The Dimensions (libro 2) "The journey of the seven"

10. ZURA

El camino hacia donde se albergaban los secretos de la tierra fue más duro de lo que se hubiese podido creer, el grupo había enfrentado amenazas de todo tipo, de todas las dimensiones, incluso tuvieron problemas con Elementaristas que su único deseo era destruir a Loewen, lo interesante había sido que desde la plática con el sabio del aire se habían vuelto más unidos, más un equipo que una inclusión forzada a llevar a la única a su lugar de destino. La más cambiada de todos era Loewen quién era mucho más taciturna y cooperativa que en otras ocasiones.

Para los Elementaristas era mucho más fácil llevarse con ella en esos momentos, pero había alguien que sabía que algo no andaba del todo bien, Loewen no solo estaba más cooperativa, sino que no opinaba en lo absoluto, estaba ensimismada en sí misma, ni siquiera habían visto a Briana por mucho tiempo, quitándoles una pequeña fuente de información acerca de lo que la chica pensaba.

Se detuvieron en un hermoso lugar con una cascada de fondo, necesitaban descansar, tomar agua e incluso comer, Loewen no recordaba lo que era tener una comida normal, se basaban en lo que encontraban, fuera comida rápida o caza. En esa ocasión, Nubiya se encargó de traer un poco de pescado de las aguas de la cascada y Eiden había prendido un fuego en donde alegremente todos charlaban y hasta reían de las propias hazañas que habían logrado a lo largo del viaje.

Loewen se había sentado en un árbol alejándose un poco de aquello y tratando de pensar, quizá para esos chicos fuera hasta un poco normal tener que lidiar con Narxons furiosas, Junkys agresivos o Joumas asesinos, pero para ella era suficiente.

—Hola pecas.

Loewen abrió los ojos y enfocó a Eiden con un pescado a las brasas.

—Hola.

—Sé que ha sido cansado, pero tienes que comer algo para lo que viene, aún no llegamos a Petra y es imperativo que…

—Estoy bien —tomó la vara y dio un mordisco al pescado.

—¿Qué te ha dicho el sabio?

—Nada.

Eiden asintió un par de veces y se recostó en el mismo árbol que ella.

—Todos están algo preocupados por ti —dijo—, no pareces la misma de antes.

—¿Alguno de ustedes lo es? —lo miró—, sabes tan bien como yo lo que hemos visto en el mundo… en este mundo. Todo parece destrucción, se pelean constantemente, los humanos crean guerras por cualquier cosa. Sienten la tensión.

—Los humanos son así —aligeró Eiden—, no es exactamente por ti, apenas saben lo que está ocurriendo en realidad, pero saben que no es positivo y eso influye en sus decisiones.

—No me haces sentir mejor.

—No intentaba hacerlo.

Ella lo miró con reproche.

—¿Cómo puedes estar tan tranquilo?

—Sí todos estuviéramos en el mismo estado catatónico, entonces no habría forma de que esto funcionara.

—No sé ni siquiera contra qué estoy luchando ¿contra mí misma? ¿Contra los demás? ¿Por lo demás? —Negó—, simplemente es demasiado complicado.

—La vida en sí misma es complicada pecas, solo que se ha vuelto un poco más peligrosa para nosotros.

Ella lo miró por un segundo. Estaba herido en demasiadas formas, Aubrey había tenido que usar sus dones para curar al grupo en más de una ocasión, no había uno de ellos que no tuviera una poción encima y un par de vendajes por todo el cuerpo.

—¿Tú estás bien? —intentó que no sonara tan preocupada como en verdad lo estaba, lo disimuló dando otro mordico a su pescado.

—Tan bien como puedo estarlo —sonrió tranquilamente.

—¿Crees que el protector ayudará a esto? ¿Qué crees tú que debo hacer?

—No lo sé —se inclinó de hombros—, me sorprendió saber que el protector es un Elementarista del fuego, pero de eso en más, estoy en blanco.

Eiden de pronto miró extrañamente a Loewen, como si no la reconociera y ella sabía el por qué, sus ojos se habían iluminado con el sello de la precondición de forma inesperada.

—Alguien viene —dijo sin más.

Eiden se puso en pie y ella hizo lo mismo.

—¡Alerta! —gritó el príncipe del fuego y miró a sus alrededores.

Los Elementaristas y la Narxon presente se pusieron en pie, el fuego se apagó y todos estuvieron a la expectativa.

—Lo escucho —dijo Zark—, viene por aire.

—¿Un Dragonar? —levantó la vista Ratnik.

—No viene con jinete —Zark mantenía los ojos cerrados, analizando los cielos.

—¿Sin jinete? —frunció el ceño Nubiya trayendo alrededor de ella una buena cantidad de agua de la cascada.

—Eso es… inusual —dijo Ashvend al ver a la enorme bestia rondando por encima de ellos como si se tratara de un buitre.

—Quizá ha venido a espiarnos, dará el aviso de que estamos aquí —dijo Loewen.

No hubo tiempo de hacer nada, pues la enorme vestía de escamas azules aterrizó con fuerza delante de ellos, la tierra tembló y solo porque Ratnik había hecho soportes en sus pies, nadie había caído al suelo. Los ojos azules de aquel monstro eran aterradores, los veía de uno a uno como si fueran aperitivos, vio a Loewen con más intensidad.




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