El príncipe del fuego dio un salto desde su elevada posición y sonrió al ver al grupo de muchachos jóvenes que se habían juntado a unos pasos del pódium para seguir las órdenes del importantísimo hombre. Loewen rodó los ojos antes de ponerse en pie e ir hacia el muchacho que le hacia la vida imposible. Se cruzó de brazos y esperó a escuchar lo que tuviera que decir. Jilett corrió a su lado y le tomó la mano, sí, la hermana menor de Eiden estaba en clases de Elementaristas con ella. Jilett apenas había alcanzado la edad necesaria para ingresar al Asgaest y no salir chamuscada en el intento.
—Esto es muy emocionante —susurró la hermana menor de Eiden—, no pensé que sería tan rápido.
—No entiendo de que habla todo el mundo, ¿Por qué parece que soy la única que no lo entiende? —Loewen arrugó el entrecejo.
Jilett iba a contestar, pero su hermano mayor comenzó a hablar, por lo tanto, le concedió un prudencial silencio.
—Bien chicos, ¿Por qué no damos un paseo en el exterior?
—Pero señor Eiden —interrumpió un muchacho—, ¿No nos explicará a que va todo esto?
Los ojos azules del príncipe del fuego enfocaron al muchachillo escuálido, con ojos dulces y angelicales.
—Es precisamente lo que haré Marious, ten paciencia.
—Lo siento señor.
Loewen dio un carraspeo y rodó nuevamente los ojos. Odiaba ver como todo el mundo idolatraba a ese patán. Aunque debía admitir que delante de todos los maestros fuego, él era una persona tranquila, humilde y hasta ayudaba a cuanto podía. ¡Si supieran la realidad!
—¿Algún problema Loewen?
La pelirroja lo miró y sonrió con su sarcástico y normal proceder.
—No, ¿cómo puedes pensar eso?
Eiden se adelantó hasta posicionarse frente a ella, mostrando su imponente figura y su monstruosa altura que hacía que Loewen levantara la cabeza para enfocarlo.
—Ella en realidad no puede participar, ¿O si señor Eiden?
La voz salvadora de una pequeña le quitó el peso de la mirada acusadora y gélida del señor del fuego azul.
—Es cierto. Ella no puede participar. Es solo de Elementaristas.
Loewen dio un aplauso fuerte, llamando la atención de Eiden y el resto de la calase.
—Precioso en verdad —dijo la joven—, eso quiere decir que me levantaste temprano, me hiciste venir hasta aquí, me hicieron escuchar unas palabras de las cuales no sacaré ningún provecho, todo, ¿para que me digan que no me incumbe?
—En realidad Loewen, si te incumbe, solo por el hecho de que estarás aquí cuando suceda. Es fundamental que no te metas en problemas.
La joven bufó. Esta vez no se quejó y espero a las órdenes.
—Con eso resuelto —le dio la espalda—, quiero que todos me sigan.
Eiden los condujo hasta el castillo, no se detuvo hasta llegar a unas puertas dobles que no se retuvo en abrir. La habitación era oscura, prácticamente no se introdujeron en el lugar por miedo a tropezar con algo. Eiden fue el único que se adelantó, prendió su mano en llamas y la levantó hacia el techo. El fuego del hombre fue subiendo en una delgada y poderosa llama hasta tocar un candil que prendió con el mismo color con el que fueron encendidas, revelando el contenido de la habitación.
Loewen no pudo evitar dejar que su boca se abriera y sus ojos se deleitaran con lo que veían. Era como si estuvieran flotando en espacio. Millones de estrellas rodeaban aquella habitación. Pero ahí dentro no les enseñarían el sistema solar, como cuando iba en la escuela primaria. No. Ahí se mostraban alguna clase de circunferencias, cada una con un color distintivo, era la entrada a lo que parecía ser un agujero de gusano.
—Lo que ven aquí son las diferentes dimensiones —comenzó a explicar Eiden—, como ven, tenemos el conocimiento de diez. Una por cada color. ¿Alguien me puede decir que número somos nosotros?
—La tres, señor.
—Así es, nuestra dimensión, la Elementarista, se encuentra posicionada en la tercera onda del universo. Como pueden observar, los agujeros de gusanos nos conectan de forma directa con las demás dimensiones, estableciendo un contacto constante entre ellos y nosotros.
Una pequeña alzó la mano.
—¿Eso quiere decir que aquí tenemos nueve oportunidades de viajar a por las dimensiones?
—Así es —Eiden se acercó al centro de la habitación, donde un cilindro de metal aparentemente inservible. El cilindro, rápidamente se vio iluminado por el azul encandecerte que caracterizaba a Eiden como Elementarista. Una pequeña pantalla iluminada salió de entre el cilindro, mostrando algunas categorizaciones que Eiden debía conocer muy bien, puesto que no dudó en presionar algún nombre que ninguno alcanzó a leer. El lugar en seguida cambió, mostrando la tierra desde la perspectiva espacial.
—Aquí podemos ver los diferentes puntos en los que se encuentran los portales.
Eiden presionó otro botón, haciendo aparecer entonces, las circunferencias coloridas sobre diferentes superficies terrestres.
—¿Hay algún portal cerca de aquí? —preguntó otro curioso.