Dos sombras caminaban alrededor de la mansión Winsterneed, su trabajo era revisar los alrededores de esta, protegiendo la guarida de los Elementaristas del fuego durante la noche. Aunque aquellos dos guardianes no hacían del todo bien su trabajo, puesto que la parte encubierta del asunto, fracasaba rotundamente gracias al constante griterío que ambos chicos tenían.
Los guardianes en turno eran, por supuesto, Loewen y Eiden.
La joven ya estaba totalmente recuperada del incidente en la escuela. De hecho, la muchacha podía haber vuelto a estudiar hace una semana, pero había decidido que, antes de volver, quería recuperar sus fuerzas, entrenando arduamente con Rick el entrenador de Eiden. La habían tratado de convencer de lo contrario, pero la chica era terca y cuando algo se le metía en la cabeza no salía. Para ella siete semanas sin poder hacer nada era como nunca haber entrenado.
Pero gracias a esos entrenamientos, se habían dado cuenta rápidamente que Loewen no era una damita a la cual debieran de proteger todo el tiempo. Ella era especialista en artes marciales, como el karate, jiu-jitsu y Aikido; una maestra de la esgrima; tenía habilidades prodigiosas con el arco y el tiro de cuchillas a larga distancia.
—¿Por qué tengo que estar yo también aquí? —se quejó Loewen revisando un pasillo mientras aventaba una chuchilla al aire y la volvía a atrapar.
—A todos los de la mansión les toca hacer guardia alguna vez —Eiden sonrió— Y ya que te tengo que cuidar, te corresponde estar a mi lado.
—¡Ah! Nunca te pedí tal cosa. Te la pasas quejándote todos los días, pero cuando se trata de estar despiertos la noche entera ¿Ahí si tienes que cuidar de mí? —cruzo sus brazos sobre su pecho la muchacha.
—Sí —afirmo—. Me alegro que lo entiendas, con lo otro que dices, ya sabes que mi padre me lo ordeno —toco su hombro compasivamente, haciendo que Loewen se lo quitara de encima golpeando suavemente su hombro.
—Por más que lo intentes no puedes escapar.
—Como sea. Además, no parece que ocurra nada, y si se supone que me debes cuidar, al exponerme aquí ¿no haces lo contrario?
—Pues no, ya que tú no puedes dormir si no estoy contigo —se inclinó de hombros—, así que da lo mismo que estés despierta aquí o en tu cama ¿No es así? —habló vanidoso, pero era cierto, ella no podía si Eiden no estaba cerca, se le había hecho una costumbre que estuviera presente cuando dormía, aunque ni siquiera se rosasen, solo basta con el hecho de que supiera que estaba a su lado Loewen se tranquilizara —Además no puedes estar más segura que conmigo.
—Si… pero si algo atacara yo no sería más que un estorbo…
Y como si lo hubiera invocado, unos extraños ruidos comenzaron a escucharse. Al estar a fuera de la mansión, los árboles y arbustos hacían ruidos extraños a causa del viento. Loewen se pegó a Eiden por instinto, a lo que él rio.
—¿Así que la valiente Loewen le teme a los Gleppus? —ella frunció el ceño, pero no se apartó de la espalda del muchacho, aferrando ligeramente su camisa.
—N—no es que les tema. Solo no me agradan —miraba Loewen hacia todas direcciones.
Eiden rio con fuerza
—Son solo fantasmas… espíritus.
—Sí, pero esos “espíritus” se meten a tu cuerpo y te controlan como un títere. No gracias, me gusta controlar mis extremidades.
—Chts, Loewen silencio… creo que… —susurró Eiden, poniéndose tenso—. Mira allá ¿Qué es eso? —apuntó hacia unos arbustos a solo unos metros— Creo que es… —Loewen soltó un gritó mientras abrazaba a Eiden por atrás, escondiendo su cabeza en la poderosa espalda del joven.
Se apartó en seguida al escuchar las carcajadas que soltaba.
—Idiota —susurro soltándolo y poniéndose solo unos pasos atrás, continuando detrás de él. Solo por protección, si ese Gleppus quería meterse en el cuerpo de alguien, prefería que fuera en el de Eiden.
Después del chiste que Eiden inventó, todo aparentaba estar pacifico, el enorme castillo estaba fuera de cualquier amenaza y era mejor descansar por si algo llegase a suceder. Por tal razón ambos chicos, cansados y un poco aburridos, decidieron irse a sentar a una de las bancas cercanas.
Loewen había tenido un día pesado, acababa de recuperarse de sus recientes fracturas, había tenido que entrenar duro para poder defenderse tan siquiera un poco de lo que sea que viniese a atacarle; simplemente toda ella estaba cansada.
—¿Loewen? ¿Me estas escuchando? —preguntó de pronto el muchacho al darse cuenta que cierta pelirroja no contestaba.
Loewen lo miró. Claro que la chica no lo había oído, si se estaba quedando dormida.
—¿Mmm? No, no escuche nada de lo que me dijiste —tapó su bostezo con la mano.
Eiden estaba a punto de hacer la pregunta de nuevo, cuando de pronto, un sondo llamo su atención.
—He oído algo —Eiden miró los alrededores con ojo de halcón.
—Claro Eiden lo que digas —no caería dos veces en la misma trampa, sería demasiado estúpida si lo hiciera.
—Loewen habló en serio, esta vez es de verdad.
Loewen rodó los ojos y manoteo el aire, restándole importancia a lo que fuera que balbuceaba Eiden.