Pasaron horas en los que el Elementarista más viejo y más sabio de aire habló con cada uno de los chicos, dejando al último a Loewen, a la cual no le pasaba desapercibido la preocupación en sus rostros y la renovación que tenían en su interior, lo que fuera que les dijera ese hombre hacía que fueran unos al entrar y otros al salir ¿Qué le podría decir a ella?
Eiden fue el último en salir antes de dejarla pasar con el sabio y sentirse atrapada en esa choza de tierra. Miró tentativamente hacia la salida, pero el hombre la miraba fijamente, casi como si leyera sus pensamientos, así que caminó y se sentó en la silla de tierra que había creado Ratnik para el interlocutor del anciano.
—La Única —sonrió—, eres increíble ¿lo sabías?
—Eh… ¿eso es lo que tengo que saber? Por la cara del resto de los chicos no parece haberles dicho lo mismo.
—Oh, ellos saben que son increíbles, pero tú eres especial, tu lado negativo es tan profundo y poderoso que solo pareces tener una gota de esperanza dentro de ti y es tu pasión por la paz.
—La cual fue impuesta en mí.
—Naciste con ella, recuerda que no eres una creación, tú piensas y sientes —dijo el hombre—, eso te hace más peligrosa e incontrolable, tus emociones pueden despertar poderes inimaginables y dañinos no solo para ti, sino para los que amas.
A la cabeza de Loewen vino inmediatamente una persona y el hombre sonrió.
—El amor es peligroso, sobre todo cuando este se pierde.
El corazón de Loewen dio un vuelco.
—¿Por qué habría de perderlo?
—Sé que tienes sentimientos por el príncipe del fuego —elevó una ceja con pocos pelos—. Es alguien a quién admirar es cierto, pero te encontraras con él formando una pared constante para ti, les esperan más sorpresas de lo que se imaginan, simplemente, tu protector ha ido naciendo y reencarnándose en Elementaristas del fuego por una razón.
—No sabía que reencarnaban en Elementaristas de fuego.
—Todos los elementos dan vida y la perduran, dan libertad, protección y desasosiego. Pero el fuego… el fuego es destructivo, arrasador, devorador, aniquilador, es el seleccionado para ser tu protector.
—¿Por qué puede acabar conmigo?
—Porque no dudaría en hacerlo en una circunstancia natural —esclareció el hombre—, con los demás elementos tendrías una oportunidad, mínima, pero existiría, pero metete en un volcán ¿tienes oportunidad?
—No.
—El fuego no perdona y tu protector tampoco debe hacerlo.
—¿Eiden es mi protector? —Loewen pestañó un par de veces y frunció el ceño— ¿Es protector para mí o para los demás?
El sabio sonrió.
—Pareces comprender.
—Entonces si Eiden es mi protector…
—Él no lo es.
—Estaría destinado a matarme si fuera necesario.
—Sí.
—¿El protector puede hacerlo? ¿Puede matarme? —dijo escandalizada.
—Es complicado de saber, pero digamos que tiene dones especiales, hechos por los Krisken para… retenerte y si fuera el caso, no sabemos hasta qué punto podría detenerte.
—¿Por qué tengo entonces que ir allá? —dijo asustada, poniéndose de pie.
—Siéntate Loewen.
—¿Por qué parece que todos quieren matarme, usarme o sellarme?
—Eres una amenaza, pero ir con tu protector hará que tú misma te sientas más segura, verás y entenderás cosas que no sabes ahora y podrás tomar tus propias decisiones.
—Claro, ¿y si deciden por mí?
—¿Lo permitirías?
Loewen suspiró.
—Sé que no quiero morir.
—¿Hay alguien en quién confías aquí?
Ella bajó la mirada.
—No.
—Ni siquiera en Eiden.
Ella negó.
—Espero que en un momento cambies de opinión, él te aprecia.
—Sí, como todos los demás, todos me quieren a su conveniencia.
—Tú en serio no lo crees, la siguiente pista está entre los Elementaristas de la tierra, pero la tierra es simplemente complicada, no habrá limitantes a excepción de la misma naturaleza de la misma.
—Aun no comprendo por qué ha hablado con cada uno de los Elementaristas.
—Ellos deben comprender que ahora son uno mismo, tú y ellos se han ligado.
—Eso… no lo entiendo.
—Si queremos que este mundo siga siendo lo que es, necesitas conexiones, amigos, si sigues siendo como eres, tan solitaria, no te importará nada.
—No es como que quiera matar a alguien.
—Ahora.
Loewen lo miró horrorizada.
—Jamás lo pensaría.
—Es por eso que te preguntaba lo de Eiden, el amor, el miedo, todo aquel sentimiento humano, tú no debes poseerlo.