The boy with the green eyes.

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A veces uno se pregunta qué es lo que podría hacer para que alguien se levantará de la cama, algunos dirán el típico "Deja que sufra lo que tenga que sufrir, que en tiempos de paz, se levantará por sí solo". Pero es imposible esperar, habían pasado meses y aún seguía ahí, en la cama, con la barba crecida, con la mirada apagada y sobre todo, con un peso totalmente inadecuado. Así que nuevamente la pregunta es, ¿Qué hacer para que la persona que más quiere, deje de autolesionarse de aquella manera? Si somos sinceros, había muchas formas de apagarse la vida, había de miles de formas para que uno dejara de sentir al menos, un poco de aquel dolor que es insoportable y nunca saber cómo hacer para apagarlo, como minimizarlo, entonces crees que sí dejas de comer, dejas de dormir, dejas incluso de levantarte de la cama, es como apagar un pequeño botón de aquel dolor, y dices "Estoy bien" Porque es mejor decir aquello que decir "Estoy mal porque el que creía el amor de mi vida, me ha dejado" Y es ahí entonces, en dónde ves que uno nunca volverá a ser el mismo y crees...Que luego de haberlo aceptado, está bien. Pero no es así.

El chico de ojos verdes se removió entre sus sábanas finas mientras escuchaba ruidos exteriores en su departamento, pensó que tal vez era su madre o incluso su hermana mayor pero todo aquel pensamiento se esfumó cuando vio a su amigo rubio, a lo que sonrió sin mostrar sus dientes y este lo miró en un estado...Realmente mal.

-"Debes levantarte, Harold, sabes que esto te hará peor si sigues así".

Exclamó con cierta preocupación y el menor entre ellos lo miró, con una mueca triste lo miró y asintió, siendo sincero había intentado levantarse...Pero al instante se volvió a acostarse, el dolor en sus piernas, su nuca doliendo a miles como si alguien estuviera golpeándolo, su cuerpo le estaba pasando factura por el hecho de que estuvo en cama todo este tiempo, por lo que al amigo, Edwin, no le quedó otra que ayudarle, con cuidado lo sostuvo entre sus brazos y lo miró.

Edwin sabía, no era el mismo y sabía que costaría mucho que el menor volviera a lo que era, era un trabajo muy arduo pero no estará solo, el rubio se prometió a sí mismo a ayudarlo a juntar sus piezas una por una. Por más que le costaría tiempo, era algo que él sabía que debía hacerlo, es decir, el mismísimo chico que estaba en esa situación lo había ayudado, a lo que simplemente quería devolverle el favor, como también ayudarlo ya que era su mejor amigo. 

Cuando Edwin ayudó al menor a ducharse, lo dejó en la silla de la cocina en dónde le preparó al menos una sopa, no tenía mucha proteína pero lo que más necesitaba era legumbres y aquellas verduras que le puso, por lo que ayudó a éste a comer tranquilamente.

-"Estarás bien, Harold, yo te ayudaré. No estás solo".

Le susurró como si fuese una promesa que en cualquier momento se iría volando al cielo, como aquellas promesas que dicen "Se las llevó el viento". Ninguno de los dos mentía, era verdad que querían que el menor saliese de aquel lugar en dónde se encontraba, por lo que solamente le sonrió mientras tomaba sus manos, y expresó "Un gracias por venir a ayudarme". El rubio miró al menor y le regaló una sonrisa, mientras lo miraba fijamente aún dándole de comer.

-"He visto esas pastillas, eso no te hace bien, luego podemos hablarlo. Pero ten en cuenta, no estás solo."

Volvió a decirle el mayor con una sonrisa corta, dolido por haber visto esas pastillas...Esos somníferos. 

 




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