El camino a casa se convirtió en un interrogatorio. Queríamos saberlo todo: ¿desde cuándo había surgido esa extraña conexión entre Jerónimo y Sam?
Jerónimo se encogió de hombros, visiblemente confundido. -No lo sé... nunca habíamos hablado antes. Pero sentí como si un hilo invisible nos uniera, como si nos conociéramos de otras vidas.
Dania, con su sarcasmo habitual, no tardó en intervenir. -¿Será que la flecha de Cupido te ha alcanzado, Jero? ¡Vamos, Sam es una chica guapa!
Jerónimo negó con la cabeza, sonrojándose ligeramente. -¡No estoy enamorado! Aunque reconozco que es muy guapa. Pero mi corazón le pertenece a Nahiara, y Sam se ha ofrecido a ser mi guía en esta cruzada amorosa.
La noticia nos dejó sin aliento. Nahiara, por su parte, había levantado un muro infranqueable entre ella y Jerónimo, solicitando un cambio de ubicación que la alejara lo más posible de su pretendiente.
-¿Y cómo piensas derribar ese muro? -preguntó Dania, escéptica-. ¡Si te evita como si fueras la peste!
Jerónimo sonrió con una determinación inquebrantable. -La asediaré con cartas. Y me convertiré en una mejor versión de mí mismo. Sam me ayudará a pulir mis defectos y a alcanzar mis metas.
Las semanas siguientes fueron testigo de una metamorfosis asombrosa. Jerónimo se aplicaba en sus estudios, participaba en clase con entusiasmo, y se le veía constantemente en compañía de Sam, compartiendo risas, confidencias y proyectos.
Sam, a su vez, florecía como una rosa en primavera. Su sonrisa era un rayo de sol que iluminaba el aula, su mirada, un espejo que reflejaba la alegría de vivir. Juntos formaban un tándem perfecto, una melodía armoniosa que llenaba el ambiente de energía positiva.
Pero en este triángulo amoroso había una sombra acechante: la de Lucas.
Lucas, el mejor amigo de Jerónimo, compartía con él su espíritu libre y su rebeldía juvenil. Sin embargo, a diferencia de Jerónimo, Lucas era un alumno brillante y responsable. Y, para su desgracia, albergaba un amor secreto por Sam. Se lo había confesado con valentía, pero ella solo le ofrecía una amistad sincera.
Lucas Ducke era un joven de mirada magnética y penetrante, capaz de desnudar el alma con solo una ojeada. Sus cejas pobladas y ligeramente arqueadas le daban un aire de misterio y profundidad. Su mentón firme y su mandíbula cuadrada revelaban una personalidad tenaz y decidida. Su piel pálida contrastaba con la intensidad de sus rasgos, creando un atractivo irresistible y enigmático.
A pesar de su innegable encanto, Sam parecía estar hechizada por Jerónimo, quien, a su vez, seguía ciegamente enamorado de Nahiara.
Nahiara, impasible ante los esfuerzos de Jerónimo, había logrado su objetivo: borrarlo de su vida. Él, con el corazón apesadumbrado, había aceptado su nuevo destino, pero su anhelo por conquistarla seguía intacto.
Con el paso del tiempo, Jerónimo no solo había afianzado su amistad con Lucas y Sam, sino que también había logrado ganarse el respeto y la admiración de sus compañeros. De un día para otro, pasó de ser el blanco de las burlas a convertirse en el chico popular, el alma de la fiesta. Y nosotros, Dania y yo, nos habíamos convertido en los nuevos marginados, los 'bichos raros' del salón.
El año escolar se desvaneció como un suspiro. Jerónimo logró aprobar todas las materias y se preparaba para iniciar una nueva etapa en la secundaria. Era un chico nuevo, más seguro de sí mismo, más carismático. Sus cartas a Nahiara, aunque aún conservaban algunos errores gramaticales, eran cada vez más poéticas y conmovedoras. Y fue así, gracias a su perseverancia y a su transformación personal, que un día, el destino le sonrió y por fin Nahiara se fijó en Jerónimo.
#4571 en Novela romántica
un amor que no se olvida, amor dolor dulsura, un amor está dormido más no muerto
Editado: 09.12.2025