The File Does not Exist. (☆completa☆)

Capítulo XIX Final

Nota 20. 20 de septiembre, domingo. (11:30)

- ¿De dónde has sacado esa idea tan loca? - Me pregunta Laura siguíendome a la cocina pero no le respondo. - ¡Pero! ¿¿qué haces??

Comienzo a abrir las llaves de gas.

- ¿¿Estás loca??
- En este mundo no existe persona cuerda, todos tenemos algún que otro desequilibrio mental. - Respondo. - Vamos. - Le digo y nos dirigimos a nuestra habitación.
Me lanzo al suelo y tomo del compartimento secreto los útiles que me dejó Susan.

<<Susan...Debo ir por ella>>

- Toma. - Le lanzo a Laura las cuerdas, y la jeringa/jeringuilla con la sustancia. - Debes entrar en las habitaciones de las empleadas, inyectarles parte de esa sustancia y atarlas con las cuerdas. 
- ¿Planeas dejarlas morir carbonizadas? 
- Se lo merecen.

Voy hacia mi cama, tomo las tres cerillas que había escondido hace tiempo y el diario de Susan. Dejaré el informe médico, no me servirá de nada ahora.

- Dame la llave, necesito abrir la puerta del sótano.

Laura me entrega la llave, yo abro la puerta, se la regreso y vuelve a subir las escaleras mientras yo las bajo hacia el sótano.

Todo está como la última vez: Las chicas siguen colgando de las paredes. Las ignoro y entro en el laboratorio.
Susan está acostada y conectada a varios equipos.
- ¡Susan despierta! ¡Por fin saldremos de aquí!. - Le digo pero no reacciona. - Susan, por favor. No pienso dejarte en este lugar. - Nada. - ¡¡Susan Wayne!! - La llamo una vez más pero sigue sin haber respuesta.

Voy hacia la mesa con tubos de ensayo. <<Debe haber algo por aquí>>
Hay un libro, lo abro en la página marcada. Hay un texto subrayado con lapicero.
Dice algo de inyectar al paciente una sustancia rara. Debe de ser la del frasco rojo que hay sobre la mesa.
Tomo una jeringa y sin pensarlo le inyecto la dosis en su brazo derecho.
- Vamos Susan. Despierta.

Hay una botella de alcohol sobre la mesa. La abro y la coloco justo debajo de la naríz de Susan. Pero nada funsiona, no va a despertar.

Desconecto a Susan de los aparatos y apoyo mi cabeza sobre ellas abrazándola. 
- Lo siento. - Susurro y lágrimas comienzan a hacer borrosa mi vista. - No pude hacer nada por ti.

De pronto oigo la débil respiración de Susan. Está viva.

- ¡Susan! - Exclamo. Sigue dormida, pero está respirando. - Nos vamos de aquí, amiga.

Con una fuerza increíble logro llevarme a Susan a mi espalda. Ha sido algo difícil tener que subir con ella, el diario y la botella de alcohol escaleras arriba. 
- ¡Sophía! - Me llama Laura bajando las escaleras del 2do piso. ¿Ella está bien? - Pregunta refiriéndose a Susan dormida sobre mi espalda. 
- Si, está bien. ¿Hiciste lo que te pedí?
- A medias. No pude encontrar a la profesora Olivia por ningún sitio. 
- Sostenla. - Digo y subo a Susan a su espalda.

Voy corriendo a la cocina y tomo una caja de cerillas vacía que había tirada en la basura: la guardo en un bolsillo y con el alcohol de la botella, comienzo a hacer un rastro con el líquido hacia la salida del reformatorio. 
Abro la puerta y todas las chicas, incluidas Laura y yo, que habían antes en el salón salieron corriendo para salir al patio delantero.
Una alarma comienza a sonar pero ya no importa. Estamos a salvo. 
- Aparta. - Le digo a Laura quien está detrás de mi.

Enciendo un fósforo utilizando una de las cerillas y la caja de estas.  Lo tiro al suelo donde el rastro de alcohol y doy unos pasos hacía atrás. 
Unos segundos después una fuerte explosión hace que el reformatorio arda en llamas.

Todas las chicas comienzan a gritar de alegría. 
Yo me volteo y las observo a todas.
Susan, Camille y Laura están a salvo. ¡Gracias al cielo!

- Me alegra que estén todas bien. ¿Nos vamos? - Digo y las chicas de más atrás se dan la vuelta y comienzan a caminar hacia el bosque.

- Tu no irás a ningún lado. - Esa voz... - Me volteo ligeramente y encuentro a la profesora Olvida apuntándome con un arma. - ¿Qué creiste? ¿Qué esto sería un final feliz? ¿Qué te largarías como si nada? Pues te cuento mocosa, que esta es la maldita realidad. 
- No te fíes de nadie, a veces las personas no son lo que parecen ser. Un mounstro puede vivir dentro de cualquier sujeto. - Repito las palabras de Susan en el diario. - Pude haber sospechado de cualquier persona, menos de ti, cualquiera menos tu. Pero es cierto lo que dicen: No bajes la guardia por la primera persona que te sonría. - Me doy la vuelta y le enfrento cara a cara.
Estaba apoyada en el marco de la puerta: sucia, cubierta de sangre y con rastros de quemaduras pero sólo en una parte del cuerpo. Parece que se protegió antes de que estallara el fuego. 
- No te culpes. Siempre he aparentado ser una buena persona. Cazaba a los hombres, los utilizaba y luego los asesinaba a sangre fría. ¡No me importaba! Luego la policía me descubrió y tuve que esconderme en este lugar con todas esas malolientes y demacradas niñas. - Dice apuntando con la cabeza a las chicas detrás de mi ya que su brazo estaba roto. - ¡Mírame! ¡Mira este lugar! La policía vendrá a buscarme. ¡Ya no tengo donde esconderme y todo gracias a ti! - Me apunta a la cabeza, cierro los ojos y dispara.

(***)

<<¿Estoy viva?>> - Abro los ojos y lo primero que veo es el cielo estrellado. 
Hay algo sobre mi.
Es el cuerpo de Susan.
- ¡Susan! - La llamo. - ¡Susan despierta!

Miro a la puerta y aún está la profesora allí, mirándonos con cara de espanto.
- ¡Asesina! - Le grito. 
- Ellos nunca me encontrarán. - Dice refiriéndose a la policía. Se apunta a la cabeza y vuelve disparar callendo su cuerpo en el suelo, desangrándoce.

- Susan, por favor, Susan. - Digo abrazándola. Comienzo a llorar. - No me hagas esto.

- Sophía. - Me llama Laura pero le hago caso omiso. - Sophía. - Me vuelve a llamar y le miro aún llorando. - Mira. - Dice y apunta al suelo unos centímetros detrás de mi.



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En el texto hay: fantasmas, chicas, reformatorio

Editado: 09.02.2021

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