The Dimensions

Capítulo 2

Loewen solo alcanzo a ver como saltaba más capos a toda velocidad, iba hacia dónde provenía el ruido. Loewen abrió los ojos al comprender que aquel muchacho también lo escuchaba el ruido, quiso seguirlo, pero ya se encontraba demasiado lejos. Solo logró ver su cabello negro y su ropa cara, desaparecer entre el tráfico.

—¡Loewen a donde crees que vas! ¡Vuelve aquí! — le gritó Luise quien la miraba desde el auto.

—¡Pero ese muchacho nos ha saltado como si nada! —intentó excusarse.

—¿Muchacho? ¿Qué muchacho? —Luise se acercó y le acarició la mejilla— ¿Te sientes bien?

Loewen retrocedió un paso, ¿Acaso ella era la única que lo había visto brincar el sobre el capo del Audi de Luise? Miró hacia los demás coches que el chico se había encargado de pisar y noto algo extraño, nadie se quejaba, ni un gesto, ni un gritó. Bueno, solo las risitas, pero eso era porque se estaban burlando de ella. Luise la tomó de la mano y la metió al carro, ella aceptó, estaba demasiado confundida como para replicar. Estaba bien que nadie oyera aquel ruido, pero, ¿No ver a un muchacho? Eso ya sería un delirio de su parte, ¿sería esquizofrénica?

—¡No vuelvas a bajarte! ¿¡Me oíste!? —la regaño Luise en cuanto estuvo cerrada su puerta.

—Sí.

El trafico al fin cedió y lograron encaminarse hacia su nueva escuela, lo cual pasaba a segundo plano en la cabeza de Loewen. No puso especial atención el resto del caminó y fue hasta cuando Luise volvió a hablar que la joven regreso a la realidad.

—¿Quieres que mejor te lleve al internado? —le toco dulcemente la mejilla—. No luces muy bien.

Loewen negó con rotundidad, prefería mil veces la escuela de ricos, que el internado de tontas. Estaría bien, además, el no conocer a nadie le daría la oportunidad de pensar en lo ocurrido.

—No fue nada —sonrió—. Solo he de estar nerviosa o algo. No te preocupes ¿vale? ¡Me voy!

Loewen se bajó del auto, topándose de frente con la prestigiosa escuela llena de personas ricas y vanidosas, no podía creer que nuevamente tendría que enfrentar esa situación. Por más veces que le tocara volver a iniciar, no dejaba de ser difícil, no dejaría de ser la nueva y siempre encontraba una manera para desencajar.

 Tomo aire y entro al edificio con pilares altos a los lados de la entrada. Tenía una apariencia peligrosa e imponente. Los elevados murales la hacían parecer más una fortaleza impenetrable, el color de la piedra caracterizaba al colegio, había sido construida hace siglos. Esa era la academia Gilment.

Y las personas que estudiaban ahí, parecían encajar perfectamente con la construcción. En vez de alumnos parecían celebridades en una alfombra roja, sus ropas eran como para ir a una fiesta, las mujeres tenían tacones altos y sus peinados eran de salón, maquilladas perfectamente, con aspecto de malvadas ¿Recuerdan alguna escena de una película en la que las chicas malas y guapas de la escuela se acercan? Seguro visualizaron a ese grupo de rubias exuberantes, morenas hermosas, mujeres altas, tonificadas y con cara de ángel, bueno, acertaron. Con la única diferencia de que, en esa escuela, todos eran así. Incluso los hombres eran hermosos.

Las miradas pronto cayeron sobre ella, y no de manera afectiva. De repente Loewen parecía desentonar, como siempre y no solo en un aspecto físico, como lo era su cabello fuera de moda —el rojo no se usaba para nada—, eso parecía decirle todas las caras de las chicas. Sino que también la mentalidad de Loewen era muy diferente.

Resaltaba, además, su atuendo simple, que constaba de unos shorts rotos, y una camiseta negra sin mangas que ponía encima FUCK YOU combinado con unos converse negros, lucía un poco aniñada con aquel largo cabello pelirrojo peinado en dos chongos altos en su cabeza y, también estaba la parte de su belleza fuera de lo común. No tenía ni una pizca de maquillaje sobre ella, y de todas formas resaltaba de manera inusual.

La chica no podía dejar de pensar que se suponía que solo venían a la escuela, no a conquistar al príncipe de Inglaterra, pero tal parece que ese pensamiento estaba fuera de lugar. Era como si dijeran: “Si idiota, conquistaríamos al príncipe, el mundo y hasta una rata vieja si quisiéramos”.

Loewen caminaba segura y tranquila por los pasillos, no era que no se sintiera incomoda, pero la experiencia hace al maestro, ¡por todos los cielos!, le había pasado en París, que es el centro de la moda, que no le sucediera en Pittsburg.

De repente sonó una voz rara que repetía la frase: “A sus aulas” “Hora de clase”. Era monótona y escalofriante, ¿Qué no conocían los timbres? ¿O sería demasiado normal para ellos?

Loewen vio como todos comenzaban a rondar por los pasillos e incluso la empujaban para abrirse paso. Nadie ofreció ayuda o una disculpa a pesar de que era obvio que era nueva. Bien, nada que hacer. A veces la forma de encontrar las cosas es perdiéndose. Había una frase referente a eso, no la recordaba.

¡A perderse!

Decidió deambular sin rumbo por un rato, cosa de la cual no se quejaba, tenía que pensar en lo que había sucedido en la mañana y esta era su oportunidad perfecta, y por esa misma razón se había perdido tan estrepitosamente, estuvo tranquilamente vagando por los pasillos, recorrido prácticamente la escuela entera en total calma, no tenía prisa por entrar y conocer a nadie. Además de que no sabía ni como regresar, después de tomar por segunda vez el asesor —oh sí, tenían asesor— bueno, digamos que ya no supo qué hacer con su vida. Entro al salón de cómputo, al de ciencias experimentales —del cual jamás hablaría— al de estudios audiovisuales, dos veces al baño de hombres, y no era para reírse, estaban tan bonitos e impecables que se confundían.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.