¿Has escuchado una puerta crujir? Sí, es un sonido inquietante. Pero es aún más inquietante escuchar ese mismo sonido en un mar de silencio, y saber que no fuiste tú quien abrió esa puerta.
Eso fue lo que le sucedió a Nik cuando llegó a las puertas de la casa de las muñecas, un viejo caserón abandonado desde hacía varias décadas atrás, y que yacía olvidado al final de un largo sendero en el bosque del norte. Era una de muchas, muchas mansiones que los antiguos millonarios del siglo pasado habían dejado atrás hace bastante tiempo, después de huir de... ¿De qué en realidad? Existen muchos misterios sin resolver aún, esparcidos por ahí, con sus respuestas ocultas frente a nosotros sin que nos demos cuenta.
Esta en particular era quizás un poco más interesante que el resto, porque dentro de sus pasillos no solo corrían fantasmas y sueños desiertos, si no también la sangre, según dicen, de los pocos atrevidos que habían desafiado la cinta de precaución y habían cruzado hasta la entrada de aquél desolado lugar.
Miro a su alrededor, hacia los árboles que se agitaban con la brisa fría de invierno y retorcían sus ramas en su dirección, como esqueléticos brazos que intentaban alcanzarlo, busco con su mirada celeste entre las sombras, esperando encontrar a alguien pero, ¿Quién sería, además de él, tan estúpido como para adentrarse en un lugar como aquel? La respuesta era obvia, nadie; Aunque pensar lo contrario era de cierta forma una mentira placentera. ¿nunca te has mentido a ti mismo, llevando la contraria entre lo que crees racional y vuestros propios sentimientos? Yo lo he hecho.
Observo las ventanas, adentro no había luz alguna, naturalmente, pero sintio que algo, o alguien, estaba observándolo desde ahí. Sintió el deseo de dar la vuelta y correr, correr y no volver jamás, pero no importa cuanto se intentará alejar de ahí, ella lo seguiria.
Estuvo a punto de tomar el pomo de la puerta, el cual despedía un vapor gélido y color blanco opaco. Pero en ese instante, la escucho.
-... Nik...- lo había encontrado -... ¿Tienes miedo? Ven aquí, juega conmigo...- se llevó las manos a ambos lados de la cabeza, en un intento desesperado por acallar las voces, aquellas que lo habían estado atormentado durante varias noches con sus siseantes y atrozes murmullos que despedían veneno con cada una de sus palabras.
Las voces se detuvieron, y también el aullido del viento, dejando únicamente silencio, el cual fue roto, cuando la puerta se abrió, lenta y tétricamente, desgarrando con el agudo crujir de la madera vieja el poco valor que le sobraba a Nik, y dándole una invitación para entrar a la casa. La entrada, que lo llevaría a su tumba.
Dio un paso, una sutil señal de que aceptaba la invitación de adentrarse en la penumbra y de que ya no había vuelta atrás, aunque quisiera retractarse. Solo dió un paso, pero ella lo supo, y al hacerlo, lo empujó dentro del caserón, con la fuerza de decenas de manos invisibles, y cerrando la puerta detrás de él, con un estruendo que hizo vibrar los viejos candelabros de cristal de la recepción.
Nik se levantó, con la vista un poco nublada por el impacto, y sangre goteando de su nariz en un ligero hilo carmesí que descendía hasta el suelo de madera que rechinaba mientras el intentaba ponerse de pie.
Ahí dentro, y como suponía, había poca luz, y el aire estaba cargado de polvo, extrañamente, no era lo que esperaba; desde afuera, parecía que estaba a unas pocas nevadas y lluvias otoñales de venirse abajo, adentro, solo parecía necesitar una limpieza y un poco de aceite. Inspiró hondo, el aire olía a flores, rosas y narcisos, polvosas si, pero igual de dulces.
-... Nik... Ven a jugar conmigo...- la voz lo sobresalto, miro a ambos lados.
Estás solo, estás solo, estás... Solo, se repitió en su mente.
Camino un poco, y noto que, ahí no habían flores, de hecho, ahí no había vida alguna, más que el mismo, por ahora.
Llegó a la puerta de la cocina, el aire se tornó aun más dulce y empalagoso, y al abrirla, toda su sangre se helo.