Introducción

«Sí abriéramos los ojos más seguido, nos daríamos cuenta que siempre estamos dormidos, no nos damos cuenta de lo verdaderamente importante.» Simples palabras dichas una observadora, perspicaz y demasiado habladora niña pelirroja de seis años.

Loewen descubrió a muy temprana edad que era diferente a los demás, sus ojos siempre percibieron más cosas de las que le gustaba admitir, inclusive, aunque de vez en cuando hablara sobre sus ocurrencias, la pequeña solía guardarse una que otra curiosidad. Siempre ha sido difícil entender o escuchar a una niña pequeña. Pero en el caso de Loewen Renninger, era como escuchar a una loca.

En varias ocasiones se vio en la necesidad de recurrir a especialistas en al campo de la psicología. Pero Loewen, o era extremadamente lista, o simplemente se burlaba de las personas que intentaban ayudarla. En cuanto la niña llegaba al consultorio con la persona encargada de descubrir su salubridad mental. Loewen, de ocho años, cambiaba su perspectiva del mundo, diciendo las cosas con sentido que a los adultos les gustaban y hasta con más ímpetu y seguridad de alguien que sabe lo que dice.

Por lo que se entiende, los niños tienen una creatividad exuberante, normalmente tienen amigos imaginarios, o sienten que caminan sobre un mundo mágico, era totalmente normal. Loewen escuchaba atentamente todo lo que les decían a sus niñeras y trabajadoras sociales. Prontamente la pequeña entendió que no debía seguir contando lo que sus ojos veían y comenzó a comportarse como las demás chicas del orfanato; por cierto, ese era otro de los supuestos pilares de la imaginación de Loewen. Al ser abandonada desde pequeña, su cerebro gozaba en nublar la realidad y proporcionarle un tono más agradable al mundo.

Ahora a sus dieciséis años, Loewen Renninger era en apariencia una joven normal.

Y, aunque lo callara. Muy en el fondo de su ser, seguía repitiéndose la misma frase que alguna vez dijo cuándo solo tenía seis años: «Sí abriéramos los ojos más seguido, nos daríamos cuenta que siempre estamos dormidos, por eso pasamos por alto lo verdaderamente importante».