—¿Queréis mirar por dónde vais? —regaña Cassie a sus hermanos, cuando casi la tiran al suelo, al salir por la puerta de la cabaña a toda pastilla.
—Trae, te ayudo —me acerco a ella, con intención de llevar una de las bolsas de comida. ¿De verdad hace falta tanta? Somos ocho, no veintiocho.
—No, puedo sola —insiste, rechazando mi oferta.
—No seas cabezota —le quito una bolsa.
—Gosh, que no necesito un caballero de brillante armadura que venga a salv-
—¿Quieres callarte? —la interrumpo, dándole una suave colleja—. Ya sé que no necesitas a nadie, pero me siento inútil si no llevo nada. Aunque tu madre diga que somos vuestros invitados, vamos a pasar el mismo tiempo que vosotros aquí. Así que cállate y dame otra bolsa.
Por primera vez en la vida, parece que he dejado a Cassie sin réplica, puesto que me obedece al momento, haciéndome sonreír para mis adentros. Edu 1, Cassie 0.
Cuando entramos en la cabaña, no puedo evitar mirar de reojo la escena que se desarrolla en la cocina y pensar en cómo le estará sentando a mi amiga. Ana y el hombre calvo con el que la he visto de vez en cuando, que se ha presentado como Iñaki, están empezando a preparar la copiosa cena de Nochebuena. Tenía entendido que en realidad los ingleses celebraban más el día de Navidad que la víspera, pero supongo que, en un intento de animar a mi madre, han decidido cambiarlo para que podamos disfrutarlo todos juntos.
Por otra parte, mamá ha ido con Emma al pueblo a comprar decoración navideña, porque según ella, y cito textualmente: 'no hay nada peor que unas Navidades sin gracia'. A mí personalmente se me ocurren varias cosas peores, pero jamás osaría contradecir a mi madre cuando entra en su frenesí de compras compulsivas. Allá ella. Me pregunto si al menos se acordará de traer el comino que le ha pedido Ana, pero conociéndola, no lo tengo muy claro.
Mientras los adultos están a sus quehaceres, los pequeños diablillos dan vueltas por la casa, agitando sus espadas láser peligrosamente cerca de las figuritas decorativas de la estantería que hay junto a la entrada. Estoy tentado de ir a pedirles que se alejen de la zona, pero tengo miedo de que entonces cambien su objetivo y vengan a por mí; esos niños son terroríficos. Así que me limito a pasar de largo, antes de que se metan en algún lío que me pueda salpicar, y subo a la habitación que voy a compartir con Em. La pobre quería dormir con Cassie, pero solo hay cuatro habitaciones en la cabaña y las hemos repartido de modo que Ana y su novio comparten habitación, Cassie y sus hermanos también, mamá duerme en la habitación de invitados sola y a mí, por descarte, me toca con la pequeñaja.
Me dejo caer en la cama, moviendo los dedos alrededor del mango de una guitarra imaginaria. Quería traer la de verdad, pero me preocupaba que con tanto crío suelto pudiera sufrir algún daño. Lo que sí he traído, es mi cuaderno de composición y creo que, aunque no tenga mi Fender conmigo, puedo intentar componer algo de memoria si me imagino cómo sonaría cada acorde. Es complicado, pero tengo buen oído, así que por intentarlo no pierdo nada... y me encantan los retos.
Me siento en el pequeño escritorio que hay en la cabaña y abro el cuadernillo por la última página en la que había comenzado a trabajar. Lo cierto es que esta canción ya la había comenzado en casa, pero me quedé atascado y no pude continuar. Espero tener más suerte hoy.
Por suerte, parece que las musas no me han abandonado del todo, pues con algo de trabajo, consigo perfilar en mi mente el esqueleto de una melodía, y con los ojos cerrados, voy apuntando sus acordes correspondientes. A ratos me llegan gritos desde el salón, pero ya me he metido tanto en mi universo musical, que solo soy vagamente consciente de ello.
—Bright Lily... ¿Quién es Lily?
Al escuchar la voz de Cassie por encima de mi hombro, no puedo evitar dar un respingo sobre la silla.
—¿Quieres matarme? No me des estos sustos.
—Pensaba que me habías oído llegar —se limita a responder, encogiéndose de hombros—. ¿Y bien?
—No es nadie, solo es una canción en la que estoy trabajando —respondo, rápidamente. Pero antes de poder cerrar y guardar el cuaderno, me lo birla hábilmente y se aleja de mí, leyendo lo poco que llevo escrito por el momento.
—Devuélvemelo, Cassie... —la aviso.
—Don't be such a dick —me espeta, divertida—. Solo quiero ver qué escribes...
Exhalo por la nariz, mosqueado, pero me quedo cruzado de brazos, esperando que termine. Veo cómo lee con atención y, sorprendentemente, me devuelve la libreta al terminar, sonriendo.
—No sabía que escribías tan bien en inglés —menciona, quedamente.
—Me defiendo... y me he documentado. Google hace milagros —respondo, algo azorado, guardando la libreta en mi mochila de nuevo. Por si acaso.
—¿Quieres ir a dar una vuelta? Hace buen día.
—Claro, déjame coger la chaqueta.
Cassie tiene razón, hace un día precioso. Solo se ven a lo lejos un par de nubes blancas, pero por lo demás, nos envuelve un precioso cielo invernal de intenso color azul, así que decidimos ir a dar una vuelta por el bosquecito que rodea la cabaña.
—¿Quién es Lily? —me vuelve a preguntar.
—Qué cotilla eres —me río, por lo bajo—. No es de tu incumbencia.
—Bah, tarde o temprano lo descubriré. Tu hermana me lo cuenta todo.
—No creo que mi hermana vaya a contarte nada al respecto —me carcajeo.
—¿Es tu novia secreta? —me estira del brazo—. Come oooooon, tell me!
Pero me limito a sonreír, sabiendo que eso la molestará más.
—Tú mismo—se adelanta, molesta de repente, alejándose tan rápido de mí que tengo que dar unas cuantas zancadas para alcanzarla.
—¡Espérame, Cassie! Sólo bromeaba.
—¿Entonces me lo vas a contar?
—No.
—Capullo —me espeta.
—Fisgona —a ver si se piensa que no sé jugar a este juego.