Loewen transitaba por una de las destruidas callejuelas de la zona, no podía creer que alguien fuera capaz de causar tal destrucción y después desaparecer como si nada.
Al mismo tiempo Eiden, buscaba las mismas respuestas que ella. El lugar parecía haber sido destruido por un Dragonar, los seres que vienen de la novena y dimensión. Los Dragonar son seres que se pueden confundir fácilmente con un humano… bueno, más o menos.
Son “humanos” con un cuerpo subdesarrollado, los músculos y el bello sobresalen por todo su cuerpo, incluyendo a las mujeres, nunca descubrirás fácilmente si el Dragonar es mujer u hombre. Son una raza extremadamente fuerte, podrían identificarlos un poco con los vikingos.
Los Dragonar, como ventaja especial, tienen que en sus tierras habitan los dragones, como menciona su nombre. Son especialistas en su domesticación y uso. Lo natural es que cada Dragonars tenga un dragón a su disposición. Y como se imaginarán, no solo existen dragones de fuego, sino que hay de agua y aire también. Su desventaja se deriva en los mismos animales que controlan, los dragones son criaturas indescifrables y traicioneras.
Un fuerte gritó llamo la atención del muchacho, debido el gran silencio que se apoderaba del lugar, pudo detectar fácilmente que era un gritó de Loewen, aunque con lo mucho que se gritaban ya lo podía identificar su voz aun en una multitud de gente.
Corrió hacia donde se había escuchado. Pensando en lo fácil que era asustar o intimidar a esa mujer, tendría que hacerse más fuerte si quería luchar contra las demás dimensiones, aunque los Dragonars eran poderosos, no era para tanto. Si Loewen no podía con un Dragonars, Entonces, ¿qué haría contra un Krisken?
Loewen se había sacado el infarto de la vida, el tonto de Archie, el hermano pequeño de Eiden, la había abrazado las piernas cuando ella estaba de espaldas, causando el gritó despavorido que había surgido de su garganta.
—¡Archie! ¿Estás loco? Casi me matas —suspiró Loewen aliviada, devolviéndole el abrazo al pequeño que aún se mantenía aferrado a sus piernas.
—¡ARCHIE! —gritó otra voz conocida. Loewen pudo reconocer a la perfección la melena café de la hermana de doce años de Eiden. —Archie por fin te encuentro— dijo entrecortada por el esfuerzo que hizo al correr.
—¡Jilett! ¿Tú también? —preguntó exaltada la muchacha—. Es peligroso niños, este no es lugar para una niña de doce —miró acusadora a Jilett—, y mucho menos para uno de seis —separo un poco a Archie para mirar su hermosa carita.
—Lo se Loewen —se enojó Jilett—. Pero él corrió hacia aquí, así que no lo podía dejar solo —cruzó los brazos sobre su pecho y miró hacia otro lado, haciendo notar que la había herido. En todo caso estaba actuando como buena hermana mayor.
—Bueno en ese caso…
—Mira lo que me encontré querido Clister —una voz ajena y totalmente desconocida habló desde algún lugar del destruido callejón.
Los dos pequeños hermanos se pegaron más a Loewen al saberse en peligro. Por más que buscaba, Loewen no podía encontrar al dueño de aquella profunda voz
—Por acá mi niña —jugueteó la voz.
—¡Si te mostraras cara a cara sería más fácil! —gritó ya harta Loewen.
No sabía por qué lo estaba diciendo, pero parecía que las palabras simplemente surgían de su boca. Una risa sonó haciéndose resonar en toda la zona que aparentemente estaba vacía
—Pero que valiente niña —apareció por fin el dueño de la voz.
Loewen hubiera preferido haberse quedado callada. El dueño de la voz se mostró justo a cuatro pies de ellos, ya se lo imaginaba, pero nunca había visto a ninguno de cerca.
—Un Dragonar —susurro Loewen para ella misma.
Todo el tiempo en el que estuvo en cama se concentró en aprender lo necesario sobre las dimensiones y sus habitantes. Aun no podía decir que era una experta hablando del tema, pero tan siquiera sabía los nombres y dimensión de cada creatura.
—¡Ah! Como odio ese apodo —se molestó el jinete.
Loewen admiró aquel dragón completamente negro y ojos rojos como la lava, era la cosa más majestuosa que Loewen hubiera visto, pero tomando el hecho de que los podría carbonizar en cualquier segundo, dejo de lado las admiraciones, para buscar la manera de salir vivos, si… esa era ahora su prioridad.
—Como sea —se inclinó de hombros el jinete— ¿Cómo habéis podido sobrevivir? ¿Sois acaso fantasmas?
—No lo somos —aclaró Loewen, pensando por qué no había dicho que sí.
—Entonces, no me dejáis otra opción, os asesinare como a los otros.
—¿Otros? Pero si aquí no hay nadie —puntualizó Jilett.
—Oh sí que los había, pero Clister no deja bocado lejos de su boca, es bastante comelón como lo comprenderéis —abrió sus brazos, señalando todo el lugar, dando a entender que había matado y comido a toda la gente de la zona.
—¡Es horrible! —tapo su cara Jilett escandalizada.
El Dragonar rodó los ojos y sonrió.
—Vale, vale ya me he enfadado, es hora del postre —el imponente dragón lanzo su potente llama en dirección a los tres bocadillos delante de él.