Habían pasado dos días, cuarenta y ocho horas desde que esa mujer se había trasladado al castillo, decir que era un suplicio era poco, en realidad, no se soportaban en lo más mínimo y en lo único que estaban de acuerdo era en que Loewen debía irse de ahí.
Por ese mismo motivo, Eiden caminaba detrás de su padre. No comprendía el porqué de la presencia de esa odiosa muchacha en el lugar, incluso se sentía excluido de los pensamientos de su padre, y eso no era normal para él. Normalmente, Richard consultaba con su hijo cualquier cosa, tomando seriamente su opinión. Pero ahora, por más que intentaba entenderle o marcarle su oposición, su padre lo ignoraba. Peor aún, ni siquiera le daba indicios de por qué lo hacía.
—Padre simplemente es una locura. — le repitió Eiden a su padre, quien se mantenía abstraído en unos papeles mientras caminaba —Te pido que lo vuelvas a pensar ¿crees que en verdad es una buena idea?
Un suspiro de cansancio se hizo sonar en el pasillo de la hermosa mansión.
—Eiden, ¿cuánto más piensas seguirte quejando? — el hombre de mayor edad frotaba sus cienes como si en verdad le doliera su cabeza, aunque, no le faltaba mucho para llegar a esa realidad. Su hijo lo había perseguido con lo mismo por más de dos días, como si pensara que haciéndole la vida imposible lograría lo que quería.
—¡Hasta que me escuches! —le dijo desesperado, nada acostumbrado a ser ignorado precisamente por su padre— Es una total aberración lo que haces —vociferaba el joven muchacho al lado de su padre, quien seguía caminando sin prestarle demasiada atención.
—Bien, te escucho —le brindó el tiempo que el hombre llevaba buscando por más de dos horas.
—No podemos dejar que se quede. No sabemos que es, o por que precisamente se encontró conmigo.
—Casualidad tal vez —intentó su padre.
—Padre por favor —negó el hombre—. Sabemos que en nuestro mundo nada es casualidad. Es una amenaza en potencia.
—No lo creo —se inclinó de hombros su padre—. Recuerda que el Asgaest la dejo entrar, lo cual quiere decir que no es enemiga.
—Eso no significa que sea amiga —Eiden levantó la ceja testarudamente.
—Eiden, es mi decisión. Y es final —el hombre frenó para encarar a su hijo, fijando su mirada determinada en la de Eiden, diciéndole con ese silencio que la conversación había terminado.
En cuanto Richard determino que su hijo entendió que no había opción se alejó de él, dejando al muchacho parado en medio del gran pasillo que llevaba al despacho del jefe de la casa.
Eiden, con la impotencia a flor de piel, vio a su padre alejarse y no pudo evitar soltar un gruñido de indignación, no era normal que su padre no tomara para nada en cuenta su opinión sobre algo, pero no tenía opción, lo ojos de su padre le habían dicho todo, no cambiaría de opinión.
Tomo la dirección contraria a la de su progenitor. Dirigiéndose al único lugar que lo relajaba. En donde podía sacar su frustración y mal humor que había sido bastante notorio en los últimos dos días, y no era solo porque su padre no lo escuchaba, sino que tenía a varias vocecitas cerca que lo sacaban fácilmente de quicio. Si, se refería a Loewen. Ella tampoco estaba de acuerdo con ir a vivir ahí, y vaya que le gustaba decírselo a todas horas. ¡Como si él quisiera que se quedara!
El muchacho caminaba como aquel que vive en el infierno. No tenía ganas de ser molestado y su intimidante caminar y escalofriante aura lo dejaban en claro. Por esa razón, cuando vio a su mejor amigo parado junto al marco de la puerta que tenía que atravesar, Eiden decidió evitar esa sonrisa tranquila y actitud despabilada sería una buena idea ignorarlo y pasar de él, no tenía la suficiente paciencia para lidiar con sus burlas en ese momento.
Como era de esperarse, Ashvend no le brindo tal privilegio y cuando notó que lo quería ignorar, se propuso con más ganas molestarle y por supuesto, seguirle.
—¡Ey Eiden! —alzó la mano como si Eiden no lo hubiese visto— ¿Cómo te ha ido con lo de tu padre? —el susodicho miró a su amigo de reojo, pero no le contesto, siguió caminando como si nadie le hubiera hablado o hecho una pregunta tan estúpida—. Parece que nada bien. ¿A dónde vas?
—Al Asgaest.
Ashvend asintió en comprensión. Eiden siempre iba ahí cuando estaba molesto, le ayudaba a distraerse y de paso entrenaba un poco. Normalmente, Eiden era una persona cabal, no era muy paciente, pero sabía controlarse más que cualquier otro, no por nada era el más poderoso de ellos. No se controlaba al fuego si no se controlaba a uno mismo primero.
Dejó que su colérico amigo se adelantara, planeándose la idea de que quería estar solo y que tal vez debería dejarlo en paz por una vez. Se compadecía un poco de él, en realidad, Ashvend se llevaba de maravilla con Loewen, pero el tema con su primo era… peculiar. Ambos chicos peleaban de la nada y por más que lo intentaran, terminaban enojados por una u otra cosa.
—Ashvend ¿qué es lo que le pasa a Eiden? —el muchacho, que aún mantenía la vista puesta en su amigo mientras se alejaba, contestó sin mirar a la mujer que sonaba preocupada.
—No pudo convencerlo —todos sabían de que hablaba, si Eiden no hacía referencia a otra cosa más que a sacar a la intrusa del castillo, potencializando el recelo del resto de los habitantes hacia la pobre pelirroja, que de por sí ya estaba lo suficientemente incomoda.