El castillo era enorme, miró hacia todas las direcciones, buscando algo que se le hiciera conocido, pero, o su mente le jugaba una mala pasada, o todo lucia igual.
—¿Qué haces? — sonó una voz grave a su espalda. Loewen cerró los ojos, sabia de quien era esa voz –Te hice una pregunta.
Loewen se volvió sobre sus talones y miró con pesar al chico que se recostaba vanidoso sobre una de las paredes, luciendo totalmente despreocupado.
—Y-Yo bueno… gracias por lo de antes, pero me voy a casa —dio unos pasos hacia atrás, intentando poner distancia entre ellos.
—No tienes casa. Mi padre ya habló con una tal Luise, de tu internado —Loewen abrió los ojos. Primero, ¡Que rápido movilizaban las cosas!; y segundo, ¿Cómo habían encontrado su nombre?, o y un tercero, ¿Eiden había escuchado todo eso en tan poco tiempo?, lo dudaba, se lo estaba inventando, aunque el nombre...
—¿Para qué habló con ella?
—Aunque desearía que no vinieras a vivir aquí. Mi padre está arreglando todo para que te quedes.
—¿¡QUE!? —gritó la joven—. No.
—Sí, pienso lo mismo —sonrió de lado de forma que parecía una sarcástica y problemática mueca— Ahora a la enfermería, que no te has curado la mano —tomó su muñeca sana con fuerza y la halo hacia el lugar de donde acababa de salir, por más que Loewen forcejo, no logro librarse de esa poderosa mano que tenía la capacidad de incendiarse.
Cuando ambos entraron de nuevo a la enfermería, la doctora Selia se mostró agradecida en muchas formas, parecía que la sangre volvía a su cuerpo.
—Niña. Casi hace que me dé un infarto— la tomó de la misma muñeca de la que Eiden la había jalado, que era la contraria a la que tenía quemada —¿Por qué no quisiste tomar la poción? — Loewen miró con asco la sustancia que la doctora le ofrecía nuevamente.
—Eso parece droga —miró a Eiden que sonreía divertido—. Ni loca me la tomo.
—Loewen no pasa nada —la tranquilizó por primera vez desde que lo conocía—. Yo la he llegado a tomarla muchas veces.
—No te la creo, seguro es una droga para después hacerme algo… —enrojeció hasta las orejas y bajó la mirada apenada por sus pensamientos.
—¿Qué te haría? —la provocó Eiden acercándose lentamente, acorralándola de cierta forma.
—N-Nada —en ese momento desearía que la tierra se la tragara ¿Por qué su cerebro no se conectaba con su boca?
—¿Segura princesa? —se acercó a ella coquetamente, a lo que Loewen dio otro paso atrás.
—¡Nada de princesa! ¡Soy todo menos eso! —gritó la muchacha, mientras tomaba el pomito con lo que fuera esa cosa y se la empinó de un sorbo. No lo pensó del todo bien, quería que el tema ya no se profundizara, pero el tomar el tónico, no había sido su idea más brillante.
—¡NO! Niña debe estar sentada, la poción es muy fuerte y...
La mujer no pudo terminar debido a que la muchacha comenzó a tambalearse desorientada, la poción sí que era fuerte y además tenía un sabor asqueroso, la cara de Loewen se descompuso en una de asco y le falto poco para vomitar.
Eiden sonrió mientras caminaba tranquilo hacia ella, por lo poco que la había conocido, era fácil deducir que era una mujer que no aguantaba ser degradada, por lo cual, al cucarla un poco, predijo que la chica se la tomaría, también sabía que se la tomaría de esa forma desmedida, aunque no supiera que era. La atrapo antes de que cayera desmayada, abrazándola por la cintura sus manos sosteniendo su espalda, mientras la cabeza de la chica caía sin conocimiento hacia atrás.
—Bien. Era lo obvio ¿Dónde la pongo? —miró a Selia sin preocupación alguna en su rostro. Al contrario que la doctora, que se veía al borde del ataque.
—¡Cielos! ¡Eiden recuéstala! —la doctora corría de una camilla a otra verificando cual estaba vacía, mientras que el muchacho tomaba en brazos a la desmayada Loewen, peleando momentáneamente con su largo y rojizo cabello.
—¡Ya! ¡Eiden! ¡Aquí! —apuntaba histérica la doctora Selia.
Cuando la muchacha estuvo acomodada en su camilla, y le habían administrado un poco de suero, la doctora se relajó.
—¿Por qué se ha desmayado? cualquiera aguanta este medicamento —lo miró ceñuda la mujer.
—Oh sí. Es que ella es humana —aclaro como si fuera de lo más normal.
—¡¿Qué?! —gritó la regordeta mujer—. La pude haber matado ¿Por qué no me dijiste nada?
—Digamos que lo olvide —miró con brazos cruzados a la muchacha que descansaba pacifica en la camilla de la enfermería.
—¿¡Olvidarlo!? —se escandalizó— Niño, no vuelva a hacer esas cosas, es peligroso.
Se alejó de ellos con paso tintineante y moviendo sus exuberantes caderas de un lado a otro, Eiden juraría que lanzaba algún impropio en su contra, y probablemente hacia Loewen.
Eiden se quedó a solas con la que sería la causante de muchos de sus problemas, aunque aún no era consciente de ello, podría decirse que algo en el rostro de la chica le provocó una sensación conocida y de alguna forma inexplicable, le creaba la necesidad de protegerla. Pero reprimiría todo esto. Negó con la cabeza sacando los pensamientos que ya tomaban raíz en su cerebro y salió del lugar.