The End

Capitulo 5:Y YO FUERA SU PRINCESA

Claro, aquí tienes una versión larga, enriquecida y profundamente emotiva que captura la esencia de la historia original, con un enfoque narrativo más elaborado y lleno de sensibilidad:

A veces, las cartas que escribimos con todo nuestro corazón no alcanzan el destino que imaginamos; en ocasiones, por más sinceras y honestas que sean, su significado se diluye en la incomprensión, en las barreras invisibles que construyen las palabras no dichas o las interpretaciones erróneas. La comunicación del alma no siempre encuentra un canal claro, y en ese proceso, las emociones más puras pueden quedar atrapadas en un limbo de malentendidos.

Jerónimo, con toda su ilusión, terminó su carta y, con manos temblorosas, la dobló cuidadosamente, dándole la forma de un corazón —un gesto que, incluso para Dania, fue una sorpresa. No sabía que podía hacer algo así, y fue un acto que reveló la verdadera intensidad de sus sentimientos. Con cada detalle cuidado, desde la elección de la letra hasta el aroma de su perfume favorito que impregnó el papel, la metió en uno de sus bolsillos, como si esa pequeña obra de arte pudiera protegerlo de las tormentas que se avecinaban. Y en silencio, nosotras, sus amigas, nos acompañamos en ese camino hacia la escuela, cada una con su propia mezcla de nervios y esperanza.

Pensar que, en un día tan importante, lo más lógico sería que llegara con anticipación, preparado y calmado, para afrontar ese momento que lo llenaba de nervios… Pero, en la realidad de Jerónimo, esa palabra —puntualidad— no existía en su vocabulario. La impuntualidad era una de sus señas distintivas, casi una marca de su carácter, y ese día, en el que se jugaba el corazón por alguien a quien decía amar, tampoco pudo ser diferente. La vida, con su ironía cruel, parecía burlarse de sus esfuerzos: ni siquiera en ese día en el que lo que más quería era estar allí a tiempo, logró llegar puntual.

La vida y la muerte, dos misterios que nos acompañan desde el comienzo de nuestra existencia, nos desafían y nos confrontan con su enigma. ¿Pero qué hay del amor? ¿Qué lógica puede tener? ¿Cómo es posible que alguien ame tanto a otra persona que esté dispuesto a sacrificarlo todo, incluso su propia vida, y a prometer un amor que trascienda la muerte misma? Son preguntas que no tienen respuestas fáciles, solo sentimientos que nos sobrepasan.

Y, precisamente, por eso cuento todo esto. Porque en algún rincón del universo, en alguna alma que todavía no conocemos, hay alguien que nos mira con ojos que ven más allá de nuestras apariencias, que perciben la belleza que se oculta en nuestro interior. Una mirada que no juzga nuestras imperfecciones, sino que las acepta y las celebra, porque sabe que en ellas reside la verdadera esencia de quien somos. La belleza, al final, no está en la perfección superficial, sino en la capacidad de apreciar y valorar el arte único que cada uno lleva en su alma.

Llegamos a la escuela y, en ese momento, Jerónimo dejó la carta en el puesto de Nahiara, escondiéndola sutilmente bajo uno de sus libros. Se le notaba nervioso, con una expresión que delataba la ansiedad por lo que podría suceder. La incertidumbre lo invadía, y todos en el aula percibíamos esa tensión.

Uno puede hacer muchos planes, trazar estrategias, imaginar el mejor escenario… pero la vida, con su imprevisible sabiduría, siempre tiene otros planes. Todos entramos en el salón como de costumbre, cada uno en su lugar, con la rutina que pareciera inmutable. La profesora Rosalba Manrique, una mujer de edad avanzada y carácter áspero, se presentó en el aula, saludó con sequedad y solicitó la entrega de las tareas del día. Jerónimo, como siempre, no la había hecho. Sacamos nuestros libros para que nos calificaran, y la profesora empezó a llamar por la lista, revisando los cuadernos uno a uno.

De repente, su atención se detuvo en uno de ellos y, con una expresión que mezclaba curiosidad y sarcasmo, lo examinó más detenidamente. Sacó un papel doblado del interior del cuaderno, y nos dirigió una mirada irónica, como si supiera algo que los demás ignorábamos. Rosalba, siempre con su tono mordaz, no pudo evitar dejar escapar una frase que dejó helados a todos:

—Vaya, qué curioso. Algunos alumnos tienen una imaginación desbordante para ciertas cosas, pero para lo importante, no. Disponen de tiempo para escribir cartas, pero no para cumplir con sus tareas. Señor Jerónimo, su carta es muy bonita. Ojalá le pusiera la misma dedicación en traerme las tareas a tiempo.

Y continuó, con aire de burla:

—Vamos a ver qué dice esa carta y quién es tan importante como para que no me haya traído su libro. Porque, por lo que veo, tengo todos los libros menos el suyo.

Jerónimo, sin querer, había metido la carta justo en el libro que Nahiara debía llevar para mostrar la tarea. La profesora empezó a leerla en voz alta, mientras su rostro cambiaba de color, como si fuera un camaleón. Se le notaba que lo estaba pasando muy mal, pues en ese momento, todo el salón se enteraba de sus sentimientos más profundos.

La carta decía así:

"Hola, te escribo esta carta con la intención de que conozcas mis sentimientos, sin ninguna intención de molestar. No sé cómo explicarte esto que nunca antes había sentido. Me gustas más que el chocolate, que las gomitas, que los días festivos. Eres la razón por la que se me acelera el corazón, por la que me vuelvo cursi cuando siempre he sido frío.

Me gustas, y tengo miedo de que me rechaces, porque eres una princesa y yo, un simple mortal. Quiero ser algo más que tu amigo.

No puedo seguir ocultando lo que mi alma grita por ti.

Esta carta es para ti, y espero que tú sientas lo mismo por mí.

De: Jerónimo🤗
Para: Nahiara♥️"

Mientras la profesora leía la carta, todos los niños se mofaban y miraban a Jerónimo y a Nahiara como si fueran bichos raros. Ella, muy avergonzada, se puso roja y, con furia en los ojos, se levantó de su puesto y salió del aula sin decir palabra.




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