The case file of 101

One; the thoughts of a monster.

Uno, dos, tres, cuatro golpes seguidos, era lo único que se escuchaba en la sala de la casa, el sonido de un bate rodeado con un alambre de púas contra la piel humana. Quien llevaba el objeto en manos y se encargaba de golpearlo contra el cuerpo de su "padre", ahora mismo, se estaba preguntando; ¿Qué lo había llevado a hacer aquella atrocidad? ¿fue debido al odio o por la venganza que lo carcomía por dentro? Cual fuera la razón, necesitaba retroceder el tiempo en su memoria a unas horas antes de cometer aquel acto.

 

6:48 am.
 


—Lamento tener que dejarte solo durante todo el día, pero me necesitan en el laboratorio.—anunció el mayor sirviendo el desayuno al contrario, seguido de dejárselo sobre la mesa del comedor, —En el microondas te dejé el almuerzo, calientalo cuando tengas hambre,— le sacudió los blancos y desordenados cabellos que tenía el contrario, luego se dirigió a la puerta, tomando el pomo de esta.—cuídate.—cruzó la puerta principal de la casa, dejando al joven solo.

—Adiós.— Respondió, aun sabiendo que el mayor no lo escucharía, se puso su parche en el lado derecho del rostro, justo donde iba el ojo, y se dispuso a desayunar.

Ese era su día a día, estar en casa leyendo algún libro o viendo la televisión, y algunas veces salir a un parque cerca del bosque para relajar sus demonios internos.

Posteriormente se levantó para llevar los trastes a la cocina y lavarlos, pues ya había terminado de desayunar. Durante ese pequeño período de tiempo, le llegaron a la mente diversos momentos de su vida, estando más que todo, el problema que tuvo con Adams hace un par de años.

Cerró el grifo lentamente, suspirando queriendo olvidar esos recuerdos, —Maldita sea Adams...— se secó las manos, alejándose de la cocina para ir hacia su dormitorio, y acostarse sobre su cama boca arriba, observando el techo.

Debía hacer algo sobre Adams antes de que se vuelva completamente demente. Encargarse de él antes de que algo malo suceda.

Se sentó rápidamente en la cama, mientras que en su mente comenzaba a imaginarse un escenario donde él mismo acababa con la vida de ese hombre.

Aunque su rostro no lo expresara, disfrutaba de ser quien ocasionaba el dolor de Adams dentro de su fantasía.

A pesar de que era una idea maravillosa para hacerlo desaparecer y que pudiera por fin tener tranquilidad dentro de su mente, no era capaz ni de alzarle la voz.

O eso es lo que pensaba.

Se recostó de nuevo, en su cerebro aún seguía aquel panorama; sus manos llenas de la sangre del otro, el cuerpo del mayor sin vida tirado en el suelo derramando litros de sangre formando un charco de dicho líquido en el suelo.

No podía evitarlo.

Luego de unos minutos, el sueño se apoderó de él.

8:19 pm.
 


El sonido del teléfono había despertado por completo al chico, observó el reloj de pared, al igual que se levantaba con pereza para poder contestar el teléfono.

—¿Hola?—bostezó tallando su ojo, intentando despertarse completamente.

Sin embargo, lo único que escuchaba al otro lado de la línea fue un zumbido seguido de estática.

Rápidamente colgó molesto, no era la primera vez que recibía una llamada así.

Decidió volver a la cama, igual no tenia algo que hacer, no mantenía relaciones amistosas con absolutamente nadie, apenas y hablaba con su mayor, un joven completamente aislado de la sociedad.

Pero él estaba bien.

Necesitaba aislarse de las demás personas.

A nadie le gustaba tener un monstruo cerca.

Antes de echarse en la cama, se vio en el espejo; su piel de un gris oscuro, casi negro era lo que más -desde su punto de vista- perturbaba. Su cabello blanco tal cual como la nieve estaba despeinado todo el tiempo. La iris de su único ojo de un tono rubí, con una mirada penetrante que podía causar escalofríos a cualquier persona, y para completar su extraña apariencia, aquel parche medicinal que usaba todo el día para cubrir esa cicatriz situada en la cavidad orbitaria derecha.

Él desconocía la razón de su apariencia, pero no recordaba mucho de su pasado, lo más antiguo que podía recordar es cuando se desmayó unas horas justo unos días antes cuando su "padre" dejó de maltratarlo.

Le hacía sentir raro recordar esos momentos, ya que ahora vive con quien cometió tales cosas.

A pesar de que los años pasaban, no dejaba de odiarlo por lo que hizo, sin importar que todas las personas que los conocieron dicen que es una completa mentira, que nada sucedió.

Pero, sería mejor para él dejar de pensar en eso.

Se sentó en la cama recordando las imágenes que llegaron a su mente antes de dormirse hace unas horas.

Ya llevaba varias veces en que imaginaba tales escenas.

Disfrutaba mucho de pensar en lo que podría sufrir el mayor.

"De todas formas, ¿que tendría de malo?" pensó él, mientras una pequeña pero tétrica sonrisa se formaba en su rostro.

Caminó hacia el closet, al fondo de este se encontraba un bate de béisbol. Lo inquietante de dicho objeto, era que estaba cubierto por un alambre de púas que lo rodeaba por completo hasta llegar al extremo donde se sostenía.

Mientras movía la ropa para lograr sacar el bate, le llegó un recuerdo a la mente, o como él lo llamaría; una pesadilla.

Se trataba de una habitación blanca, allí había una camilla junto a las máquinas, y en una esquina se encontraba él mismo. 
 


 

Lágrimas no paraban de caer mientras escondía la cabeza entre sus piernas. 
 


 

De la puerta entró un hombre alto, vestía con una bata blanca, se acercó al chico con una sonrisa, que de alguna forma le causaba un miedo profundo. 
 


 

Aléjate. murmuró aun soltando lágrimas, sin embargo, el mayor sólo ignoró su petición y procedió a sentarse a su lado, acariciándole el cabelloAdams...tartamudeó levantando un poco su vista hacia el contrario.
 



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En el texto hay: misterio, historiacorta, creepypasta

Editado: 30.07.2019

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