The F word

9. Dulce Navidad (I)

     —Pero ¿no puedes pedir un cambio de turno, cariño?

     —No, nena. Es complicadísimo hacer cambios en estas fechas, ya lo sabes. A alguien le tenía que tocar —suspira mi padre, resignado, dándole un beso fugaz a su mujer—. De verdad que lo siento, pero el sábado os lo compenso y nos vamos todos juntos al cine. Bueno, si Edu quiere, que a lo mejor ya no le interesa pasar tiempo con dos abuelos como nosotros —bromea.

     Acabamos de empezar las vacaciones de Navidad y ya tenemos el primer drama familiar. Por lo visto, a papá le han puesto un turno de guardia de 24 horas en el hospital justo el día de Nochebuena, lo que significa que, desde el mediodía del 24 hasta el mediodía del 25, va a tener que estar haciendo gastroscopias, atendiendo virus de estómago y sacando biopsias, en lugar de cenar en familia nuestro ya tradicional cerdo asado con piñones y salsa de pera. Mamá está indignada, porque en su centro tienen a cuatro médicos digestivos en plantilla y hace dos años ya le tocó a él también hacer la guardia ese día, de modo que estaba convencida de que no volvería a tocarle tan pronto. Pero, las guardias no funcionan así.

     En realidad, me apena que no pueda pasar ese día con nosotros, ahora que estamos un poco mejor. La verdad es que desde que empecé la carrera, está un poco menos tenso. Sé que le costó mucho aceptar que no quisiera seguir sus pasos o que no me planteara, al menos, apostar por un ámbito profesional más "tradicional", pero parece que desde que ha visto que me lo estoy tomando en serio, está empezando a aceptar mi decisión. Puede que el hecho de que le preparara un dossier con información sobre salidas profesionales y casos de éxito de gente que ha estudiado lo mismo que yo aquí en España, tuviera algo que ver, quién sabe. En cualquier caso, me alegra que haya cambiado su actitud, esto suaviza las cosas entre nosotros.

     —Si no tengo nada que hacer, me parece bien —señalo—. Pero no dejéis elegir a Emma. No puedo soportar otras dos horas de elfos cantarines en pantalla.

     —Creo que mi padre es un elfo... —se pone a canturrear la aludida, imitando al famoso anuncio de la tele, solo para hacerme rabiar.

     —Calla o te meto un calcetín en la boca y te advierto que todavía están sudados de la práctica de básquet.

     —¡Mamá!

     —Ay, Edu, no le digas esas cosas a la niña, ya estás en la universidad, no te pongas a su altura —me regaña ella, a lo que pongo los ojos en blanco y le regalo una última mueca burlona a mi hermana, antes de subir a mi habitación a componer para un ejercicio que nos han mandado durante las vacaciones.

     Mientras estoy en mi cuarto, hablo con el grupo sobre nuestros planes de vacaciones y me doy cuenta de que todos van a estar ocupados con sus familias o con sus parejas, y no puedo evitar pensar que espero que podamos coincidir, aunque sea un día, porque desde que empezamos la uni, cada uno con nuestros caminos diferentes, no nos vemos tanto y les echo de menos. La única excepción son Marc y Arantxa, porque a Marc no puedo sacármelo de encima ni con agua caliente, y Cassie, porque seguimos con las clases de guitarra. Y también porque desde el día que quedamos en el Peine, algo cambió. Algo le hizo clic, aunque no estoy muy seguro del motivo, porque no es que hiciera nada especial... me sorprendió mucho la historia que me contó y me pareció tan desvalida y triste que no pude frenar el impulso de abrazarla. Me dolió verla tan mal por culpa del patán de su padre. Un patán que les dejó cubiertos de deudas antes de largarse a Australia con otra, después de todo lo que les hizo. Lo cierto es que sentí mucha curiosidad por saber más acerca del tema, pero aquel día, después de que se calmara un poco, no volvió a sacarlo y yo no quise insistir. Realmente no me ha contado mucho, ahora que lo pienso, pero me parece que no está preparada para hacerlo, en realidad. Sin embargo, sí que ha ido describiéndome pequeños retazos de su vida antes de venir a esta ciudad: de su paso de primaria al instituto, de sus amigos catalanes, de su infancia en Manchester y de cómo cambiaron de país cuando a su padre le ofrecieron un nuevo trabajo, cuando ella tenía 10 años. Aunque todo eso me lo ha contado las otras veces que hemos quedado, porque desde ese día hemos empezado a vernos, no solo por las clases de música, sino simplemente porque sí. Y a pesar de que a veces sigue siendo peor que un grano en el culo, y de la alarmante cantidad de palabras malsonantes por minuto que es capaz de emitir sin despeinarse, supongo que se podría decir que, al final, nos estamos haciendo buenos amigos.

     —¡Edu, baja! —escucho la voz de mi madre, a gritos, subiendo por el hueco de la escalera.

     Le hago caso y me dirijo de nuevo al salón, preguntándome qué quiere. ¿Para qué lo habré hecho? En cuanto me topo con la amplia sonrisa emocionada de las mujeres de la casa, me doy cuenta de que algo han tramado en mi ausencia y solo puedo temblar.

     —¡No te vas a creer lo que ha hecho mamá! —salta Em del sofá para acercarse a mí, emocionada, mientras se pone a brincar a mi alrededor, agarrada a mi brazo. Dirijo la mirada hacia mi madre, inquisitivo, pero ella parece disfrutar de la expectación creada a su alrededor.

     —Vamos, Patricia, díselo ya —suplica, cansado, papá.

     —Está bien —cede, contenta—. Parece que no vamos a pasar las Navidades los tres solos este año —la miro, arqueando una ceja, sin entender—. ¡Nos vamos a pasar la Nochebuena a una cabaña monísima con Ana y su familia!

     Fijo mis ojos en ella, atónito, sin entender qué pintamos pasando la Navidad con los vecinos. Es raro... ¿no? Es raro. Lo mires como lo mires.

     —¿Y se puede saber por qué? —pregunto, tratando de comprenderlo.

     —Es que la madre de Cassie le contó a mamá lo de la cabaña hace unos días —se adelanta Emma, con un gran brillo en los ojos— y ahora, cuando mamá le ha contado lo que pasaba con papá y su trabajo... Sin pensárselo nos han invitado a ir. Así, sin más. ¡Me hace mucha ilusión pasar la Navidad con Cassie! ¡Y que venga Papá Noel a la cabaña! Que guay, será como en las películas —exclama, muy emocionada, con su aguda voz infantil.



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En el texto hay: amor juvenil, risas, superacion

Editado: 02.01.2023

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