The Dimensions

Capítulo 13

Loewen despertó por tercera vez en esa habitación. No, no la de Eiden. Era una habitación que estaba en la suite de Eiden, pero ya no se encontraba en su recamara.

A lo largo de esos días, Loewen había comprendido el mecanismo de la casa de los Winsterneed. El castillo en sí era una escuela. Una escuela de los Elementaristas del fuego. Cada muchacho con poderes de fuego residía en la mansión, era como estar en un internado. Todos tenían habitaciones que más bien parecían departamentos, los cuales normalmente se compartían de cuatro a cinco personas. No, no eran primos ni familia, simplemente eran parecidos porque todos los amos fuego tienen los mismos rasgos.

En el caso especial de Eiden, él no compartía habitación con nadie, hasta ahora. Eiden tenía esa distinción por dos cosas: La primera, porque era el príncipe del fuego, hijo del rey Richard quien se había ganado su trono en un juego o algo así; y en segundo, porque era el maestro fuego más peligroso de todos los tiempos. Según decían las malas lenguas, Eiden era temible, nadie se peleaba por dormir en la misma habitación que él. De hecho, en muchas ocasiones, cuando él todavía tenía que compartir recamara, los chicos con los que compartía vivienda prefirieron mudarse.

Eso le brindó al joven una habitación para sí mismo. Era más bien como la suite presidencial más lujosa y grande que jamás haya existido en la tierra. Cuando entrabas desde el pasillo normal de la mansión se podía apreciar una estancia rectangular, en la que había una sala bastante elegante con un candil precioso en el techo. Había un mueble que mantenía estable la pantalla de plasma. Alrededor de ese hall había puertas, una de ellas era la de la habitación de Eiden, otra era la que ahora se había convertido en la habitación de ella, otra que Loewen sabía que era el despacho de Eiden y, por último, había una en la que era una sala de entretenimiento.

Loewen miró hacia ambos lados, su recamara era muy diferente a la de Eiden. Igual de amplias, con un closet del tamaño de su antigua habitación y ambas tenían su propio baño. Pero la de él era tan lúgubre, de colores oscuros y escalofriantes. Eiden además era condenadamente ordenado, nada podía estar fuera de lugar. Loewen imaginaba que era otra de las cosas por las que nadie quería vivir con él.

En cambio, Loewen era una locura, su recamara jamás estaba recogida, cuando se hacía comidas en la cocina integral del “departamento”, siempre dejaba todo tirado –cosa que volvía loco a Eiden— la sala de estar siempre tenía alguna prenda de ropa suya, vasos o algún cuaderno de clase. A comparación de la recamara de Eiden, la de ella era clara y de tonos pasteles con decoraciones blancas y muebles del mismo color. Eran polos opuestos.

Loewen se estiró nuevamente en la cama y miró el reloj sobre su buró. En realidad, no quería, pero tenía que levantarse. Ese día volvería a la escuela desde su pequeño incidente al que a ella le gustaba llamar: “Loewen al término medio”.

Sus heridas habían sanado rápidamente debido a esa poción y pomada de la segunda dimensión. Sí, Selia le había explicado que de ahí eran los mejores remedios ya que la dimensión estaba llena de magos y hechizos. Ya no se cuestionaba tanto con estas cosas, parecía que en la familia de Eiden, estar hablando de las diferentes dimensiones era algo cotidiano, y que ella se la pasara preguntando todo ya le resultaba vergonzoso.

Y eso lo había notado gracias a las constantes visitas de la familia. Ya que unos días venia la reina y se sentaba unos minutos con ella. A veces era el pequeño Archie al que solo le gustaba ir a hacer diabluras. Pero la que nunca faltaba era Jilett, ella si iba todos los días a visitarla y era la que la ponía al día con los poderes y las dimensiones.

—Loewen, tenemos que ir a la escuela—  gritaba la voz potente de un hombre acompañado con un insistente toque en su puerta.

—¿Qué? ¿Eh? — Loewen salió de sus pensamientos, sentándose de golpe en la cama, al parecer se había vuelto a recostar sin darse cuenta.

—¡Loewen! ¡Despierta ya! — gritoneo Eiden.

—¿Eh? ¿Qué? ¿Eiden? — el muchacho, al escuchar la duda de ella, comenzó a pensar que se había vuelto a dormir, a lo largo de los días que había convivido con ella podía deducir que era bastante posible que no se pudiera despertar, después de todo, era el primer día que ella acudiría a la escuela desde el incidente.

—¿Ey, ya despertaste? — pero no hubo respuesta por parte de la chica —¿Loewen? — preguntó nuevamente. Todo continuo en silencio.

Eiden un poco exasperado, abrió lentamente la puerta, buscando con la mirada a la chica. Pero no alcanzaba a ver nada, solo se había atrevido a abrir unos cuantos centímetros y eso no le proporcionaba una visión de la habitación. Decidió abrir la puerta por completo, la pequeña ranura que había abierto no era suficiente para poder sacar a esa chica de la habitación.

Cuando por fin lo hizo, un fuerte gritó de sorpresa inundo la recamara. Loewen estaba levantada y vistiéndose en ese momento.

—¡Loewen! yo pensé…— trato de justificarse el muchacho ante la mirada furibunda de Loewen —¡Espera! — gritó el chico con una sonrisa, esquivando el primer objeto que ella le lanzaba.

—Pervertido— Loewen apenas y llevaba algo encima, por lo que sus mejillas se tiñeron rápidamente de un fuerte rojo.

Tomo lo primero que estuvo al alcance de su mano y lo arrojo al muchacho que seguía parado ahí en la puerta. Eiden cerró justo a tiempo para esquivar la lámpara que se dirigía hacia su cuerpo.




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