Loewen se sentía más que avergonzada por la disputa que había tenido con Eiden, más aún cuando se encontraba sentada en ese enorme despacho, donde el padre del fuego se paseaba de un lado a otro, con el ceño fruncido y las manos cogidas a sus espaldas, no les hablaba, ni tampoco les miraba, solo se paseaba por el lugar, incrementando el grado de ansiedad en los dos adolescentes.
Para ese momento, Loewen se recriminaba cada una de las acciones estúpidas que había tomado en contra del príncipe del fuego, el hijo del hombre que amablemente la adoptó y la sacó de ese internado de locas. Cerró los ojos. Solo esperaba que la culpa fuera repartida por igual, sabía que mucha de la culpa era de ella, no había ayudado ni un poco a disminuir la pelea.
¿Cómo había sido capaz de escupirle al dueño de la casa que la estaba acogiendo?
Aunque no es que se arrepintiera del todo. El idiota de Eiden también tenía la culpa, no se limitó ni un poco al atacarla… pero, al fin y al cabo, ella se había sobrepasado un poco, de hecho, por un segundo sintió que Eiden no se podría contener y acabaría siendo un delicioso pedazo de chica carbonizada.
—Han armado un buen revuelo— dijo por fin el hombre que seguía caminando por el espacioso lugar —Tenía la idea de presentar a Loewen como parte de la familia y ustedes…
—¡Ella es una demente! — acusó Eiden —Me tiró agua.
—¡No antes de que me quemaras el vestido! — se apuntó a sí misma.
—¡Sigues enseñando las bragas!
—¡Sigues siendo un imbécil!
—¡Callaos! — pidió nuevamente el padre. Richard observó con diversión como los dos chicos se cruzaban de brazos y volvían la cara hacia lados opuestos. Eran como niños de primaria—Creo que sé la manera en la que se llevaran mejor— dijo el hombre con voz resuelta y persuasiva.
Eiden, siendo el hijo de aquel hombre, captó el sentido de las palabras casi al instante y, al ser un hombre inteligente, tampoco le llevó mucho tiempo deducir las ideas de su padre. Ideas que por cierto intentaría disuadir.
—No padre— dijo el muchacho —No me puedes hacer eso.
—¿Hacer qué? — Loewen los miró confundida —No ha dicho nada.
—Serán compañeros.
—No— dijo Eiden.
—¿Eh? — preguntó Loewen —¿Cómo que compañeros?
—De habitación— dijo resuelto el hombre —De guardias, entrenamientos, escolares, de equipo— juntó sus manos provocando un aplauso —¿Qué buena idea no?
—¿Equipo? ¿Guardias? — se preguntaba Loewen en voz alta, pero sin mirar a nadie, hablándose a ella misma.
—Padre, no puedo hacer eso— negó Eiden, dejando de lado su silla para enfrentarse a su padre —No sabemos lo que es, no debemos confiar en ella.
—Hu-ma-na— dijo Loewen por silabas —¿Qué tan difícil es entenderlo?
—Padre— repitió el muchacho, ignorando por completo a Loewen.
—Creo que mi decisión es final— asintió —Soy bueno con las intuiciones. Y por lo otro— miró a su hijo —: es verdad que no sabemos que sea esta chica, y, por lo tanto, que mejor que la cuide el mejor maestro fuego— sonrió —Astuto ¿No?
—¡No! — dijeron los dos chicos a la vez.
—Bien, todo resuelto— asintió el hombre —A sus recamaras… Oh, mejor dicho, a su recamara.
Loewen miró de un hombre a otro, intentando comprender correctamente la situación. Cuando su cerebro logró procesarlo, la joven pelirroja se puso en pie y enfrentó las miradas que los hombres le dirigían.
—¿Quiere que duerma con un hombre? — inquirió dudosa—¿En serio?
—No creo que hagan nada malo— asintió el padre —Además, tenemos vigías y les aseguro que les será muy difícil…
—¡No tengo interés en ella! — gritó Eiden antes de que su padre dijera algo verdaderamente vergonzoso.
—¿Pero que dicen? — negó sonrojada la muchacha. —Yo jamás pensaría en eso. Menos con un idiota como él.
—Tu no llamarías la atención ni de un ermitaño— se burló Eiden.
—Tú piensas que hasta una roca se derretiría por ti, ¿Cierto?
—Sí— se inclinó de hombros vanidoso.
—Eres un engreído— se acercó a él —Antes muerta que acercarme a ti.
—¿En serio? — se acercó un paso a ella, imponiendo su elevada altura y su musculoso cuerpo. Loewen se veía en la necesidad de mantener alzada la cabeza para poder ver a los ojos de Eiden —Si me acerco así…— inclinó su cabeza —¿Qué pasara?
La respiración de Eiden caía sobre los labios de Loewen, sus ojos azules estaban clavados en los de ella, intentando intimidarla. La verdad era que lo lograba, Loewen nunca había estado tan cerca de un chico. Bueno, tenía amigos, pero ninguno era como Eiden, ninguno invadía su espacio o la tentaba tanto a salirse de control.
Se sonrojó sin poder evitarlo, lo cual sacó una preciosa y burlesca sonrisa por parte de Eiden.
—Bien como decía, veo que se llevarán de maravilla— Richard volvió a aplaudir una sola vez para llamar la atención de los adolescentes —A su recamara.