The Dark Sky: Los Dos Mundos

Capítulo 4 - ¿Amor A Primera Vista?

— ¿Por qué lloras? — Preguntó una voz femenina.

— Me da miedo la oscuridad — Respondió una voz infantil.

— No debes temer, estoy aquí para protegerte. Además, no hay nada en la oscuridad — Aseguró aquella voz de mujer.

— ¿Pero… mamá? — Inquirió la voz infantil.

— Siempre estaré contigo — Recalcó la voz femenina.

12:25 p.m.

Emily se encontraba al borde de la cama, sumida en sus pensamientos, aún con los rostros de sus amigos presentes en su mente. El dolor la carcomía y un suspiro escapó de su boca.

«¿Qué mierda estoy haciendo?» se dijo a sí misma mientras apretaba los puños. Acto seguido, salió de la habitación, tomó una chaqueta y se dirigió a la entrada para salir de casa.

Emily caminaba con la capucha puesta y la cabeza agachada, mirando de reojo. Observaba lo triste y gris que era la zona, algo completamente distinto al Distrito A. En el camino, encontraba gente en situación de calle, buscando entre la basura del distrito comercial para sobrevivir un día más. A pesar de todo, había niños corriendo alegremente, sin percibir más allá de su poca inocencia, sintiendo, gritando, siendo simplemente… felices.

El frío se hacía sentir, pero aún así tenía que caminar para llegar a la ciudad; quería regresar a donde perdió a sus amigos y también deseaba tener esa piedra brillante. Aún no entendía la razón, pero necesitaba tenerla.
Llegó al inicio de la ciudad y observó varios carteles de "se busca" con su foto y su sobrenombre, pero no les dio importancia. Esta vez ya le daba igual si era detenida o asesinada.

Ella comenzó a deambular por las calles sin levantar sospecha alguna. Caminó hasta llegar a aquella casa que escaló esa noche. Una vez arriba, sacó la pistola y la cargó con un arpón que impactó justo en la parte alta de la casa que había visitado con anterioridad. Se lanzó y cayó en el techo de aquel lujoso lugar.
«Vaya puta locura estoy haciendo» se reprendió a sí misma.

Emily caminó un poco y se sentó al borde del tejado. Observaba a la gente pasar, a personas charlar alegremente y a otras corriendo agitadas por no querer llegar tarde a sus labores o puntos de reunión.
«Es ahora o nunca» pensó mientras se levantaba, pero lo inestable del tejado provocó que cayera pesadamente contra el suelo de la terraza del tercer piso. Se lastimó el tobillo y, al tratar de incorporarse, no lo logró.
«¡Maldita sea!» se lamentó mientras se tomaba el pie con dolor.

Como pudo, se levantó y caminó adentrándose en la casa. Entró en una habitación, la misma que había usado el día del robo. Sin embargo, no le dio relevancia a las condiciones en las que estaba, así que siguió avanzando hasta llegar a aquel laboratorio, donde intuyó que podría encontrar algún medicamento o pomada.
Después de buscar por todo el lugar, por fin encontró unas pastillas que, sin pensarlo, tomó y cayó por el dolor. Las pastillas y el dolor hicieron que Emily se dispusiera a descansar un rato para ver si todo cedía.

Las horas avanzaron sin más, hasta que por fin despertó de golpe al oír pasos de alguien subiendo las escaleras. La puerta se abrió y entró un chico alto, ligeramente bronceado, de ojos marrones y cabello oscuro.
El chico iba discutiendo consigo mismo y no se percató de la presencia de la chica.
«Ya sé que no soy suficiente para ti, papá, ya sé que no soy tu orgullo, pero si tan solo... lograras escucharme» decía el chico para sí mismo mientras caminaba, hasta que tropezó con la intrusa.
Ambos se miraron fijamente y, por primera vez, una chispa surgió en los ojos de ambos.

—¿Quién eres y por qué...? —Hizo una pausa—. ¿Eres…? Eres la chica de aquella noche — Dijo el chico mientras se arrodillaba frente a ella.

—No sé de qué hablas — Se limitó a responder Emily, pensando que la habían descubierto.

—Eres la chica que llevé al hospital esa noche — Aclaró él.

—Creo que me estás confundiendo — Respondió la mujer.

—Jamás olvidaría unos ojos tan lindos — Mencionó mientras sus ojos se encontraban con los de la chica— Pero… ¿Cómo te hiciste esto? Y… ¿Cómo entraste? — Cuestionó con sorpresa e intriga.

—Es… una larga historia — Contestó la joven, algo incómoda.

El chico la levantó con sumo cuidado y la llevó a su habitación. Una vez allí, la sentó suavemente sobre la orilla de la cama.
Él tomó su pie con delicadeza. Ella no podía evitar el dolor inmenso que sentía, así que hacía gestos de molestia.

— Está algo hinchado, pero no fracturado — Dijo él mientras examinaba el pie de ella—. ¿Cómo lograste entrar? — Insistió.

—Es que… yo… estaba practicando mi equilibrio y parte del tejado se rompió y caí — Dijo mientras trataba de no gritar del dolor.

—Tienes suerte de que no se activara la alarma.

—¿Alarma?

—Sí, la casa cuenta con un sistema de alarma que se activa al mínimo ruido y da aviso a las autoridades. De hecho, la noche anterior unos sujetos entraron a robar y la alarma se activó — Mencionó mientras colocaba una pomada sobre el pie de ella.

«Entonces, así fue cómo llegaron tan rápidamente» pensó Emily.

El chico masajeó el pie de Emily y la dejó descansar en su cama. Él se sentó en su sillón color vino para observarla. La miraba de la cabeza a los pies, sin perder cada detalle de ella. Observaba lo hermosa que era, la perfección de su rostro, de su piel, de todo.

El tiempo pasó y la noche había caído sobre la ciudad. El chico dormía en su sillón mientras que Emily, aún con dolor, se despertaba. La joven trataba de despabilarse, mirando a su alrededor sin poder creer lo que había pasado. Se levantó, callando el dolor que sentía al caminar.

—¿A dónde vas? — Preguntó el chico, aún con sueño.

—Me tengo que ir — Respondió apresuradamente la joven.

— Pero aún no estás bien.

—No importa, la verdad — Dijo Emily sin tacto, acercándose a la puerta.

—Insisto en que te quedes — Propuso el chico con amabilidad.




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