Esa misma noche, después de saber bastante y de tener otro duro entrenamiento, la pequeña trataba de dormir más no podía ya que aquel rasguño en su brazo le empezaba a doler y en sus sueños sólo podía ver los enormes ojos brillantes del Nian. Despertó de golpe y volvía a sentir aquel frío que había dejado de sentir por días.
De repente un sonido la puso alerta. Era como si algo pequeño golpeara su ventana así que se asomó y bajo de ella se encontraba Hanabi mirándola con una pequeña sonrisa. Abrió la puerta y ambos se miraron en silencio por unos segundos.
— ¿Qué haces aquí? — Dijo Emely en un tono de voz baja para no hacer tanto ruido.
— Algo hizo que viniera — Respondí Hanabi en igual tono de voz.
Emely salió por su ventana y con ayuda de un árbol no tan grande bajo a donde Hanabi estaba.
— ¿Cómo que algo te trago hasta aquí? — Cuestionó.
— Sí. Era como una sensación de atracción y sin saber el rumbo llegué aquí — Dijo el chico.
Volvió el silencio que se rompió tan rápido ya que un rugido hizo eco por toda la zona. Emely y Hanabi se pusieron alertas y el rasguño que tenía ella empezó a doler más fuerte.
— ¿Estás bien? — Dijo Hanabi con preocupación.
— Sí, sólo que... me duele el brazo — Respondió Emely.
Hanabi descubrió el brazo de Emely y ambos notaron que donde se encontraba el rasguño se estaba poniendo negro, ya no morado como un moretón, no, era un negro como si se estuviese pudriendo esa zona de su brazo.
— Debemos de acabar con esto lo antes posible — Dijo con seriedad el chico.
— Pero. ¿Cómo? — Cuestionó.
— Cazando a la criatura. Por lo que veo tu herida avisa cuando está cerca así que será fácil encontrarlo — Dijo Hanabi mientras cubría de nuevo el brazo de Emely.
Hanabi y Emely se miraron fijamente, pero otro rugido hizo que ambos miraran a la dirección de donde provenía el rugido.
— Hay que ir por él — Dijo Hanabi con decisión.
Emely volvió a entrar a su habitación para salir 15 minutos después ya vestida puesto que sólo llevaba encima su pijama. Ambos salieron del jardín de la casa y se dirigieron al oeste de la ciudad.
— ¿Cómo detendremos a la bestia? — Pregunto Emely con intriga.
— Según la mitología. Las decoraciones de colorrojo, lanzar petardos y el ruido de platillos y gongs lo asusta — Respondió Hanabi mientras pensaba.
— Son casi las 2 de la mañana. ¿Dónde conseguiremos esas cosas? — Volvió a cuestionar Emely.
— Los petardos sé donde encontrarlos y los platillos junto con los gongs los podemos conseguir el colegio — Dijo el chico.
— ¡Espera! ¿Hablas de robarle al colegio? — Dijo asustada la pequeña.
— ¿Prefieres qué esa cosa te encuentre y te mate? — Dijo Hanabi algo sarcástico.
Hanabi llevo a Emely un almacén donde se fabricaba todo tipo de pirotecnia. Ambos entraron por la parte trasera del almacén que por dentro tenía toneladas de juegos pirotécnicos.
— Hanabi — Susurro Emely con miedo.
— Tranquila, es almacén de mi familia. Además si tomamos unos poco no se darán cuenta — Dijo sonriente.
Hanabi metió algunos juegos pirotécnicos en una maleta y después se dirigió al otro lado del almacén donde se encontraba un auto algo viejo.
— ¿De quién es? — Pregunto Emely.
— Es mío — Respondió Hanabi.
— ¿Sabes manejar? — Cuestionó con unos ojos brillantes.
— Sí — Dijo con una sonrisa mientras buscaba las llaves.
Emely quedó sorprendida ya que Hanabi nunca había dicho algo sobre su familia o más cosas sobre él, es más, él era muy callado y misterioso en esos aspectos.
— ¡Listo! — Exclamó cuando hallo las llaves — Debemos ir por los instrumentos.
Fueron a su colegio y entraron por la ventana del pasillo principal y se dirigieron al salón de música.
— Hanabi... no creo que sea lo correcto — Dijo con voz tierna.
— Sé que está mal, pero debemos hacerlo — Dijo para tranquilizarla.
— Está bien — Respondió aún dudando.
Entraron al salón de música y tomaron lo que necesitaban. De repente la herida de Emely empezó a dolerle ahora más fuerte, sentía como si le quisieran arrancar el brazo.
— ¿Estás bien? — Dijo con preocupación.
— S-sí — Respondió ella algo adolorida.
— Ven, debemos irnos — Dijo Hanabi mientras le daba la mano.
Salieron como entraron, por la ventana. Se metieron al auto y un frío hizo que el parabrisas se congelará.
— ¿Estás lista? — Pregunto Hanabi mientras tomaba el frío volante.
— Hagámoslo — Afirmó la pequeña.
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Editado: 25.06.2020