El corazón de Emily latía con rapidez; el tiempo se le hacía eterno. Solo podía oír las voces de varios hombres y una mujer discutiendo en la planta baja, aunque al estar en el tercer piso, le era imposible distinguir lo que decían.
El tiempo transcurrió y la chica, con resignación, se propuso a dormir con la esperanza de no ser encontrada. Pero el eco de pasos que se acercaban la despertó de golpe. Abrió un poco el armario y observó a varios hombres vestidos de blanco y con guantes de látex.
Se acercaron al cuerpo inerte que alguna vez fue de Mel. Uno de los hombres se dedicó a tomar fotos de la escena y otro detalló el informe que entregarían a los superiores. De pronto, un desconocido entró en la habitación.
—¿Qué tenemos aquí? —dijo el hombre.
—Según el escáner es Melany Frühlingssonne, alias Unicorn —respondió uno de los hombres de blanco.
— ¿Y los demás? —cuestionó el superior que iba entrando en la habitación. A diferencia del primer hombre, este vestía más elegante, con un traje color negro, era alto, robusto y de edad avanzada.
—Dog y Frog están detenidos; en estos momentos están llegando a la prisión “Black Block” a cumplir su sentencia —respondió el jefe de policías.
— ¿Y Kitty?
—Al parecer no estaba con ellos —dijo rápidamente el forense.
—Encuentren a esa maldita y saquen esta basura de aquí —ordenó el hombre para después salir de la habitación.
Los demás metieron el cuerpo en una bolsa azul y salieron de la habitación. Por su parte, el resto de hombres se encargaron de limpiar.
Emily cerró con cuidado el armario y se sentó en el fondo para poder descansar, aun cuando sus ojos dejaban caer algunas lágrimas.
Las horas pasaron y el sonido de una puerta abriéndose despertó a la chica.
Emily escuchaba la voz de un hombre joven quejándose de su día y, por curiosidad, abrió de nuevo el armario levemente. Pudo ver a un chico parado de espaldas quitándose el saco color azul oscuro de su traje. Posteriormente, se retiró la corbata y, por último, se desabrochó y retiró su camisa blanca, dejando a la vista su espalda al descubierto. Emily observaba detenidamente la espalda del chico, pero lo que más le llamó la atención fueron unas cicatrices que adornaban su piel.
El chico se recostó en su cama y, de la nada, se quedó profundamente dormido. Emily, al notarlo, salió de su escondite y caminó con cuidado hacia la terraza. Antes de poder escapar, dio un último vistazo al muchacho; disfrutó desde el abdomen marcado del joven hasta los brazos que mostraban los resultados de su entrenamiento.
Terminó de mirar al chico, dirigió su mirada al atardecer mientras caminaba por los tejados de los hogares aledaños.
La ciudad comenzaba sus labores, el movimiento de las personas se hacía presente: estudiantes, trabajadores y personas que solo iban a comprar o consumir cosas; la vida empezaba con normalidad. Emily, por su parte, seguía caminando con perfil bajo, mezclándose entre la gente. Era la primera vez que podía andar por las calles sin ser perseguida, sin ser Kitty y solo ser… Ella.
Después de tanto caminar, llegó a una plaza comercial ubicada en la zona más céntrica, una zona lujosa.
«¡Wow! Jamás había visto todo esto», pensó mientras miraba a niños jugar, mojarse cerca de una fuente, todo muy familiar.
«¿Podrías patear la pelota, por favor?», dijo la tierna voz de un niño.
La muchacha bajó la mirada y ante sus pies estaba una pelota mediana; se quedó pensativa unos segundos y la pateó hacia el pequeño, que agradeció con una sonrisa llena de ternura e inocencia.
Siguió caminando, adentrándose un poco más en la plaza comercial. Era curioso para ella ver cómo los chicos de su edad se divertían sin preocupaciones, sin el pensamiento de sobrevivir en una jungla de depredadores. Caminó un poco más hasta que una discusión la sacó de sus pensamientos y, llena de intriga, se dirigió al lugar de la disputa.
«¡Deja de joderme, Yuki!» se escuchaba a unos pasos.
«¡Calla, y dame eso!» decía otra voz.
Emily llegó, y en un pasillo escondido se encontraba un grupo de chicas, dos de ellas acosando a la otra.
— Te di una orden, estúpida sorda —dijo la que aparentemente era la líder.
— Yuki es lo único de valor que tengo —dijo defendiéndose la chica acosada.
La víctima era una chica de lentes, cabello algo largo color oscuro y, aunque no se veía desaliñada, su vestimenta era similar a la de un chico. Su acosadora era la típica chica de dinero con aires de superioridad y egocentrismo, junto a ella, dos chicas más le ayudaban a someter a su presa. Emily, al ver esto, se quedó en shock y varios de sus recuerdos golpearon su mente, sacándola de este plano.
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Una joven Emily caminaba por los pasillos de un colegio. Al ser horario de clases, todo estaba desolado. De pronto, un fuerte golpe hizo que cayera fuertemente al suelo. Adolorida, alzó la vista y observó a quien le dio aquel golpe.
— Miren, Emily está donde debe de ir la basura, en el suelo —dijo la chica mientras se reía.
— ¿Qué quieres, Rose? —respondió ella.
— ¿Necesitamos hablar? —dijo, mientras que sus amigas ponían de pie a Emily.
Rose junto a sus amigas llevaron a Emily a los baños del último piso y con violencia la arrojaron al piso.
— ¿Creías que no me daría cuenta? —decía Rose mientras pateaba a Emily—. ¿Pensaste que no me iba a enterar?
— ¿De… De qué hablas? —dijo Emily con dolor.
— Hanabi es mío, maldita zorra — Rose volvió a golpear a Emily — Si veo que te acercas a él de nuevo, terminarás en el barrio rojo siendo la prostituta de todos —dijo la chica mientras se marchaba.
Emily quedó en el suelo, adolorida, confusa y con rabia por no saber defenderse ante los ataques de Rose.
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«No te lo voy a repetir», decía la voz de la chica.
Emily salió de sus pensamientos y rápidamente se acercó al grupo de chicas.