The Dimensions (libro 2) "The journey of the seven"

13. El árbol de piedra

El ataque había sido directo y sin miramientos hacia Loewen, no solo había sido uno de los Elementaristas tierra, sino varios. Ratnik logró hacer que uno de los ataques se hiciera polvo y Eiden había partido una piedra con uno de sus tipos de fuego más poderosos, el blanco, el inicio de toda explosión.

Loewen se había agachado por instinto y cubierto su cabeza, ella se sentía muerta en el instante en el que sintió que alguien tomaba sus pies y la jalaba hacia el interior de la tierra haciéndola caer de bruces hacia otra habitación llena de escritura y dibujo en las paredes.

—¿Qué mierda? —se quejó la joven por el fuerte golpe.

—Lo siento —dijo una mujer mayor—, esos ancianos no querían que supieras la pista de Petra, pero es necesario que la tengas y te vayas de aquí, en cuanto vean que te vas esos horribles Xihoners también lo harán.

—¿Quién es usted?

—Solo una de las más viejas Elementaristas de la tierra, han intentado capturarme aquí junto con el secreto que guardan estas paredes, pero ¡por favor! Soy la Elementarista tierra más poderosa, no podrán conmigo.

—Esta habitación —Loewen tocó las paredes—, es como si la conociera.

—Quizá sea por uno de tus poderes —dijo la mujer—, tienes el don de ver el pasado y el futuro, así que…

—Si pudiera ver el futuro, al menos sabría que hacer o hacia dónde ir.

—El futuro puede cambiar, nosotros moldeamos todo el tiempo nuestro camino y con ello, todo lo demás se ajusta. La decisión de una sola alma puede cambiar el curso del universo.

—¿Y bien? ¿Cuáles son las coordenadas?

La mujer de fuertes brazos, cara arrugada y cabello corto me miró ceñuda.

—¿Y cómo lo voy a saber? Son solo garabatos.

—Espere, quiere decir que ha custodiado esto por años y nunca se dio el tiempo de saber que decía.

—No, no en realidad.

Loewen rodó los ojos, los Elementaristas de la tierra eran prácticos, hacían lo que debían cuando debían, no se detenían al pensamiento metafórico, ellos actuaban de momento. Miró las paredes con detenimiento, no sabía que podían decir ni tampoco como descifrarlos, escuchar que sus amigos arriesgaban el pellejo allá afuera tampoco le estaba siendo reconfortante ni la ayudaba a pensar.

Quizá no hiciera falta pensar, la vieja había dicho algo verdadero, ella conocía ese lugar porque sus poderes podían mostrárselo ¿o no? Sí se esforzaba lo suficiente debía ser capaz de volver a vivir el momento en el que se llegó al acuerdo de qué sería lo que se pondría ahí.

Suspiró. Debía concentrarse, tocó con vehemencia aquellas paredes y recorrió los bordes tallados con las manos y ojos cerrados. Sintió un extraño tirón en su interior y cuando abrió los ojos, no se encontraba con las mismas personas que hace un momento, de hecho, podía ver muchas caras desconocidas y parecían todas reunidas en un ritual en el que desacomodaban las palabras que estaban regadas por toda la pared, solo un Elementarista tierra podría poner en orden aquellas letras.

—La única —dijo de pronto una voz, que se acercó a tocar la pared desajustada de letras—, es nuestra última esperanza de paz o de perdición.

—¿Cómo descubrirá lo oculto aquí si piensa morir con el secreto, señor?

—Ella sabrá venir hasta este momento de la vida, fantástico ¿no? —sonrió el hombre de mirada verdosa y piel morena—, la única conocerá a uno de los más ingeniosos maestros tierra. Solo debe recordar que la forma sagrada de la tierra, no es una montaña, sino aquello que da vida al mundo en el que existimos.

Loewen cayó de rodillas en el suelo, escuchó el fuerte grito de la Elementarista más poderosa del momento y respiró pesadamente por unos minutos, no podía desmayarse, no ahora.

—¿Cuál es la forma sagrada de su elemento?

—Una montaña niña, todos lo saben.

—No… eso no.

—¿De qué hablas? Esa es nuestra forma sagrada, está tallada en todos los estandartes de los Elementaristas tierra.

—Pero eso es solo la forma en la que muestran fortaleza —pensó la chica—, necesito… “aquello que da vida al mundo en el que existimos”, para vivir el humano necesita respirar y respiramos oxígeno y el oxígeno viene…

—De los árboles.

Loewen asintió.

—La forma sagrada de un árbol —los ojos verdes de Loewen se fijaron en las marcas de la pared—, no son letras, ni jeroglíficos, ¡Es un dibujo!

La mirada de la Elementarista se llenó de comprensión.

—Es un rompecabezas.

—Tiene que moverlas —indicó—, tiene que formar un árbol, el verdadero símbolo sagrado de la tierra.

La Elementarista no puso más replicas y comenzó con su tarea, Loewen salió de la habitación para ver cómo iban sus amigos, cerró un ojo en una expresión de dolor al ver como Ratnik era aventado contra un tumulto de tierra, nada bien.

—¡Dese prisa! —gritó Loewen.

—Es lo que intento —dijo la mujer entrando en conflicto, no se basaba solo en tres pequeñas piezas, sino en miles que tomaban lugar en cualquier sitio para después desencajar.




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