1. Sal y azúcar
Ya hace dos semanas desde que nuestros nuevos vecinos se mudaron a la casa amarilla y debo decir que han sido dos semanas muy entretenidas, pues por lo visto esos pequeños demonios idénticos se guardan toda clase de ases bajo la manga. No he vuelto a tener ningún intercambio directo con su hermana, pero mi madre sí que se acercó a su casa el fin de semana pasado para darles la bienvenida con uno de sus famosos brioches de arándanos. Ni falta hace decir que en cuanto le abrieron la puerta y aspiraron el aroma de su delicioso bollo (sí, estoy dolido porque no nos dejó uno a nosotros), la acogieron como una más de la familia y desde entonces nuestra madre y Ana, la madre de los niños, se llevan como uña y carne.
Vuelvo a casa después de pasar por la biblioteca a estudiar y encontrármela cerrada. Estoy indignado, ¿no podían esperar a arreglar la fachada a que termináramos el período de Selectividad? Supongo que las subvenciones no esperan a nadie, ni siquiera a los estudiantes que supuestamente debemos levantar el país en un futuro próximo. Tiro la mochila encima de la cama con desgana y me siento ante mi escritorio, me froto el rostro y los ojos, cansado y abro el libro de álgebra para continuar en el punto en que lo había dejado por la mañana. Sin embargo, me llega al móvil una nueva notificación. Mi mejor amigo acaba de actualizar su estado de WhatsApp añadiendo una imagen en la que aparece ridículamente vestido de árbol de navidad. Sí, en abril.
Yo [16:37]: Tío, ¿te puedo poner la estrella? Jajaja
Marc [16:38]: ¿Estás fumado?
Marc [16:38]: ¿De qué me estás hablando?
Yo [16:39]: Tu foto... estoy por ir a colgarte una bola de Navidad
Marc [16:42]: Claro tío, ¿te digo dónde me la puedes colgar? ¬¬
Yo [16:43]: ¿Dónde sería eso? *carita sugerente*
Marc [16:44]: La estrella mismamente en la punta del...
Yo [16:44]: ...¿árbol?
Marc [16:44]: Seh
Marc [16:45]: Y yo que pensaba que como proyecto de universitario madurarías y esas cosas... veo que no jajaja
Marc [16:48]: ¿Ahora me ignoras? Eso duele, tío... ¿Qué haces hoy?
Yo [16:54]: Perdona, es que en realidad acabo de llegar a casa y tengo un simulacro de examen de Álgebra mañana, y no lo llevo muy bien.
Marc [16:55]: Lástima, me apetecía ir a tomar unas cañas esta noche.
Yo [16:55]: Imposible, tendrá que ser otro día, lo siento.
Marc [16:56]: Tranquilo, tengo asumido que en tu vida tus prioridades son tu carrera musical, tu perro, tu hermana (sí, en ese orden) y al final del ranking: yo.
Yo [16:57]: ¡Dejen paso al rey del drama!
Veo que me manda una foto suya convertida en gif en la que se lleva la mano a la frente en un gesto sumamente teatral y no puedo evitar reírme a pierna suelta.
Marc [16:58]: Bueno, siendo justos creo que tienes razón, en realidad no estoy el último en tu lista.
Yo [17:00]: ¿En serio? xD
Marc [17:02]: Sí. Creo que tus dotes de seducción están todavía más abajo jajajaja
Yo [17:03]: Que te den
Marc [17:03]: Jajaja tío, no te enfades, pero ¿cuánto hace desde la última vez que te liaste con alguien?
Trato de hacer memoria, pero me deprimo con tan solo intentarlo.
Yo [17:04]: Ni me acuerdo... pero en eso tienes razón, ni siquiera me importa.
Marc [17:04]: *emoji con los ojos en blanco*
Yo [17:04]: Es en serio. No tengo tiempo para mí, mucho menos para dedicar a una pareja.
Marc [17:05]: ¿Quién ha dicho nada de pareja? Estoy hablando de un rollo, se te va a olvidar cómo usarla si la tienes siempre escondida jajaja
Yo [17:08]: ¿Es que solo piensas en una cosa?
Marc [17:09]: ¿Es que no me conoces aún?
Yo [17:09]: Touché.
Yo [17:09]: Oye, lo siento, pero de verdad tengo que ponerme a estudiar ya. ¿Cañas el finde?
Marc [17:10]: Esperaré impaciente mi amol <3
Yo [17:09]: *caritas sugerentes*
Sonrío divertido. Me encanta saber que en Marc tengo a alguien con quien poder contar, pase lo que pase. Suspirando, dejo el móvil boca abajo sobre el escritorio, para evitar distracciones y me dispongo a repasar mis apuntes para el examen de mañana. Desde luego, espero que valga la pena el esfuerzo. Estoy agotado pero una promesa es una promesa.
Una hora después, cuando estoy absolutamente enfrascado en un ejercicio práctico que ya nos advirtieron que saldría en el simulacro de examen, siento cómo retumba mi escritorio. Desde la calle empiezan a sonar lo que parecen punteos de guitarra o de bajo, no estoy seguro, aunque para ser sinceros, suena más bien como si estuvieran atormentando a un grupo de gatos callejeros. Me asomo a la ventana para ver de dónde procede y me doy cuenta de que el ruido viene de la casa amarilla. Cómo no.
Intento ignorarlo y concentrarme en el problema que tengo delante, pero me es imposible distraerme de las notas discordantes que escucho desde la otra acera por lo que, tras cinco minutos de tortura, decido acercarme y llamar al timbre.
—¿Hola? ¿Me oye alguien? —alzo la voz, preguntándome si se escucha siquiera el sonido del timbre.
Se hace el silencio, pero no aparece nadie y dos segundos después, vuelven los acordes musicales. Resoplo, empezando a mosquearme, y vuelvo a llamar al timbre, esta vez también golpeando la puerta con los nudillos. Por suerte esta vez abren la puerta.
—Hola... —me saluda la chica de las gafas de sol—. Ah, eres Edu, ¿verdad? ¿Necesitas algo?
La observo, anonadado, mientras intento encontrar las palabras más acertadas para esta situación, recordando cómo prácticamente me arrancó la cabeza durante nuestro último encuentro.