Loewen seguía un poco decaída por lo sucedido con Jack. Inclusive Eiden le había dicho que era preferible que no siguiera tomando clases. Eso quería decir que creían que era la culpable de lo que pasó. No los culpaba, hasta ella creía que tenía la culpa de todo. No sabía ni cómo lograrlo, ni si podía hacerlo de nuevo.
Recordaba la sensación que sintió cuando le decía todo aquello a Jack, era como si su cerebro se conectara con el de él y lo manipulara a su antojo. Incluso podía sentir como sus manos moldeaban el cerebro de Jack a su antojo. La asustaba. Lo hacía en demasía.
Loewen se puso de pie y caminó por aquel jardín en el que había estado recostada por más de dos horas. Desde hace días que no comía nada, coincidía con el tiempo que Jack llevaba en cama sin poder hacer fuego con éxito.
—Loewen —escuchó la voz de Eiden, pero ella lo decidió ignorar, se puso en pie y comenzó a caminar.
No tardó mucho en sentir como él la tomaba de la mano y la obligaba a detenerse.
—¿Podemos hablar?
—No.
—Loewen, vamos, necesitamos hablar.
—Vamos Eiden, nosotros nunca hemos necesitado hablar —siguió caminando.
—Ahora sí.
La joven se volvió con fuerza hacia el hombre que se divertía acosándola a cada momento, interrogándola sobre lo ocurrido, lo cual ella tampoco entendía.
—¡Deja de molestarme! ¡No sé qué es lo que quieres saber!
—No quiero saber nada, solo intento protegerte.
—¿De qué? Yo no veo peligro alguno.
De pronto, Loewen sintió una potente y poderosa ráfaga de viento, de alguna forma parecía haberse formado un ciclón de la nada y ellos estaban justo en la zona de peligro. Loewen gritó cuando sintió que sus pies flotaban y, en cuestión de segundos, saldría volando fuera del suelo.
Se tomó con fuerza del brazo de Eiden y gritó sobre la fuerte brisa:
—¡¿Qué cojones sucede?!
—¡Zrak! —gritó Eiden a toda potencia— ¡Basta ya Zrak!
—¿Quién es Zrak?
Como toda respuesta, el huracán cedió dejando que el sol volviera a verse en lo alto del cielo y, un chico —que parecía caer del mismo astro— aterrizaba justo delante de Loewen. La chica tuvo que dar dos pasos atrás para poder apreciar correctamente al hombre que seguía “levitando” a un metro del suelo, con las piernas cruzadas y una mano sosteniendo su barbilla mientras la analizaba.
—A ti no te había visto nunca —dijo el chico sonriente—, por cierto, hola Eiden, que bueno verte.
—Sí claro.
—¿Quién eres? —preguntó Loewen.
—¿Yo? —el chico dio un salto y por fin se plantó en el suelo—: Soy el más genial Elementarista del mundo entero. El poderoso Zrak.
Loewen sonrió y dejó salir una pequeña y conciliadora risa.
—Bueno Zrak, me debes un peinado —Loewen intentó alizar la maraña de pelo que no parecía querer ceder ante los tirones de su dueña.
—Trato —tronó los dedos hacia ella—, por cierto, Eiden, ¿Ha llegado ya Ratnik?
—Creo que el único que llegaría a destiempo podías ser tú.
—¿Qué dices?, solo mido terreno —se acercó a la pelirroja y susurró a su oído mientras veía a Eiden parado frente a ellos—, puede ser bastante sarcástico cuando quiere.
—¿Se conocen?
—Sí —dijo Eiden—, desde niños. Él es el prodigio del aire —lo señaló—, por mucho que impresione ese hecho.
—Ah Eidy, porque siempre eres tan malo —le dijo en tono lastimero.
—No me digas Eidy —lo miró furioso.
—¿Eidy? —se burló Loewen.
—Así le decimos los prodigios —explicó el vibrante Zrak, quien desde el primer vistazo podías deducir que era el chico problemas, el divertido de la clase y el típico que no hace ni esfuerzo por lograr lo que quiere.
—¿Los prodigios?
—Bueno, así nos llaman —Zrak se dejó caer de espaldas, como si practicara aquel experimento de confianza en el que alguien te atrapaba. En el caso del amo aire, lo cachaba su elemento, el muchacho prácticamente quedó acostado en la nada, con aquella apariencia relajada y hasta floja—, aunque no creo que me agrade tanto… al menos no como a Nubiya que se cree el mismísimo río por el cual fue nombrada.
—Se pronuncia Nubia —dijo Eiden— sabes que le molesta que pronuncies la “Y”
—Lo pronuncio como se escribe —se cruzó de brazos el chico y sonrió—, lo siento por insultar a tu novia.
Eiden suspiró cansado, mirando momentáneamente hacía otra parte, sobre todo porque sentía la intensa y perversa mirada de Loewen sobre él.
—¿Qué hay con eso de novia? —preguntó Loewen con una sonrisa.
—¿No sabes? —sonrió Zrak—. El principito del fuego y la princesa del agua, están comprometidos desde niños.
Loewen puso una expresión divertida, después, intentó controlarse, tapando su boca con una mano y suspirando varias veces, no lo logró, dejó salir su carcajada con un notorio movimiento de cuerpo.