The Elementals: La flor de pascua

III. Camino al Sol.

Nyssara avanzaba por el camino real, dejando atrás los límites difusos de Flumina,la capital que ya no se parecía en nada a lo que una vez fue. El aire de la mañana aún conservaba un frío cortante, pero el sol comenzaba a elevarse sobre los campos de trigo que rodeaban la región, iluminando el paisaje con tonos dorados. Aquella quietud le resultaba casi ajena después de tantos días de caos.

Había tenido que continuar a pie; ningun carruaje ni carroza quedaba en condiciones de llevarla, y los pocos caballos que sobrevivieron fueron tomados por los guardias o las familias que huían. Caminaba con determinación, pero el cansancio se acomodaba en cada parte de su cuerpo. Aun así, el camino real era amplio, tranquilo y por momentos casi hermoso.

El viento hacía ondular el trigo como un mar dorado que se perdía en la distancia. De vez en cuando alguna mariposa blanca cruzaba frente a ella, y aquel detalle,tan insignificante, tan vivo, le hacía recordar que el mundo seguía moviéndose, incluso después de que el suyo se hubiese detenido.

Sabía que llegar a Ciudad Sol le tomaría más de dos días a este ritmo. Pero si conseguía aunque fuera un caballo, el trayecto se reduciría a menos de uno. Aquello aumentaba sus esperanzas: no podía permitirse perder tiempo, no cuando su madre seguía en manos de aquel hombre cuyos ojos negros aún la atormentaban.

Apretó el paso, acomodó la túnica roja sobre sus hombros y siguió el camino, deseando, quizás por primera vez en su vida, la simple ayuda de la suerte.

Llevaba consigo un pan que había tomado al salir de Nest y decidió comerlo mientras avanzaba para recuperar un poco de energía. Tras caminar un buen tramo, no lo suficiente para cansarla por completo, pero sí para sentir el peso del viaje que le esperaba durante los próximos dos días, notó movimiento más adelante en el camino real. Se detuvo. Entre la bruma ligera del mediodía, pudo distinguir a varios habitantes de un pequeño pueblo cercano; estaban apilando madera y prendiéndole fuego en medio del camino, como una barricada improvisada. Al verlos, entendió de inmediato lo que pasaba: querían detener y saquear a cualquiera que pasara por allí.

Su pulso se aceleró. Sabía que, si la reconocían, no tendrían la más mínima piedad con ella. El resentimiento hacia la realeza estaba fresco y encendido como esas llamas. No podía arriesgarse.

Con cautela se desvió hacia la línea de árboles y se internó en el bosque, manteniéndose paralela al camino real pero protegida por las sombras y el follaje. Sentía cómo las ramas secas crujían bajo sus botas y cómo el frío se colaba entre los troncos, pero aun así era la única ruta segura que le quedaba.

Avanzó hasta quedar paralela a la zona donde estaban los pueblerinos, y desde el interior del bosque podía escuchar claramente sus voces elevadas por la furia.

—¡Mataremos a cualquiera que se acerque! —rugió una mujer, tan cerca que Nyssara sintió cómo la amenaza le raspaba la piel.

Se agazapó tras un tronco, con el corazón golpeándole el pecho. Por un momento consideró usar su magia mental para detenerlos, para evitar que atacaran a más viajeros inocentes. Pero entonces la realidad la alcanzó como un balde de agua helada: no podía salvar a todos. No podía cargar el mundo entero sobre sus hombros.

Si intento apagar cada incendio, nunca llegaré a donde realmente importa…

Aquella verdad, dura pero innegable, la obligó a seguir avanzando con cautela. Disminuyó su velocidad, cuidando cada paso para no romper una rama ni hacer el más mínimo ruido. Cualquier contacto, incluso accidental, podía costarle la vida con un grupo tan enfurecido rondando tan cerca del camino.

Siguió avanzando entre raíces y hojas húmedas hasta que recordó algo: unos kilómetros más adelante, el camino real hacía una curva enorme alrededor de una colina. Una curva que ella podía evitar si cortaba a través del bosque. La idea la golpeó de pronto, tan clara como un destello.

Si me adentro en el bosque, podré cortar camino, pensó, sintiendo un pequeño brote de entusiasmo por primera vez en horas.

Ajustó la túnica sobre sus hombros y se internó un poco más. Allí dentro, en el corazón del bosque, los árboles parecían inclinarse unos hacia otros, formando arcos naturales que dejaban pasar apenas la luz suficiente para ver el suelo. El aire era más frío, más denso… casi como si el bosque respirara con ella.

Era arriesgado. Lo sabía. El bosque no era un lugar que la gente cruzara a la ligera. Pero si lograba recortar aunque fuera un par de horas, su llegada a Ciudad Sol no tardaría tanto. Y el tiempo era lo único que no tenía.

A medida que avanzaba, el silencio se hacía más pesado. No había pájaros, ni grillos, ni viento. Solo sus pasos sobre la tierra húmeda. Era como caminar dentro de un lugar que estaba observando, esperando algo de ella.

Nyssara tragó saliva y siguió, procurando no pensar demasiado en lo que podía estar oculto entre los troncos. La luz comenzaba a desvanecerse entre las copas, tiñendo todo de un tono verdoso e inquietante.

Pero aun así continuó, decidida.

—Un paso más… — murmuró para sí, apenas en un susurro.

Y así terminó por perder de vista el camino real por completo.



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Editado: 08.12.2025

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