido y rugido.
—¡AGH! ¡Esa mujer...! —refunfuñó mientras tomaba un puñado enorme de servilletas del escritorio y se frotaba el traje sin ningún éxito.
Cuanto más lo limpiaba, más parecía un cuadro abstracto de café húmedo.
Dohan entró con cautela, como quien visita la jaula de un tigre con gastritis.
—Min-jae ... ¿estás bien?
Kang lo fulminó con la mirada.
—¿Parezco bien? ¡Estoy empapado! ¡Hueloooo... a cappuccino barato!
Dohan respiró hondo.
—No seas tan duro con ella. Para Ha-eun no ha sido fácil. Está nerviosa, quiere hacerlo bien...
Kang puso los ojos en blanco tan fuerte que casi se le ven las neuronas por detrás.
—Por favor. Esa mujer es un peligro hasta para ella misma. ¡Para mí! ¡Para la humanidad!
Dohan se cruzó de brazos, ya acostumbrado a los dramas de su amigo.
—Solo digo que deberías tenerle un poco de paciencia.
Kang dejó caer las servilletas y alzó ambas manos...
...y empezó a estrangular el aire, como si estuviera ahorcando a un fantasma.
—¡Es que quisiera...! —dijo con los dientes apretados mientras hacía el gesto más homicida y exagerado del planeta.
Dohan negó con la cabeza.
—Ese no es el tipo de paciencia que me refiero.
Kang bufó.
—¿Más paciencia? —preguntó abriendo los ojos enormes—. Si soy más tolerante con esa mujer... me volveré un mártir.
O peor aún... ¡me saldrán alas!
Dohan soltó una risa suave.
—Kang, nunca te había visto así.
Pareciera que no te molesta el incidente en sí... sino el hecho de que no puedes tener control de todo como siempre.
Kang frunció el ceño, como si lo hubiera insultado gravemente.
Dohan continuó, ladeando la cabeza:
—Y justo aparece Ha-eun... y te desestabiliza por completo.
El silencio que siguió fue glorioso.
Kang pestañeó.
Una vez.
Dos veces.
Después señaló la puerta.
—Dile que limpie el desastre. —Su voz era seca, casi artificial, como si evitara admitir algo—. Y que haga lo que sea, lo que sea, menos despachar café.
Dohan sonrió.
—Perfecto. Le avisaré.
En el área del mostrador
Ha-eun estaba recogiendo servilletas del suelo con cara de funeral anticipado.
—Seguramente ya estoy despedida... —murmuraba en tragedia—. ¿Dónde venden casas debajo de puentes? Quizás pueda pagar una piedra como almohada...
Dohan se acercó y se agachó junto a ella.
—Ha-eun.
—¿Sí? —dijo con voz diminuta, sin atreverse a verlo.
—No estás despedida.
Ha-eun se congeló.
Luego se iluminó como un árbol de Navidad.
Y finalmente...
¡SALTÓ!
Saltó, brincó, agitó los brazos, hizo un mini-bailecito digno de un meme viral.
—¡Siiiiiii! ¡Sigo viva! ¡Sigo tenieeendo empleo! —canturreó girando sobre sí misma.
Dohan rió.
—Pero... tienes que limpiar el desastre. Y desde hoy, ni un dedo cerca del café. Mejor concéntrate en otras tareas.
—¡Lo que sea! ¡Lo que sea! ¡Puedo barrer, lavar, cantar villancicos, lo que usted quiera, señor Dohan! —dijo, haciendo una reverencia exagerada.
Dohan se fue para ayudarla a conseguir un trapeador.
Y desde su oficina...
Kang Min-jae la observaba a través del cristal.
Había una pequeña línea entre sus cejas, no de enojo... sino de confusión.
Porque por más que intentaba odiar a Park Ha-eun...
...esa chica desastrosa, torpe, ruidosa... Muy ruidosa y dramática...
...estaba despertando en él una cosa aún más peligrosa que el café caliente.
Curiosidad.
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Ahhhhh muero con esto jajaja que loco jajajaja este Kang pobrecito le tocó difícil con Ha-eun la muchacha en cualquier momento lo hace pasar a la otra vida "por accidente " jajaja pero jum... Yo creo que entre más desastres hace Ha-eun más curiosidad se le despierta a Kang que creen?