Capitulo Uno
El sol salía lentamente en el sur de Italia, un nuevo día comenzaba en el reino Looné. Junto con este la reciente reina se alistaba para tomar su desayuno y comenzar el día.
Los cabellos rubios del rey, quien aún dormitaba, se iluminaban gracias al sol que entraba en la habitación. Lia lo observo unos segundos y salió del lugar rumbo al comedor.
Camino por los pasillos del enorme castillo, haciendo el mismo recorrido de cada mañana. Las enormes pinturas adornaban las paredes, rostros perfectamente pintados y mesas de madera con adornos de oro y plata. Observo con recelo la pintura más grande en medio del pasillo, el rey Arthur, quien había muerto dos años atrás debido a una enfermedad.
Suspiró y continuo su camino, noto que la puerta que daba al jardín estaba abierta, probablemente la reina Alessia había despertado más temprano este día.
Por lo general, Lia era la primera en levantarse en las mañanas, sufría de insomnio por lo cual se levantaba sin más.
Como lo sospecho, la reina Alessia yacía sentada en una mesa en el jardín, la rubia mujer bebía una taza de té con galletas mientras observaba los pájaros en la fuente.
Al sentir la mirada de Lia, dio vuelta y le sonrio amablemente.
-Lia querida, despertaste al fin.- Las arrugas en su cara dejaban verse al esta sonreír.-¿Por qué no me acompañas y bebes té conmigo? Es una hermosa mañana, ¿No crees?.-
La reina Alessia jamás había tratado mal a Lia, es más, la consideraba parte de su familia, cosa que ni William ni el Rey Arthur habían hecho.
Lia suspiró, a pesar de lo que muchos decían, tenía sentimientos, y sabía que iba a sentirse fatal si rechazaba a la mujer.
Tomo asiento en frente de ella en silencio y una de las sirvientas se acercó a servirle té y traer más galletas.
-¿Qué tal dormiste?- pregunto Alessia a la vez que metía una galleta a su boca.
-Igual que siempre.- Masculló.
La reina iba a replicar pero un alto rubio de ojos celestes se poso en la puerta del jardín y las observo serio.
-Madre.- saludó con un asentimiento a Alessia, y dirigió la mirada a la castaña quien estaba terminando su taza de té.
-En unas horas llegará el reino de Cardy. No quiero que vayas a ningún lado o hagas estupideces. Esto es algo importante.- le lanzó una mirada amenazante y se fue sin esperar respuesta.
Lia suspiró cansada, nuevamente tendría que pararse al lado de William por horas y sonreír a los invitados como si ella y el rey fueran un matrimonio feliz y amoroso.
No, ella y William no se habían casado por amor. El rey decreto que cuando la castaña cumpliera los 17 años debería casarse con el príncipe, a los 14 la llevo al castillo, o mejor dicho, la obligó a ir para comenzar a educarla y que en unos años pudiera casarse con el príncipe y ser reina. A 4 años de esto, aún no comprendía porque quiso que una hija de campesinos se casara con su hijo. Le arrebato toda su vida y asesino a sus padres y hermanos para llevarla al castillo.
-La veo luego alteza.- se levantó y cruzo el umbral de la puerta hacia el interior del castillo.
Se dirigió nuevamente a la habitación, donde se encontraba William siendo atendido por unas sirvientas quienes acomodaban su ropa y cabello.
Lia lo ignoró, saco una pequeña caja de madera de uno de los cajones y se sentó en el borde de la cama
Abrió la caja encontrando un pañuelo y una pequeña nota. Es lo único que le quedo de sus padres luego de que el rey mandara a ejecutarlos cuando pretendieron esconder a Lia para que no se la llevarán.
William la miró con una ceja alzada, no podía creer que aún conservará tal estupidez. Cuando las sirvientas terminaron les ordenó que salieran y se dirigió a Lia.
-Quisiera que por una vez en tu vida no te comportaras como una tonta y sonrías y trates de hablar con la reina de Cardy.- hablo sin mirarla.
-Hoy se cumplen 6 años desde que asesinaron a mis padres, perdón por no ser tu reina perfecta ahora mismo.- musito con ironía a la vez que cerraba la caja y emprendía camino a la salida.
William la tomó de la muñeca y la volvió hacia el, sus penetrantes ojos celestes mirándola con furia.
-Sabes que no voy a permitir que me hables así Lia.- apretó su muñeca-Si arruinas lo más mínimo esta noche juro por mi padre que haré que te encierren, me importa una mierda lo que diga mi madre.- La soltó con desprecio y esta se tomo la muñeca con una mueca de dolor e impotencia.
Nisiquiera pensó lo siguiente que salió de su boca.
-¡Tu insipido padre tiene la culpa, era un maldito asesino, mato a mis padres y me quito toda mi vi..!
Lo siguiente que supo esque estaba en el suelo con la mano en la mejilla.
-¡No te atrevas a hablar así de mi padre, jamás! ¡Te hizo el favor de sacarte de ese asqueroso lugar al cual nunca perteneciste!- Los gritos de Willam podían escucharse en todo el castillo.
Lia alzó la mirada desafiante, aun con lagrimas en los ojos, no le tenía una pizca de miedo a ese hombre.
-¡Ellos no eran tus padres Lia. Jamas lo fueron! ¡Tus padres murieron y mi madre pidió a esos campesinos que te salvarán entre los escombros de tu estupido reino. Cosa que jamás debieron hacer! Debieron dejarte morir en ese horrible lugar.
Lia frunció el seño aturdida, no entendía lo que William estaba diciendo, ¿Ella una princesa? No podía ser cierto. Pero entonces por qué se lo decía. Todo comenzaba a cobrar sentido en su cabeza.
Se levantó como pudo y salió corriendo antes de escuchar otra cosa que Willian dijera.
...
Las ruedas de los carruajes levantaban polvo por el camino, el atardecer se acercaba y con ello el fin del día.
Un rizado de cabellos negros miraba aburrido el paisaje, fueron largas horas de viaje, escuchando a sus hermanos pequeños recitar canciones que se inventaban y a su madre tratando de hacer que se duerman.
-Alex, canta con nosotros- hablo el más pequeño.