Loewen despertó en la enfermería de la casa Winsterneed. Ya era algo normal para ella despertar en ese lugar. Desde aquella vez con el Jouma, no habían tenido paz en ningún momento. Desgraciadamente, ella y Eiden siempre estaban incluidos en las misiones contra los diferentes peligros dimensionales. Lo cual le beneficiaba a ella —según decían—, ya que aprendía con la práctica.
Lástima que no todo se aprendía con la práctica, puesto que, como el padre de Eiden había indicado, ella asistía a la escuela Elementarista todos los días después de sus clases ordinales. Lo único que lamentaba del día, era la clase impartida por Eiden, la de Laia era terrible. la de Ashvend le gustaba y ni hablar de la de Julios.
Ahora entendía la admiración que todos les tenían a esos chicos. Ellos, al ser los de más alta categorización entre los amos fuego, eran los indicados para enseñar a los menores o los de nuevo ingreso. Todo lo anterior tomado en el Asgaest, la inmensa nave espacial hecha de vidrio.
Loewen abrió los ojos nuevamente, intentando mantenerlos de esa forma para no volver a caer dormida. Aquel hermoso fin de semana se vería arruinado por los entrenamientos y clases diarias de los Elementaristas, ellos no descansaban jamás.
—Buenos días pecas, que bueno que te levantas, tienes clases a las nueve.
—Oh por todo lo bueno —se cubrió con la manta blanca de la cama de enfermería— ¿Por qué no te desvaneces?
—Lo siento, pero soy tu primer profesor y en verdad quiero que asistas.
—Sí, porque te encanta burlarte de mí.
—En parte —aceptó—, pero también porque hoy habrá información relevante.
—Nada de lo que me dices me parece relevante Eiden.
—Lastima, esto si lo será.
La joven dejó salir un resoplido y se sentó sobre la cama.
—No te iras hasta que salga de la cama ¿verdad?
—Bueno, si me dejas quedar para verte cambiar, mejor para mí.
—Idiota.
Eiden sonrío y se inclinó de hombros mientras caminaba hacía la salida.
—Como sea, date prisa.
—No entiendo la impaciencia —se levantó de la cama—. Es solo una clase.
—Esta no será cualquier clase.
—Eso dices tú, para mí, es otra hora en la que te tengo que escuchar. Es más tedioso que escuchar a Wilmer hablar de sí mismo.
—Muy graciosa en verdad —sonrió Eiden—, muévete de una vez.
Loewen para ese momento ya se encontraba de pie, con sus pequeñísimos shorts de noche y su holgada blusa que casi cubría a la otra prenda. Sus cabellos rojizos estaban más revueltos de lo normal, su cara tenía marcas de almohada y sus ojos mostraban la pereza que reflejaba todo su cuerpo.
—¿Cómo quieres que lo haga si sigues en mi caminó? —tapó un bostezo con su mano.
—¿Iras hasta tu habitación? —se quejó el hombre sin dejarla pasar.
—No Eiden —dijo con ironía— haré que mi ropa mágicamente se traslade hasta aquí, claro, justo después de que me bañe aquí en medio del pasillo.
Eiden giró los ojos, acostumbrado al sarcasmo con el que la chica solía manejarse.
—Vienes de buenas el día de hoy —se apartó de la puerta—, demasiado de buenas para no haber dormido conmigo.
—¡Chsst! —Loewen le tapó la boca—, no digas esas cosas, así como así. Se pueden malinterpretar.
Loewen miraba de un lado a otro, como si de pronto las pulcras paredes blancas fueran a revelar su situación nocturna. Eiden apartó la mano de su cara y se inclinó de hombros.
—No me importa demasiado, en realidad.
—Pues a mí sí, ahora, déjame pasar —lo empujó fuera de su caminó.
—Como quieras princesa.
Loewen rodó los ojos y siguió caminando fuera de la enfermería. Eiden tenía razón, había dormido bien. Cosa extraña, puesto que como había mencionado el príncipe del fuego, no había dormido con él.
—Buenos días Loewen —saludó una vibrante y cálida voz femenina.
—Hola Aubrey —contestó la joven con cansancio.
—¿De malas?
—No, de súper buenas —dijo con sarcasmo.
—De muy malas, ¿Qué pasó? ¿Eiden te molestó?
—Lo usual —se inclinó de hombros—, lo que no es usual es tu preocupación por mí, ¿Qué no era tu rival o algo parecido?
La pelirroja se resistía a mirar a Aubrey a la cara. No entendía como siempre podía lucir tan hermosa, incluso parecía resplandecer o algo parecido. No importaba la hora que fuera, o lo mucho que se hubiesen desvelado, Aubrey siempre lucia fresca, hermosa y perfecta.
—Ya no, comprendí que no eres competencia para mí.
Loewen iba a replicar, pero no lo hizo, sobre todo porque lo vio como un comentario razonable. Si se trataba de conquistar a un chico, ciertamente no tendría oportunidad contra una miss universo como lo era Aubrey. Y si se trataba de Eiden, menos le importaba, es más, le pondría un moño de regalo si era necesario.